Capítulo VII

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Capítulo VII

   El corazón de Brooke se encontraba herido y confundido. Para Richard, ella no existía, aun cuando no lo dijera con palabras. No obstante ella como una mujer educada se dedicó a callar y a ser sumisa, creyendo que así todo cambiaría... "¡Que tonta había sido!", era algo que pronto se diría. Sin embargo, en ese preciso instante era algo que no podía ver.

   Una tarde Richard llegó con una actitud distinta. Se acercó al jardín, lugar en donde su joven esposa leía un libro de Homero: La iliada. Se colocó detrás de ella y acercó a un lado de su rostro una rosa roja. Aquello había sido una sorpresa para Brooke, ya que ante sus ojos veía como él rompía su distancia hacía ella.

_ Perdóname, en estos quince días me he comportado como un idiota._ susurró a su oído, mientras el corazón de Brooke saltaba lleno de felicidad. "¿Acaso era un sueño?" se repetía al observarlo arrodillarse frente a ella. – Sin ti no hay cielo que puedan contemplar mis ojos... ¿Me perdonas?

   Su tono fue tan convincente que ella había caído en aquella falsa. Le había creído con todo el corazón. Lo amaba tanto que ignoraba aquella estocada que pronto le daría por la espalda, rompiendo cada parte de su ser, en pequeños fragmetos.

 _  ¿Cómo no hacerlo? Si te amo más que a mi propia vida..._ le expresó, al mismo tiempo, que colocaba sus manos en su rostro. – Tú eres mi vida, mi todo... sin ti estaría incompleta. Te amo Richard, te amo tanto.

  Él sonrió feliz por aquello, no porque en verdad sintiera sus palabras, sino por que ese era el inicio de su venganza. Había actuado, la había engañado tan fríamente, aprovechándose de que ella no observara aquello. Lo creía incapaz de realizar semejante bajeza, pero había sido tan inocente...

    En la noche su comportamiento había sido aún más dulce y caballeroso, que sería absurdo decir lo que ocurrió entre ellos aquella noche.

   Una noche maravillosa, que termino convirtiéndose en un completo infierno.

_ ¿Qué sucede Richard? ¿Por qué te levantas?_ le preguntó mientras le miraba a los ojos aún sin entender su actitud tan repentina.

_ Puedes vestirte... Ya conseguí lo que quería de ti. – expresó con áspereza.

_ ¿Qué? ¿Por qué me hablas así?... ¿Acaso estás bromeando conmigo?

_ No... no tendría que hacerlo. – dijo sarcásticamente. Sacando de una de sus gavetas un sobre amarillo. – Debes estar acostumbrada a esto – lanzó el sobre en la cama para que yo ella viera.

   Brooke lo tomó en sus manos y lo abrió aún sin entender nada, ni mucho menos aquellas fotos y aquellas cartas que supuestamente ella había escrito, y que le habían escrito.

_ ¿Qué es esto?

_ ¡Deberías saberlo!... – dijo y se acercó a su joven esposo - ¿Acaso no es aquel con quien me engañas? ¿O es que me lo vas a negar?... ¡ERES TÚ! ¡NO ME VEAS LA CARA DE TONTO! – gritó enojado mientras la veía fijamente a los ojos – ¡Me traicionabas cuando me encontraba ausente!

_ Te juro que no sé quien es esta persona. Te juro que...

_ ¡No me jures nada! No te creo... eres una falsa, una mentirosa. – con una actitud aún más hiriente. – No obstante, te utilicé como tú me utilizaste... ¡Estamos a mano! – sonrió finalmente con cinismo.

_ ¿Qué?... Richard te juro que no sé de qué me hablas. Te juro que no te he engañado. Te he sido fiel hasta con el pensamiento. Yo no escribí estas cartas ¡Te lo juro!..._ expresaba, sintiendo que el alma se le iba con cada palabra, mientras lloraba con el corazón en vilo.

_ ¡No me jures nada! – dijo y tomó su brazo con más fuerza_ ¡Te quiero lejos de mi vida!... Y quiero que entiendas algo desde hoy. No te amo, nunca te amé, tan solo te usé como lo hiciste tú conmigo... ¡Estás muerta para mí! ¡Muerta!

_ ¡Me haces daño!... ¡Suéltame!-_ expresó sin consuelo alguno. – ¡Soy inocente!... ¡Lo creas o no, no soy yo... Esas cartas no son mías!

_ Quiero que firmes el divorcio y salgas de una vez de mi vida. Dime ¿Cuánto vales? Para pagarte todos los favores y todas las atenciones de esta noche. – dijo hirientemente con una sonrisa aún más cínica.

   Brooke se sintió tan ofendida que no dudo en abofetearlo con todas su fuerzas. Ella no era un objeto, era una persona y ante aquellas palabras él le hacía ver de la manera más baja. Como si ella fuese una meretriz o una mujer indecente.

_ No importa... _ expresó en respuesta al sobarse la mejilla._ De todas maneras en ese sobre te dejo dinero.

    Brooke levantó su frente y dejó de llorar mientras él se alejaba de aquella habitación. Con el orgullo que sentía al saber que tipo de mujer era y al saberse inocente de aquella mentira, se puso de pie y empezó a vestirse. Posteriormente arregló aquellos papeles en el sobre que luego arrojó sobre la cama. Sabía que esa mujer de la foto no era ella, aún cuando tuvieran un cierto parecido. Buscó la pluma y el tintero, y sin inmutarse ni un poco, firmó aquel papel que los separaría legalmente. Miró aquel dinero que su esposo le había dejado, sin embargo no se molestó ni en contarlo ni en tomarlo. Su dignidad era más grande que la necesidad que empezaría a tener siendo una mujer sola, pues no iba a permitir que sus padres le vieran de esa manera. No permitiría que aquella humillación afectara a su humilde familia, jurándose, al mismo tiempo que algún día, él le pagaría todo aquello que le había hecho.

    Aquella noche desapareció de su vida. Era una noche fría y lluviosa del 21 de Octubre. Estaba empapada por la lluvia... herida, con el corazón en pedacitos, siendo su único consuelo el simple hecho de llegar al apartamento de una de sus amigas, en donde ella finalmente se permitió desahogarse y hacerse la promesa de jamás llorar por él, ni por ningún hombre. Se prometió cambiar y desaparecer de Nueva York y de la presencia y existencia de los Graham.

    Aquella noche planeó lo que sería su vida desde ese instante; obviando que nadie es dueño de todos los acontecimientos que ocurren en la vida.

    Tomó su tiempo y se permitió escribirle una carta de despedida a sus padres, carta que los inquietó sin saber cual era el motivo de su alejamiento de ese lugar. Era una carta conmovedora, pidiéndoles perdón por si alguna vez los había dañado o herido por sus decisiones.

    De Nueva York se dirigió a Detroit (Michigan) y de Detroit a Chicago (Illinois). No había sido una decisión fácil, ni mucho menos una decisión tomada por ella, sino por sus amigas al querer ayudarla.


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