Cap. 5

18 2 0
                                    

Niki...

Un susurro.

Niki...

De nuevo otro susurro seguido de que alguien me mueve.

–¡Nicole! ¡Despierta!– me grita la persona que me ha estado moviendo.

Salte en sorpresa quedando sentada en mi deliciosa y cómoda cama.

–Desperté, desperté– digo aún adormecida, bostezando y pasando la parte posterior de mi mano por mis ojos.

Veo a la persona que me saco de mi perfecto y profundo sueño.

Leo.

Pongo los ojos en blanco y me acuesto de nuevo cubriendome con la sábana, quejándome.

–¿Que haces? ¡Levántate!– me sigue moviendo.

Gruño.

–Leo, déjame, estoy durmiendo– el suspira y en un par de segundos me jala de los pies sacándome de la cama a la fuerza.

–Vamos a llegar tarde a clases por tu culpa. Sal de la cama, floja– dice mientras me saca por completo de la cama y caigo sentada en la alfombra.

–¡Ay! ¡Mi trasero!– digo mientras me levanto y empujó a Leo lo suficientemente fuerte como para que el también caiga.

–¡Au!

–Te lo mereces– digo cruzandome de brazos.

Leo se levanta con cara de pocos amigos.

–Apúrate, vamos a llegar tarde.

A pesar de que no estamos en la misma clase, Leo siempre me viene a buscar para irnos juntos a la preparatoria.

–¡Voy!– me dirijo al baño para darme una ducha rápida y empezar a arreglarme.

***

–Y eso fué lo que pasó– termino de contarle la historia del fin de semana a Sara, mi segunda mejor amiga, ella estuvo de visita dónde su abuela y no pudo estar presente en los acontecimientos del fin de semana, así que, obviamente tengo que decirle todo con lujo de detalle.

–Vaya, Niki, me sorprendes.

–¿Por qué?– pregunto dándole un bocado a mi sandwich de pavo.

–Porque yo, siendo tu, lo invito a pasar a darse una ducha conmigo.

Inmediatamente me ahogo con mi comida tosiendo como loca.

Sara rodea la mesa rápidamente para darme unas palmadas en la espalda (casi me saca los pulmones).

–Respira. Ten– dice pasándome el vaso de jugo– Trata de tragar grueso para que se te pase– dice volviendo a su asiento.

Tomo una respiración profunda después de tragar.

–¿Cómo puedes decir esas cosas con tanta normalidad?

–Ay, por favor, no es nada del otro mundo– dice encogiéndose de hombros.

–Ya se que no es nada de otro mundo pero sabes que ese tema de conversación...me pone... incómoda.

Sara pone los ojos en blanco y suspira.

–Lo siento, virgen María.

–Deja de decirme así.

–Deja de ser virgen.

Eso me hace reír un poco.

–Ok, cambio de tema. ¿Cómo está tu abuela?

Sara deja salir un largo suspiro.

Mi Vecino de al LadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora