|9-02-2021|1:38 AM|

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Mis pulmones estaban agitados, corría en dirección a su casa. Días atrás rompí con lo nuestro porque sentí que sería lo mejor pero cuando trate de alcanzarte la luz me encandiló, en la acera sobre la playa llegó un pequeño rayo de sol a mis pupilas que me hizo parar en seco y mi curiosidad voltear a ver hacía la playa.

Entre todas las pocas personas que miré caminar con sus perros, las parejas y a los vendedores ambulantes no muy felices de usar el cubrebocas, detecte una prenda en específico, esa playera blanca la cual me encantaba verle puesta, amaba como lucía en su torso, sus hombros, sus manos largas, quedaba muy bien con su cuerpo, tambien llevaba puestos sus pantaloncillos cafés y unos tenis, ese look lo hacía lucir tan relajado. Era él, me sentí aliviada de verlo ahí, con su cabello rubio y sus lentes de sol, sonreí llena de esperanza, bajé corriendo las escaleras pero de nuevo me detuve de golpe, observé a la mujer pelinegra que se acercaba con un bocadillos y tomaba a su acompañante del brazo para caminar, a pesar de llevar trenzas en el cabello podía ver qué era de melena larga, un simple pantalón de mezclilla y una blusa azul, no pude ver su rostro pero sentí como mi corazón se hacía nudo, sentía ganas de vomitar, deseaba correr hacía él y abofetearlo, no quería verlo con nadie que no fuese yo, sentí como me tambaleaba hasta que el se bajó su mascarilla para comer lo que la chica llevaba en sus manos, miré como sonreía, esa misma sonrisa que tenía cuando empezaban nuestras pláticas, cuando me hacía reír y bromeaba conmigo.

El enojo de mi cuerpo salía por mis hombros, las lágrimas se detuvieron, me di la vuelta, seguí mis huellas en la arena para subir nuevamente las escaleras de piedra. Encendí un cigarrillo, empuñe la pulcera de colores que llevaba su aroma y metí la mano en mi bolso, miré como se divertían y como era feliz con alguien más. Deseaba con toda mi alma ser yo quien estuviera ahí, lo mejor era solo sonreír, no iba a quitarle la paz que yo le quite pero que alguien más le regresaba.

Mientras se metía el sol escuché a mi lado —Señorita, ¿Compra pulceras?— eso me regreso a la tierra, no podía existir solo admirandolo (aunque quisiera), apague mi cigarrillo y voltee a ver la mercancía de aquella señora con pelo rizado.
—¿Cuánto cuestan?— solo veía de reojo como la vendedora movía sus labios, no podía escuchar nada por los golpes de las olas de mi corazón adolorido, me atreví a interrumpirle —te pago 500 pesos si le entregas esto a ese chico— busque el dinero en mi pequeña bolsa cruzada sobre mi torso, le entregué la pulsera y le extendí el billete, le volví a señalar al chico rubio sentado en la arena acompañado de otra mujer. Me quedé para asegurarme que no sería estafada y que mi deseo sería cumplido, cuando la vendedora estuvo a un par de metros de ellos, sintieron su presencia y en ese momento, observé como el se puso de pie sacudiendo sus manos, al parecer dirigió su mirada hacía mi dirección, fue el momento de seguir hacía adelante.

Tome un taxi y me límite en volver tranquila a casa, me tumbe en el asiento, y deseaba llegar a mi habitación, deseaba mi cama, quería esconderme porque las esperanzas en nosotros estaban desapareciendo y ya no teníamos marcha atrás...

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