Los mellizos

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Capítulo 2.

Instalarme en una nueva habitación, nunca había sido tan relajante como lo fue con esta mudanza. Sentía como si estuviera colocando las esperanzas de crear nuevos eventos en mi vida en cada zapato que acomodaba en el armario.

Se sentía liberador.

Para el siguiente día la mudanza no había llegado aún, sin embargo, mamá y yo tratamos de limpiar lo mejor que pudimos cada rincón de la casa, dejando nuestras habitaciones para el final y así cada quien le dedicase el tiempo que quisiese a nuestras nuevas guaridas.

Me refería a "guaridas", porque una vez que cada uno se encerraba en la habitación, nos encontrábamos en nuestros refugios. Mi mamá hacía mejor las cosas que le apasionaban ahí, dejando de lado el doble sentido, lograba una mejor concentración a la hora de trabajar o hacer alguna de sus otras pasiones.

Yo no me quedaba atrás, estar en mi habitación, encerrado en la privacidad que esta me ofrecía, de alguna u otra forma me consolaba.

Lo consideraba mi mayor talento, así como también uno de mis mejores pasatiempos, y eso era pintar. Podía pasar horas creando, dibujando, pintando y jamás me cansaría. Era un tipo de liberación a mi mente y alma, mi mejor terapia.

—Jimin —escuché cómo me llamaba y el sonido de sus pasos incrementando en cada escalón que subía —, me acaba de llegar un correo de la compañía de mudanzas, al parecer hubo un mal cálculo de tiempos y el resto de nuestras cosas no llegarán hasta mañana.

Asentí, la verdad era que para mí no significaba un problema, no me fiaba mucho de que fueran a llegar a tiempo y por eso cargué conmigo las cosas que más necesitaba, pero mi mamá demostraba molestia en el gesto plasmado en su cara y por la manera cansina en la que lo mencionaba.

—Entiendo, pero parece que no estás precisamente contenta con esa noticia —caminé hasta la que ahora podría llamar mi cama y le hice un gesto para que tomara asiento a mi lado.

—Es que mañana es la cena con mi jefe y su familia, no quisiera que llegaran y nosotros tuviéramos la casa volteada al revés con las cajas de mudanza o peor aún, que las cosas lleguen en medio de la cena —entendí su preocupación.

—Tranquila, lo resolveremos. Estoy seguro de que tu jefe lo entenderá.

Mamá y yo habíamos pasado por mucho, decepciones encabezando la lista de nuestras desgracias, me desanimaba un poco ver que se esforzaba mucho por las cosas que quería y se sintiera insegura de sí misma.

Eso había empeorado después de lo de mi padre, su nivel de inseguridad había bajado ciertos niveles y sinceramente se me apretaba el corazón al verla así.

Yo también había sufrido por mucho y en demasía, de hecho, estaba seguro que lo haría por un largo tiempo, porque a veces habían situaciones en la vida que nos obligaban a ser un poquito más fuertes que los demás para no dejarlos caer, y eso solo porque muchas veces necesitábamos verlos de pie para no derrumbarnos nosotros mismos.

Mi mamá lo era todo para mí, necesitaba de mí y yo estaría ahí para ella mientras se recuperara. Ya después tendría tiempo para sanarme a mi.

—Gracias, mi pequeño artista —me tomó por las mejillas para depositarme un beso en ambas —. No sé qué haría sin ti —sonreí. Después de todo lo malo, era gratificante saber que estaba al lado de mi madre. A quien más amaba —. Debes descansar, mañana te necesito con el mejor humor porque si la mudanza no llega a tiempo, necesitaré de ti.

Después de varias risas y comentarios cualquiera, nos despedimos hasta el día siguiente. Desde que habíamos llegado, no me había tomado la molestia de revisar mi teléfono.

𝐑𝐄𝐍𝐄𝐆𝐀𝐃𝐄 ⎯ 𝐊𝐌Donde viven las historias. Descúbrelo ahora