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Querido P:

A partir de entonces me fuiste diciendo por qué cada persona era una letra.

Había quien era su inicial, como A.

Había quien era una letra porque sí, como Ñ.

Había quien no tenía letra.

Te daban pena los sin-letras.

Decías que estaban vacíos, "como una canción solamente con música", decías.

También dijiste que había quien había sido una letra, pero ya no lo era.

Cuando te pregunte a quién le había pasado eso, no me quisiste contestar.

A veces un silencio dice más que mil palabras, P, aun que tú no quieras creerlo.

Querido PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora