Heiwa

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Año 85X; Invierno.

En alguna parte del mundo.

La nieve comenzaba a caer en aquel sitio boscoso, el que había sido escogido al no tener realmente algún otro lugar a donde ir. Desde una ventana, un varón podía ver el espectáculo natural a su máxima belleza. Con una coleta de caballo amarrando su cabello, este veía el panorama, hipnotizado.

─Eren...─una voz deshizo el hechizo en el que el sujeto estaba inmerso. Volteó hacia atrás, viendo a una mujer sentada, sosteniendo a un lindo bebé entre sus brazos─¿sucede algo, cariño?

El joven niega con la cabeza, sonriendo. "No, nada. Es solo que poder apreciar estas vistas fuera de las murallas... con esta paz tan inaudita, me hace perderme un poco" responde sin poder evitar sonar feliz. La contraria le mira. A pesar de parecer cansado, debido al trabajo de mantener su hogar de pie, se le veía de un humor excelente. Amable, servicial, amoroso... era todo lo que ella necesitaba. No importaba donde estuviese, mientras fuera a su lado.

─¿y? ¿cómo está la pequeña y hermosa Mikasa? Siento que no le dedico mucho tiempo.

Al hablar, el ojiverde se acerca a la muchacha, viendo a la bebé, sin tomarla, debido a que se encontraba durmiendo. "Ella está bien. Está creciendo sana y fuerte, a pesar de que en sus primeros meses pareciese estar débil. El doctor al pie de la montaña me dije que estaría bien...".
Aquella doncella de rubios cabellos hablaba maternalmente. Jeager le observó. De pies a cabeza, repasó con su mirada cada detalle de Annie Leonhart. 

─No sabes lo mucho que te amo, Annie.

El rostro de la joven madre se ruborizó, y esta no pudo decir mucho más. 
"Lo dices cada 15 minutos, tonto..." susurró. Entre el silencio general de la casa, el de cabellos cafés lo escuchó fácilmente. Se arrodilló frente a ella, posicionando su mano en la muñeca de ella. Annie miraba desconcertada.

─Es que es así, mi amor─En ese momento, Leonhart estaba despeinada, con su cabello dorado suelto, uno que ya llegaba a más abajo de sus hombros. Vestía una ropa cómoda para dormir, hecha con una tela suave.─Eres el amor de mi vida, y yo simplemente no puedo no decirte cuanto me encantas.

Annie sonrió, el sonrojo en su rostro era cada vez mayor.
"Vamos, tonto, acércate" pronunció tras un par de segundos. Nunca se cansaría del amor incondicional que su esposo le ofrecía. Al contrario, siempre quería más de él. Era suyo.
Eren hizo caso a su prometida, recibiendo un beso de su parte. De pronto, ella se sintió cansada.
Era de madrugada, era obvio que terminaría agotada. Temprano por la mañana del día anterior, habían ido al pueblo más cercano para reabastecerse, aprovechando también para revisar a su hija.

─Oh, deberías ir a dormir, mi reina─Eren notó fácilmente lo que la ojiazul sentió en aquel momento. No era bueno pasar tanto tiempo despierto, y menos para una madre primeriza─aunque... si deseas puedes quedarte ahí. Yo las llevaré a ambas a recostar en cuanto se apaguen las llamas de la chimenea. No te preocupes por nada.

Era el mejor hombre que nunca pudo haber conocido.
Sabía exactamente lo que pensaba, sentía y quería realizar. Pasaba horas y horas a su lado, cuidándola, hablándole y contándole historias. Era perfecto a su manera. 

─Te amo, Eren.

Los labios de Eren contestaron un 'Te amo y te amaré por siempre, Annie'.
Eso ella lo tenía en cuenta, pero escucharlo siempre la animaba a seguir. Cerró los ojos, sintiéndose más amada de lo que nunca creyó merecer. A la distancia, podía oír a Eren cantando una canción que ellos dos escribieron en los largos recorridos que hacieron a caballo.

"Mi alma, por más perdida que esté...
Siempre buscará el camino a casa...
A tu lado, cariño, a tu lado, mi amor..."

Ahora no cabía ningún tipo de duda; la paz era hermosa.

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Ahora sí; puedo decir que esta obra está oficialmente finalizada.
No hay nada más que agregar. Muchas gracias por haber leído esto.

Shingeki no Kiojin: Dust in the windDonde viven las historias. Descúbrelo ahora