—Fue un poder abrumador... —le explicó Sakura a Tsunade. Ambas mujeres se hallaban en el despacho destrozado de la Hokage, observando lo poco que quedaba de Konoha—. Ella... apareció en medio del huracán que me hechizaba, y me dio su poder. Me susurraba <<mátalos, mátalos, ¡mátalos!>> Me contuve como pude pero... a lo lejos vi los cadáveres de mis padres abrazándose mutuamente y... no sé, algo en mí se rompió.
—Y ahí le permitiste a Krystina entrar en ti... Manipularte.
Sakura asintió, observando por la ventana el caos que ella provocó, las tantas muertes que permitió a manos de Kewa. Se pasó una mano quemada por el fino cabello que le cubría la cabeza a duras penas. Y recordó entre suspiros ese momento en el que bailó junto al fuego.
—Me sentí viva —dijo en susurros. Tsunade aguardó la respiración—. Mi cuerpo se sentía ligero, y no quemaba... Cada golpe que recibía me hacía sonreír —Eso último lo soltó en un murmullo, deseando por que Tsunade no le temiera, pero no podía parar de hablar. Más que nadie, hablaba consigo misma—. Cuando vi a Kewa, fue cuando le permití a Krystina vengarse. Acobijó mi alma entre las nubes mientras manipulaba mi cuerpo. Y me sentí tan viva... que no le permití detenerse.
—Sakura... —La Hokage tomó una gran bocanada de aire tras haber dejado de respirar. Acomodó sus pensamientos y enfrió su corazón—. ¿Qué pasó cuando llegaron los Akatsuki?
La kunoichi, vestida a duras penas con una manta de algodón, frunció el ceño en una mueca desagradable. Miró su mano como si fuese la de Krystina y apretó el puño.
—Fui traicionada cuando la diosa, en lugar de vengar a mis padres, se centró en los Akatsuki. Como si quisiese resolver lo de hace un siglo. La sangre de mi cuerpo me supo salada, pero Krystina no iba a detenerse. Le grité que matara a Kewa, que lo hiciese arder en fuego hasta que suplicara por ayuda —Sakura apretó los dientes—. Pero no me hizo caso. Y supe que yo... había perdido todo el control cuando Krystina cazó a los Akatsuki. Sentí gran alivio cuando dos de ellos resultaron decapitados y otro crucificado. Pero uno huyó —Encajó sus uñas en la piel, sacándose sangre—. Y quiero perseguirlo hasta romperle los huesos.
La kunoichi gruñía. Sin darse cuenta, Tsunade retrocedió varios pasos, temiendo por que sea Krystina quien hablaba, y no Sakura. Pero conocía lo suficiente a su alumna como para saber que estaba frente a Sakura.
'Oh, pequeña, ¿qué te ha hecho esa diosa?'
—¿Dónde está ella? —demandó Sakura, tan fiera que esa mirada amenazaba a la Hokage.
—Está con un escuadrón de Anbus en busca de sobrevivientes —La mismísima Sannin tragó saliva, temblando—. Lia dice que no siente el poder de Krystina.
—Aún...
—¿Qué? —Tsunade la miró con un gesto pétreo. Sin previo aviso, Sakura se despojó de la manta que le cubría su desnudez. La Hokage observó con miedo la enorme mancha negra que crecía desde el pecho de Sakura hasta la suela de su pierna derecha.
La kunoichi tenía la mitad del cuerpo cubierto por quemaduras de fuego. Aunque lucían mucho mas oscuras, creadas por un poder mayor al del mismo infierno. Tsunade no le daba crédito a lo que veía.
—Krystina comenzó a hacerse una con mi cuerpo —explicó Sakura mientras que señalaba la enorme mancha—. Poco a poco dejaba de sentir mi pierna, ingle y brazos... Ella estaba adueñándose de mis extremidades. Si no hubieran intervenido, yo hubiese muerto, y Krystina finalmente tomaría mi cuerpo para así regresar a la vida.
Tsunade entendió al instante lo que Sakura quería decir.
—Entonces, me estás diciendo que para eliminar a Krystina... —susurró Tsunade y Sakura asintió.
—Debemos de sacrificar un cuerpo —terminó la kunoichi—. Un grave error cometió la diosa, y fue tratar de poseerme. Y ahora sé como regresarla a la tumba —Tsunade escuchó con atención—. Necesitará de un contenedor para liberar todo su poder. Pero un cuerpo es mortal. Así que...
—Cuando ella posea en su totalidad al cuerpo, podremos matarla —apuntó Tsunade con el alivio de un niño. Sakura asintió, serena.
—Pero... —intervino la kunoichi. La Hokage frunció el ceño. El <<pero>> era una palabra que le dolía hasta el alma—. Ningún arma puede traspasar esta piel —volvió a apuntar la mancha enorme, ahí donde Krystina la había devorado—. Hace falta algo... con el mismo poder para regresarla al lugar de donde vino.
—Ryan —El nombre fue pronunciado como un rayo que cortó la conversación. Sakura frunció el ceño. Ryan no intervino en medio de la pelea cuando Kewa lo había llamado, pero a la kunoichi le hubiera venido bien algo de ayuda.
—Así que él ya es un aliado, ¿hmm? —Sakura observó a detalle su cuerpo desnudo. La mitad rosada y la otra mitad negra... Tendría que vivir con ello por el resto de su vida, a menos de que Krystina muera.
—Le tenemos el ojo encima —Sakura lo supo interpretar como un 'sí'—. ¡Adelante! —gritó cuando alguien llamó a la puerta, que estaba a nada de desplomarse al suelo.
<<Hablando del rey de Roma>>
Ryan entró al destruido despacho con un aura que le picaba la piel a Sakura. Éste la vio de arriba a abajo, sonrojando, sin atreverse a apartar la vista del cuerpo desnudo de Sakura.
Tsunade entendió la situación y corrió a la kunoichi, volviendo a taparla con la manta de algodón.
—Supongo que ya lo sabes —se adelantó a decir Sakura. Ryan asintió, notando como la kunoichi lo observaba con rabia y pasión.
—Damaris —soltó Ryan con firmeza.
Sakura observó el cielo, ahí donde un techo debería de cubrirlos. Dejó su tenso cuello al descubierto y Ryan sintió unas terribles ganas por morderla, aunque se detuvo.
La kunoichi soltó un suspiro. <<Damaris. Damaris. Damaris>> Lo recordaba como si fuese ayer, aquella espada de un antiguo dios que la salvó de la bestia que Ryan había invocado tiempo atrás, en las Ruinas Haruno.
Sakura quería preguntarle al hombre enfrente suyo qué diablos hacía bajo tierra, invocando una bestia que casi mataba a la kunoichi. Pero se calló la pregunta ya que Ryan parecía tener razón.
Damaris... La vieja espada que el rey de Krystina usó para mutilar el cuerpo completo de la diosa, para que así su alma se mantuviera encerrada en una caja.
N.R. — Damaris