Capitulo 7:

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ENZO

Camino hacia el ascensor mientras cierro los puños por la rabia, no quiero voltearme porque sé que si la veo llorar no podre perdonármelo. No quería tratarla así, pero cuanto antes se dé cuenta de que no soy un príncipe como el de las novelitas de amor que le gusta leer será mejor. Sé que soy un cabrón egoísta, no debería estar arrastrándola a este sucio mundo, por eso nunca he querido a una misma mujer dos veces, para no entablar vínculos, pero con Valentina es diferente y eso me perturba. Dejo a un lado mis pensamientos para dar rienda suelta a la frialdad que me caracteriza: alguien se atrevió a joder al Capo y eso no lo voy a pasar por alto, descubriré quien fue el culpable, aunque tenga que quemar New York. Inmediatamente llamo a Davide.

- Quiero saber quién se atrevió a tanto y lo quiero para ayer, ¡me estas escuchando! – ladro por el teléfono.

- Enzo tranquilízate ya estoy en ello, me alegra que estés bien – dice con tono preocupado.

- Una mierda Davide, dime lo que sabes y no me pidas calma, alguien dio la orden de este ataque y lo va a lamentar. Así que si no quieres que ponga una bala en la cabeza de cada jodida persona que tenga una conexión con la mafia te sugiero que empieces a darme nombres – le grito con la vena de mi cuello casi al reventar y pellizcando el puente de mi nariz.

- Mendoza – dice haciendo que mi sangre hierva – Enzo, ten cuidado, se cómo eres, al menos no vayas solo esta vez – dice y cuelga.

Víctor Mendoza, esa sucia rata colombiana me las va a pagar, lamentara el día en el que decidió meterse conmigo. Salgo a la calle y monto en una de mis camionetas mientras el resto de mis hombres me siguen. Si algo se de esa sucia rata es que más que el dinero ama el sexo sucio con adolescentes. Me dirijo al club Bella Donna, un lugar que no solo es popular por ser el centro de reunión favorito de famosos y empresarios, sino porque las sórdidas paredes de sus muros esconden secretos más apetecibles, como toda la documentación de los negocios de trata de blancas que se mueven en este lado del Atlántico, en los que por supuesto soy socio.

En cuanto llego las chicas se tiran a mis brazos y los presentes hacen hasta lo imposible por un poco de atención, pero eso no sucederá hoy. Camino en dirección a la oficina del gerente cuando un guardia de seguridad que se encuentra en la puerta hace amago de detenerme.
- Lo siento señor Falcone, pero el señor Bennett está reunido y no podrá atenderlo – me dice con decisión. Es un chico rubio de ojos grises y constitución atlética.

- ¿Cómo te llamas? – pregunto
- James Harrison señor – responde.

- Mira James, ya veo que me conoces así que te daré dos opciones y tienes 5 segundos para pensártelo – le digo mientras me mira algo indeciso.

La primera: me dejas pasar y te unes a mis hombres o paso de igual forma y te mueres ahora mismo – le digo.
- Señor no puedo... -

No lo dejo terminar, sin que tenga tiempo de reaccionar saco mi arma y le pego un tiro en la frente.
- Lástima, hubieras sido un buen numerale James.

Paso sobre el cadáver del chico y de una patada abro la puerta disparando a todas las personas que se encuentran en la sala hasta que solo queda un asustado Bennett tras su escritorio.

- Peter viejo amigo, lamento la interrupción tan abrupta en tu reunión, pero tengo un asunto que solucionar que no me permitía esperar – digo sentándome en uno de los sofás, mientras el resto de mis hombres aseguran la zona.

- ¿En qué puedo ayudarle señor Falcone? ¿Le sirvo algo de beber? – pregunta inquieto y dispuesto a ir hasta su mini bar.

- Peter no estoy aquí para socializar, quiero la ubicación a la que mandaste la última mascota de Mendoza – digo cortándole su fingido arrebato de hospitalidad.

Mr FalconeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora