CAPITULO 2: LA CALLE

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Las calles ha donde yo he andado, he jugado y he hablado, esas calles llenas de recuerdos y llenas de emociones

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Las calles ha donde yo he andado, he jugado y he hablado, esas calles llenas de recuerdos y llenas de emociones.
Adonde he andado por primera vez, adonde he corrido por primera vez, adonde he jugando por primera vez, jugué con papá, donde me despedí de papá, donde jugué con el vecino, donde iba y volvía de la biblioteca, donde esperaba a mamá ha que volviera a casa... esas calles llenas de historias.

A donde yo vivía las calles eran tristes y sucias. El suelo era de tierra (aunque tres calles más adelante eran de piedra), las casas eran de rocas, las casas estaban unas pegadas a otras, con un poco de jardín, grandes campos y praderas cerca de aquellas calles, sin baldosas, tenderos de ropa de una casa a otra en cuerda, ventanas de madera sin cristal y muy pocos carruajes de caballos pasaban por aquellas calles...

Mi casa era muy pequeña pero ya que no había visto algo más grande, lo veía normal. Dentro tenía una olor agrio, una especie de fregadero de piedra, un pozo, un armario que tenía dentro tarros de cristal con tapones de corcho (que se los dio la vecina por qué eso era para los de mejor estatus) dentro tenían aceite y aceitunas, huevos en el interior de un canasto, carne sazonada colgada en el techo entre viga y viga, horno de piedra, leña, platos, cubiertos y alguna jarra de barro...

Un día vine de la casa de Elena (la profesora de lengua) ya que se había terminado el dinero Elena me dejó ir a leer a su casa por qué tenía muchos libros y yo quería leer mas, al llegar mamá tenía que hacerle algo a una vecina yo quise acompañarla a si que la seguí, aquella mujer como todas aquellas mujeres del barrio llevaba un jersey azul marino, una falda negra por debajo de las rodillas y un delantal blanco.

Cuando entremos a aquella casa nos recibió muy bien la vecina y resultaba que mamá iba a medirle para hacerle un traje por eso mamá se llevó de casa una maletita para medir y unas cuantas cosas más. Yo mientras estuve cotilleando con curiosidad aquella casa, era un poco más grande que la mía pero no me perdí tenía exactamente lo mismo pero tenía batidora manual, balanza y escurridor...

Por último había como una habitación más o menos igual que cualquier habitación del barrio pero un poco apartada, quise curiosear así que entre dentro y lo que vi me impresionó demasiado, dentro era como un dormitorio normal y corriente pero había un niño en la cama, no parecía que estuviera bien.

Era un poco más alto que yo, delgado, pelo moreno despeinado, cejas gruesas de color negro, ojos grandes pero un poco alargados de color negro, labios finos, pálido y aparentaba débil.

-Hola - dije por si me escuchaba.

-... - murmuró sin oírlo bien.

Me acerqué un poco más hacia el, llevaba el pijama y un paño en la cabeza.

-¿Estas bien? - le dije un poco más alterada al ver que no se movía - Está muerto - murmuré.

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