Prólogo

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No voy a decir que no me moleste el hecho de que no me quede bien el eyeliner a la primera. Odio que me queden los ojos tan diferentes, pero aún odio más a mi compañera de piso. Siento que me mira directamente con sus ojos castaños a la vez que suspira metiéndome prisa.

- Tus suspiros no van a hacerme ir más rápido. Debo tener mis ojos perfectamente igualados o entra el diablo en mi ser. - Respondo mientras sale de la habitación.

Miro por última vez mi reflejo en el espejo: pantalones negros de tiro alto con un body verde y el pelo recogido en una coleta alta, dejando unos mechones fuera enmarcando mi cara. El maquillaje da profundidad a mis ojos castaños y las sombras rojas van en conjunto con la tonalidad de mi pelo. Voy hacia los botines, que se encuentran en el suelo al lado de mi pequeña cama, y alcanzo el bolso juntamente con la cámara de encima de mi escritorio.

Salgo del comedor y miro a Scarlett, mi compañera de piso, atusándose el pelo rizado.

- Ya era hora, muchacha, no sé si voy a aguantar con los tacones tanto tiempo. ¿Cuánto va a durar la exposición?

Allí nos dirigimos esta calurosa noche de verano, a una galería de arte donde exponen obras de un artista londinense. Me han contratado para hacer fotos para una revista. Es la primea vez que me dicen que utilice a mi querida tifón, mi pequeña cámara analógica. Cada vez que tengo un pedido fotográfico intento ir con Scarlett, vivimos juntas desde que empezamos la universidad. Ella estudia Lingüística, su facultad está al lado de la mía, estudio Historia del Arte. Si no estamos en casa estudiando, estamos trabajando; ella en una pequeña librería del barrio y yo haciendo fotos allí donde me llaman.

Hoy, al tratarse de una exposición en una importante galería de arte de Barcelona, vamos un pelín más arregladas que de costumbre. Mi amiga lleva un bonito pantalón de vestir negro con una blusa a juego. Su pelo rizado queda suelto, dándole un aire de empresaria con un maquillaje muy natural.

Nos dirigimos a la puerta mientras ella coge las llaves del coche y su bolso. Al salir a la calle, el calor del ocaso me roza la piel haciendo que se instale un pequeño velo de sudor en mi nuca. Cuando llegamos al coche Scarlett se cambia los tacones por unas zapatillas para poder conducir, mientras yo decido qué playlist nos acompañará hasta la galería.

Al llegar, abrimos una puerta metálica y el aire acondicionado nos da la bienvenida a la vez que se acerca un camarero ofreciéndonos una copa de champan que rechazo de inmediato.

-No puede ser que no te apetezca beber este elixir - dice olisqueando el contenido de la copa.

-Estoy trabajando, no de fiesta - levanto las cejas mientras configuro a mi tifón.

-Es lo más maravilloso que he probado en la vida. Voy a darme una vuelta, a ver si encuentro algo entretenido que hacer... -habiendo dicho eso, se da la vuelta y se pierde entre la multitud.

Paseo la mirada entre la gente y empiezo a hacer fotos entre los interesados en las obras. Me quedo perpleja ante uno de los cuadros. Es pequeño comparado con los demás, tonos rojizos que se mezclan con un negro azabache. La violencia con la que se mezclan los dos colores me crea una sensación de angustia.

Cuando estoy replanteándome ir a casa, una chica más o menos de mí misma edad se para a mi lado y se queda mirando a tifón.

-¿No crees que hay mejores cámaras para hacer fotos? - me suelta abruptamente con un acento muy marcado.

-Creo que lo antiguo tiene un valor que hace que las fotos tengan algo que con las cámaras modernas no se consigue, aunque, si fuera por mí, no utilizaría esta para esta exposición, sin duda.

-Entonces, ¿por qué lo haces?

-Porque me han pedido que querían las fotos con cámara analógica, y que las querían aquí mismo, mañana por la mañana, reveladas.

La chica se me queda mirando y aprovecho para hacer lo mismo. Tiene el pelo rubio con sombras castañas y tan liso como una hoja de papel. Un maquillaje muy marcado hace que parezca más mayor de lo que es, o eso creo. Un vestido negro se ajusta a su figura llevando unos tacones escandalosamente altos.

-Dasha - me dice extendiendo su mano.

-Dafne - le contesto.

Me regala una corta sonrisa y una mirada un tanto extraña y, de la misma manera que apareció, se va, dejándome con ganas de preguntarle algo también. No le doy mucha importancia y sigo haciendo mi trabajo. Cambio al tercer carrete cuando me doy cuenta de que queda poca gente comparada con la que había cuando entré con Scarlett. Esto me hace pensar que llevo bastante rato sin cruzarme con su pelo rizado. En ese instante, aparece a mi lado como por arte de magia.

-¿Nos podemos ir ya? Me están matando los pies - dice a la vez que hace una pequeña mueca.

-Sí, creo que ya he acabado por hoy. Déjame en el estudio de camino a casa, necesito tener las fotos para mañana.

Entonces solo recibo una mirada de odio.

-Daf, ya sabes que no me gusta que vuelvas sola por estas calles y menos con lo tarde que es.

-En cuanto acabe voy a casa, no tardare más de una hora.

-Pues larguémonos antes de que me corte los pies.

Nos dirigimos al coche y, de repente, me paro en seco. Scarlett se da la vuelta y me mira intrigada.

-Sca, ¿estás suficientemente bien como para conducir? Cuando has entrado has bebido.

-Solo he tomado el sorbo de champan que me has visto beber, sabía que después tendría que conducir- dice mientras se mete en el coche.

Callejeamos por la Barcelona nocturna hasta que llegamos al pequeño estudio donde hago la mayor parte de mi trabajo.

-No tardes mucho en revelar las fotos, te espero en casa para picar algo.

Con esto, acelera y gira la esquina. Saco las llaves del bolso mientras entro al local. Cierro la puerta con llave y enciendo las luces que iluminan la pequeña estancia. Dejo el bolso junto al móvil y las llaves en la mesa. Cojo los carretes que tenía guardados, además del que tenía todavía en tifón, y me dirijo a la sala de revelado. Más de media hora después, salgo y apago la luz roja del pequeño cubículo, cojo mis cosas y abro la puerta.

Cuando salgo a la calle el calor me abruma. Aprieto la tira del bolso contra mi pecho, miro a cada lado de la calle y, con paso decidido, me voy para casa. Mientras voy caminando me arrepiento de no haber cogido los auriculares y de no habérmelos metido en el bolso. Odio ir por la calle sin música, me pongo muy nerviosa al escuchar cualquier ruido cuando voy sola.

Las pocas luces que iluminan las calles hacen que vea a duras penas la acera. Tenía que haberme ido con Scarlett en lugar de ir caminando, o haberle dicho que me viniera a buscar. En ese momento noto que un escalofrío recorre mi columna. Aprieto más la tira del bolso contra mi pecho y acelero el paso. No me quedan más de cinco minutos, pero la soledad de la calle me abruma. Justo cuando voy a cruzar la calzada noto una presencia a mi derecha. Mi mano va directa al pequeño espray que llevo colgado a un lado de mi bolso, pero no me da tiempo de reaccionar. Dos sombras se echan encima de mí. Una de ellas me tapa la boca con un trozo de tela, la otra me coge por las piernas. Intento luchar para escaparme de ellas cuando, sin darme cuenta, todo se torna oscuro y siento que empiezo a flotar.

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Hola holaaaaa.
Que ilusión que queráis emprender conmigo la magnífica historia de Dafne.
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