A veces los días parecieran eternos, al igual que los sentimientos. Tan pesados y tan reales que se nos hacen ya parte de nosotros, una costumbre sentirnos de aquella forma a medida que pasa el tiempo.
Pero tal como cualquier cosa en la vida, todo pasa. Los días, los momentos e incluso los viejos residuos de sentimientos, convirtiéndose en recuerdos que miraremos a lo lejos, evaluando nuestros presentes sentimientos hacia ellos.
Y es que así funcionaba la vida a los ojos de Aizawa, ya que incluso si uno lo desea o no, de alguna forma todo pasara, teniendo que enfrentar un nuevo futuro, incluso si nos cuesta aceptarlo.
Hace bastante tiempo que había pasado aquella noche en la que Toshinori y él habían estado juntos, abrazados entre las sabanas, sintiendo el simple dolor de estar para alguien y al mismo tiempo no poder hacer nada más que consolar heridas, que eran demasiado complicadas para tratar de si quiera pensar en poder arreglarlas con mediocres intentos de buscar lo bueno cuando no lo hay.
Ese tipo de herida, se cierran lentas y solas, con compañía y esfuerzo. Y eso es precisamente lo que Aizawa estaba haciendo en aquellos días, junto al rubio.
Sin cuestionar demasiado, el pelinegro se encontraba constantemente junto al chef, quien desde el momento en el que se había levantado en esa lluviosa noche, con ojeras marcadas y rastros de lágrimas secas en sus mejillas, le había regalado una rendida, pero feliz sonrisa, la cual prometía un esfuerzo que iba más allá de un ánimo del momento.
Eran los ojos de alguien cansado, pero decidido.
Es por eso que, lentamente, aquel local fantasma, de a poco iba recuperando la vida al igual que su dueño. El piso que crujía ante cada paso, fue reemplazado con esfuerzo por el rubio, quien, a pesar de las quejas del pelinegro, había decidido que cualquier arreglo que aquel lugar tuviese, seria mano propia.
Bueno, "mano propia "podría ser cuestionado, ya que a pesar de la obvia poca vocación que Aizawa tenía hacia el trabajo físico, no había duda que luego de ver a Yagi intentar mover uno de aquellos feos y pesados muebles por treinta minutos sin éxito, era suficiente para que Shouta también se pusiese a trabajar.
Todo mientras se quejaba en voz alta, por supuesto.
"¡Mi fuerza no es la de antes! ¡Tú eres joven, Aizawa-kun! ¡No es justo!"
Era lo que Toshinori decía ante el daño hacia su pobre y viejo ego, haciendo que a pesar de odiar el cansancio de tener que mover, sacar y reconstruir algunas partes, valiese la pena poder molestar a la persona que estaba acostumbrada a poder levantar tres mesas sin problemas en el pasado.
¿Qué podía decir Aizawa? Era divertido mirar de reojo al rubio, quien con una mirada que gritaba desdicha, terminaba de preparar alguna bebida que Shouta le pedía, ya que de nada servía tenerlo alrededor mirando mientras él simplemente trabajaba.
En un principio, la culpa era obvia, después de todo, los ojos azules siempre miraban impotentes la idea de que no pudiese ser de ayuda en la actividad que debería ser suya, ya que, a pesar de que Shouta había dejado claro que no le molestaba realizar las actividades que Yagi no pudiese hacer, esto no borraba para nada la naturaleza de no desear ser una carga de parte del rubio.
Eso era algo inherente de él, incluso irritante a veces, pero que con el tiempo Aizawa aprendió que lo peor que podría hacer, era darle un discurso cada día, ya que eso solo lo haría sentir todavía más culpable.
En cambio, la idea de molestarlo era mucho más entretenida, en especial cuando se encontraba trabajando y los ojos azules no se despegaban de él, sintiéndose la negatividad de sus pensamientos desde lejos.
ESTÁS LEYENDO
Como si merecieramos el mundo
FanfictionHabía un café en aquella esquina, escondido y algo maltratado. La pálida pintura amarilla se aferraba a la madera gastada de manera uniforme, a pesar de ser un lugar viejo, alguien lo había alquilado recientemente al parecer, e incluso había ido lo...