CINCO

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Después de esa noche, no volví a verla después de una semana, menos a su sobrino.

Fue una semana larga, ya que me acostumbré a ir a dejar y recoger a los niños junto con Agatha; el horario de trabajo se hacía largo sin las conversaciones aleatorias que me contaba cuando acomodábamos los libros en sus respectivas secciones. De alguna manera hizo sentirme bien recibido cuando me mudé y a la hora de recibir el puesto en el trabajo, vaya forma de pagarle abofeteando su cara llamándola adicta.

Traté de distraerme buscando entre las pocas tareas que me tocaban hacer; el agua y el jabón podían desaparecer cualquier mancha que dejaban algunas personas en las mesas del lado de la cafetería o de los baños, ojalá también pudieran borrar las palabras hirientes que le dije a... 

Ugh... mientras más le daba vueltas al asunto más enfermo me sentía.

- ¿Estás bien papi? - la tímida Emily pregunta mientras esta hacía sus tareas en la sala.

- Si, cariño. - sonrío - ¿Pero por qué la pregunta? - respondo mientras acaricio el cabello de la pequeña.

- Es que te veías triste... como cuando ella te gritaba... - su vocecita se apagaba al recordar sus 3 años. Dios.

No sabía si responderle por lo de Agatha o por el hecho de que ella tiene secuelas de lo que vivía a sus pocos años de vida. Lo único que pude fue abrazarla y decirle que todo estaba bien.  O al menos eso quise pensar.

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Sábado. 2:30am. Salí al balcón a tomar un poco de aire, sentir la brisa del frío viento de otoño en la cara y un café en la mano hacen calmar esas voces que por las noches rondan mi cabeza. A oscuras estaba admirando el cielo estrellado, cuestionando si todo esto sucedía gracias a que alguien así lo escribió o por consecuencias de malas acciones de nuestros ancestros o de nuestras vidas pasadas; el silencio helado me hacía querer volver a entrar, por lo que al pararme oí cómo la puerta del balcón de al lado se abría de golpe. Por inercia me escondí a un lado de la canasta de ropa sucia y tuve la sensación de querer ver quién era a esta hora, mi duda fue aclarada una vez la volví a ver.

Llevaba un vestido antiguo color negro y la cara que antes llevaba un resplandor, tomó un color gris pálido. Vaya... entonces la cosa era más seria de lo que pensaba y yo pensando que tomaba alucinógenos. No estaba lo suficientemente cerca, pero pude darme cuenta que hablaba con alguien en el teléfono.

- hm... si, descuida, en este pueblo no soy muy conocida y la gente no es tan apegada al internet como allá... hmm... si... qué- no... no, mientras papá no sepa en qué pueblo vivo nadie corre peligro... y tú tampoco debes saber del lugar, mientras le digas que estamos bien, nada malo pasará...  de hecho, estoy pensando tirar este teléfono para estar segura, lo siento... - fin de la llamada.

Quise consolarla, pero no me salían palabras de consuelo, hasta que tomó su teléfono y lo arrojó lejos.  Comenzó a llorar en silencio, el dolor que en ella recaía podías sentirlo con sólo verla.  Al momento de ponerse de pie para regresar al cuarto, ésta se desploma.  De un brinco me levanto y grito su nombre varias veces. No reaccionaba. Salí, traté de abrir la puerta a la fuerza, sin embargo el ruido que ocasioné hizo que Scott despertase y me abriera, corrí a socorrerla, la tomé en mis brazos y la subí al auto recién había comprado para hacer los mandados, llevé a Scott conmigo ya que Emily se fue a casa de una tía desde temprano y no había quién lo cuidara, así que fuimos al hospital más cercano para que la atendieran en urgencias. 

Al momento que quisieron a tenderla, no pudieron, ya que necesitaban sus datos personales, le pregunté a Scott y supo decirme unos cuantos, como su edad, tipo de sangre y... su nombre.

Agatha Casiopea Cilleruelo.

Scott y yo esperamos a que regresara el doctor con los resultados de Agatha en la sala de espera, como era de madrugada no habían muchas personas, pese a ello corrimos con la suerte de toparnos con un médico en turno. En tanto Scott dormía,  mamá me llamó porque no le pude llamar desde que me mudé y tuve que platicarle lo sucedido. Pasaron 2 horas después de haber ingresado a Agatha, de la llamada de mamá y  el doctor tardó en volver. 

Los resultados fueron que tenía anemia, si no la hubieran diagnosticado a tiempo podría haberse vuelto algo más; aparte de la anemia su presión bajó casi hasta los suelos, ahora ya la estaban medicando y nos dejaron pasar.  No pasó mucho tiempo después de que Scott y yo pasamos cuando Agatha despertó, como no pude dormir decidí descansar un poco en uno de los sillones que había en el cuarto. Estaba sentada en silencio. Mirándome. No sabría decir si se veía feliz o molesta, sólo llevaba una mirada pacífica, tranquila. Llevé a Scott a desayunar en lo que le hacían los últimos estudios a Agatha, al regresar ya se encontraba vestida con unos pants holgados y una blusa grande, con zapatos deportivos que trajo consigo el pequeño para Agatha. El alta médica le fue dada al medio día, con la condición de que vuelva al hospital para que controlaran su  anemia y le dieran vitaminas. 

De regreso Scott trató de levantarle el ánimo a Agatha,  pero seguía viéndose exhausta, su semana de verdad fue pesada.

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