| Capítulo 2 |

1K 66 27
                                    


¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


•.,¸¸,.•.,¸¸,.•.,¸¸,.•


—¿P-procesar? —preguntó el joven.

—Procesar, muchacho. ¿No sabes qué es? ¿Tu abuelo no te lo ha enseñado?

Thomas negó con la cabeza y tragó saliva.

—Madre mía... —refunfuñó Eddie—. Tengo que correrme dentro de ti. Después hay que esperar a que digieras bien mi semen. No puedes comer mientras tanto. Y también lo tienes que beber, claro. Luego, por la mañana me tienes que dar el que vale, que es tu semen, y ya está.

El joven tragó saliva de nuevo, pero esta vez más fuerte. Sus genitales empezaron a encogerse y su pene a endurecerse, pero entonces se le vinieron a la cabeza las enfermedades de transmisión sexual. Quiso pensar que tendría suerte con el señor. Metió el último calzoncillo en la mochila y cerró la cremallera. Ambos caminaron hasta la entrada. Thomas cogió las llaves y cerró la puerta con una vuelta. El mayor abrió la puerta del copiloto y el joven se metió. Después, Eddie tomó el papel de conductor y arrancó la camioneta.

—¿Te limpias ahí abajo? —preguntó Thomas.

El hombre le miró con extrañeza y asintió con la cabeza.

—Está limpio —contestó.

Thomas se acomodó en el asiento y miró al frente, inseguro.

—¿Por qué estás tan preocupado? —preguntó Eddie.

—Porque puedes tener enfermedades de transmisión sexual y puedes joderme la vida —dijo. Entonces se dio cuenta de que aquello era un error, que estaba pensando con la picha y no con la cabeza—. No puedo hacer esto... —continuó—. ¿P-Puedes parar el coche?

—No va a pasarte nada malo —insistió Eddie—. No te voy a contagiar de nada. Estate tranquilo.

—¿Y eso como lo sabes?

—¡Porque lo sé! —exclamó—. Muchacho, no te voy a dejar escapar, así que deja de pensar. Vas a hacer lo que yo te diga y punto —advirtió, y suspiró después—. Tienes mucho que aprender aún. Pero es normal, eres joven.

Thomas suspiró. Intentó calmarse, pero dejaba de respirar de solo pensar en que podían surgir terribles consecuencias.

—Por favor. Por favor. Por favor. Déjame bajar —suplicó con los ojos ya cristalinos.

—Vale. Vamos a hacer una cosa —comentó el mayor. Paró la camioneta y se bajó de la misma. Agarró una cinta que tenía en el maletero. Abrió la puerta de Thomas, le agarró del brazo y le obligó a salir. El chico se mostró sumiso al principio mientras Eddie le envolvía las muñecas con la cinta, pero volvió a pensar en las enfermedades de transmisión sexual e intentó resistirse forcejeando. No obstante, el prójimo le atrapó entre su cuerpo y sus brazos.

—Si te quedas quieto, será mejor —dijo él mientras el joven hiperventilaba—. ¿Vale? —insistió—. Tranquilo.

Le tapó la boca y se organizó para seguir atándole las manos y los brazos sin que se pudiera escapar. El joven Thomas empezó a llorar pensando en lo peor.

Eddie le ayudó a sentarse sobre el asiento.

—Cuando te des cuenta de que no pasa nada, te tranquilizarás.

El joven siguió sollozando hasta que llegaron al caserío. No parecía un hogar a juzgar por sus encharcados ojos, sino el perfecto escenario de un secuestro a manos de un asesino en serie. Eddie se bajó del auto y recogió a Thomas manteniéndolo prisionero entre su brazo y su axila hasta llegar al garaje.

Allí habían muchas gallinas que correteaban de un lado a otro. Algunas estaban fuera, pues la puerta estaba abierta, pero eso no le importó al mayor. De hecho, prefería que sus gallinas tuvieran la mayor libertad posible.

—No te muevas —ordenó.

Eddie colocó un extraño colchón de paja sobre el suelo.

—Túmbate, muchacho. Cuanto antes se haga, antes se te pasará.

Thomas obedeció y se tumbó boca abajo sobre la paja mientras el otro analizaba un instrumento particular que había en una esquina.

—Primero hay que drenarte, así que te procesaré nada más te llene el depósito —vaciló a la vez que se tumbaba sobre el chico—. ¿Respiras bien?

Thomas asintió con la cabeza. Tenía la barbilla clavada sobre el colchón. Eddie pesaba mucho y le estaba aplastando, pero podía aguantar. El sudor del hombre le humedeció la ropa. Su piel sucia le estaba manchando por todas partes.

—Muy bien —dijo Eddie.

Entonces le bajó los pantalones hasta el fémur. Se frotó la polla hasta lograr la erección mientras observaba una pequeña foto que el muchacho no alcanzaba a ver. Apuntó con ayuda de la mano hacia el orto y la introdujo entera por el ano del chico. Thomas cerró los ojos. Estaba dura. Al principio fue doloroso, pero después comenzó a gustarle más de lo que le dolía.

Eddie se la metió varias veces. Tenía cuidado al comienzo y lo hacía despacio, pero a medida que llegaba la eyaculación, descontrolaba su fuerza y se dejaba llevar por sus impulsos. Empezó a gemir, y cuando estaba a punto, introdujo su mano en los pantalones del chico y agarró su pene, que ya estaba erecto. Lo movió de un lado para otro mientras se corría en el joven. Thomas lo sintió todo. No obstante, él no tardó más de tres segundos en correrse.

El adulto suspiró contento.

—Muy bien —dijo, de nuevo—. ¿A que no ha sido para tanto?

Entonces recogió al joven y lo llevó frente al aparato. Los músculos de Thomas aún temblaban un poco. Le costaba mantener los ojos abiertos. La cabeza le pesaba demasiado y cayó hacia atrás, sobre el hombro del mayor. La boca del instrumento alcanzaba su ombligo. Eddie lo colocó a la altura del chico y apretó el pene del joven hasta exprimir la última gota de su semen mientras sujetaba el cuerpo usando la fuerza de un solo brazo. Thomas consiguió llenar el bote hasta la mitad, pero el sobreesfuerzo terminó por hacerlo desmayar.

—Descansa, chico. Está muy bien así —comentó.

Eddie retiró el pene del joven del instrumento y lo devolvió a su sitio tras limpiarlo con un trapo descolorido que guardaba en el bolsillo de su camisa. Cerró el bote y colocó el cuerpo de Thomas de nuevo sobre el colchón de paja. Echó a las gallinas del garaje y cerró la puerta.

Thomas abrió los ojos. Quiso sentarse, pero apenas podía moverse. Pensó sobre lo que acababa de suceder. Aquel señor le había arrebatado la virginidad. Estaba seguro de que volvería, pero también lo estaba deseando. Sin embargo, le dio miedo pensar en si algún día saldría de allí; sobre todo, con vida.


•.,¸¸,.•.,¸¸,.•.,¸¸,.•


¡GRACIAS!


¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Jigsaw | Fanfic Symbrock/Veddie | TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora