Interés

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Capítulo 3.

A la mañana siguiente, después de la cena, todavía seguía reprochando la ayuda que nos habían ofrecido los mellizos Jeon.

Mi mamá parecía disfrutar la vergüenza que me comía vivo, pues mientras preparaba el almuerzo, yo le contaba lo apenado que estuve mientras era acompañado por Jungkook a mi habitación para dejar varias cajas.

—Jimin, hijo —la escuché decir, yo mantenía la cabeza reposada sobre mis antebrazos encima de la mesa —¡No tiene nada de malo! No es como si la hubiera visto —hizo una pausa y suspiré frustrado —. ¿O si?

—¡No! —exclamé escandalizado y añadí: —Pero igual fue vergonzoso el hecho de que supiera que en esa caja se encontraban mis calzoncillos.

Mamá continuó riendo.

—Deja de ser tan dramático, ya suenas igual que tu abuela Jiji —quedamos en un inesperado silencio tras la mención de mi abuela —. El joven Jeon de seguro ni siquiera le tomó importancia.

—De todas formas, qué pena que haya visto la habitación tan pobre en la que vivo. Todavía ni siquiera le he dado vida.

—Seguro entienden que es porque nos acabamos de mudar, no le des tantas vueltas.

De nueva cuenta, suspiré y no volví a decir nada más hasta que comenzamos a comer y dispusimos a hablar de las cosas que teníamos pendientes por hacer. No quisimos remodelar nada del interior de la casa ya que nos gustaba el color de las paredes y el aspecto que tenía, no lucía vieja a pesar de notarse así, simplemente era una arquitectura antigua con ligeras modificaciones que se le dieron a lo largo de los años.

Ya con la mudanza en casa, no demoramos mucho en encargarnos de poner cada cosa en su lugar. Pudimos haber dejado todos esos arreglos para después o hacerlo poco a poquito, pero ambos sabíamos que entre más rápido nos sintiéramos en casa, avanzaríamos en buena dirección sin detenernos a mirar atrás.

El resto de la semana estuvo tranquila, por las mañanas estudiaba e incluso tenía los viernes de descanso porque decidí acomodar más materias en otros días, ya que tenía la opción de tener de dos a tres clases por día.

Así qué haciendo una buena distribución de mi tiempo, me había dejado ese día de la semana libre para mí y darme tiempo para pensar y hacer otras cosas. Era viernes por la tarde cuando bajé las escaleras después de haber dormido casi toda la mañana y creí que mamá no estaría en casa, sino en su trabajo, pero me equivoqué al verla sentada en el comedor bebiendo de una taza de café mientras revisaba unos documentos que, supuse yo, eran de su trabajo.

—Creí que no estarías en casa —me acerqué a ella y besé su cabello, alejándome después para dirigirme a la cocina y prepararme un café.

—Ah, el señor Jeon me dijo que podía terminar de revisar estos papeles en casa. No era necesario estar en la oficina.

—Pues ese señor Jeon es muy amable —dije queriendo que sonase más a un murmullo para mí mismo.

—Tan amable que me preguntó si estabas interesado en trabajar con él.

Me quedé mirando fijamente el agua que había puesto a hervir en un sartén hondo con la sorpresa que me había provocado escuchar aquello.

—¿En qué? No tengo conocimiento alguno acerca de construcciones o esas cosas.

Tan pronto como la propuesta había sido ofrecida, la rechacé con ese comentario lleno de sinceridad.

—No solo se dedica a eso, hijo. Tiene varios negocios distribuidos aquí en el pueblo también. Me dijo que te comentara alguno de ellos y que si estabas interesado se lo hiciera saber.

𝐑𝐄𝐍𝐄𝐆𝐀𝐃𝐄 ⎯ 𝐊𝐌Donde viven las historias. Descúbrelo ahora