U n o

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Camino por el parque y me siento en una de las bancas. 

El lugar es agradable, pero odio estar tan cerca de esos tontos juegos para niños. Al menos, la cantidad normal de ancianos que visitan el lugar ha disminuido y, por ello, puedo tener la banca para mí solito.

Quisiera estar en la cochera de mi casa (de la cual debería irme en cualquier momento, ya no tengo dieciocho) pero necesito algo de inspiración. La banda en la que soy guitarrista necesita nuevos temas.

Pasa un heladero y se detiene frente a mí.

"¿Desea un helado? " Pregunta amablemente pero ya estoy cansado de la amabilidad. 

Niego con la cabeza y abro mi cuaderno. Necesito encontrar algo que rime con adorable.

"Señorita, ¿usted desea un helado?"

Levanto mi cabeza, con la intensión de ver a quien le habla y ahí, justo en ese instante de completa normalidad, aparece ella.

Lleva una linda blusa celeste  y una falda negra que le cae con sutileza desde la cintura. Está sentada en la otra esquina de mi banca. No puedo ver sus ojos, porque su cabello le cubre media cara, cae de lado. No saca la vista de su cuaderno y recibe cuidadosamente el helado.

Se dispone a pagar, pero el heladero se va antes de que ella saque el dinero. Ella suelta un leve suspiro y yo dejo de respirar ante ese corto pero reconfortante sonido.

Mueve su cabello para el otro lado y se acomoda las flores que lo adornar.

No puedo ver su rostro. Tampoco puedo dejar de verla.

Dulce Raquel (Tres)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora