Querido P:
Eras tan difícil de cambiar como la ortografía, P.
Me explico: puedes escribir mal una palabra, pero ya no será la misma palabra que antes, sino otra.
A ti no se te podía convencer, porque no querías cambiar.
A veces pensaba, sigo pensando, que no querías recuperar tu letra, P.
Y es una pena.
Porque esa es tu esencia y sigue dentro de ti, aunque no quieras verlo.