Aizawa Shouta estaba estresado. Así de simple se resumía su complicada vida.
Normalmente siempre diría que lo estaba, después de todo no por nada tenia la profesión que tenia pero por Dios que aquella semana, es más aquel día se había pasado al punto en el que Shouta quería poder noquearse a si mismo y simplemente blanquearse por unos segundos donde no tuviera estar pensando en su trabajo o en sus alumnos.
Los cuales venían de la mano por cierto.
Pero si tuviera que comenzar con su historia del por qué tenia ganas de poseer la capacidad de extraer su maldito cerebro de su cuerpo y darle una sola patada para que termine en algún basurero, lo mejor seria comenzar con un leve recordatorio de quien era.
Porque solo de esa forma no sucumbiría ante la furia y se tomaría el primer vuelo a alguna isla Africana donde lo tomaran como sacrificio a algún Dios que podía hacer que los vientos cambiasen.
Lamentablemente no podía culpar a nadie más que a él mismo por la situación en la que se encontraba, él había decidido que aquella era la opción más lógica a tomar por el resto de su vida y sabia bien las consecuencias que podía contraer su profesión.
Ser un critico de comida no es nada fácil.
La gente normalmente te odiaba, muchas de ellas pensando en cosas como "¿Cómo puedes criticar esa comida?" "Solo porque no se ajusta a tu paladar no significa que al de otros no" "No tienes tanta experiencia como este chef, no puedes criticarlo"
Cosas y cosas que venían engrapadas al lado de Shouta desde que se hizo conocido.
Lo que esta gente, hueca si le preguntaban, no entendía es que, los críticos –aquellos que tomaban su profesión en serio— eran mayormente chefs retirados o chefs que habían decidido participar en algún concurso o incluso gente con un buen paladar y tonelada de experiencia probando diferentes platillos alrededor del mundo.
En su caso, Aizawa era ambos. Nadie en su vida había pensando que lo haría, después de todo realmente nunca se mostro tan apasionado como muchos otros estudiantes del instituto donde había estudiado pero el tema era una sola cosa y era de hecho, la razón por la que Shouta había elegido aquel camino.
Y es que tenia talento y no uno general, sino uno tan especifico que le permitió que a los veinticinco años de edad convertirse en uno de los críticos más confiables y jóvenes del mundo y por ultimo a sus treinta años, hacerlo ver tan temible como algún veterano de la cocina.
Resumiendo un poco su explicación, su paladar era especial por asi decirlo. Con una sola probada de un platillo, podía saber que ingredientes poseía y las medidas que tenia de cada cosa, pero además de eso tenia la capacidad de saber si aquella comida se adaptaría al paladar general de la gente, determinando si tenia realmente futuro o no.
Era un plus que lo llevo a aprobar con facilidad la mayor parte de los exámenes. Aunque realmente tuvo que esforzarse en la parte de decoración y presentación y probar una y otra vez sus recetas hasta que estuviese satisfecho.
Todo eso lo había llevado a terminar donde estaba ahora. Como un aclamado y a la vez odiado critico y profesor de un instituto de cocina. Un estresado critico y profesor de cocina.
Y es que a pesar de que había descubierto hace unos años que enseñar a aquellos niños era algo que le...apasionaba –algo que realmente no le gustaba admitir— era realmente agotador, en especial en esta época del año. Cada otoño, la U.A se encargaba de evaluar miles de restaurantes, cafés y reposterías, en los cuales podían sus alumnos dar pasantías.
Por supuesto no todos podían hacerlo, solo aquellos con los mejores promedios de cada años estaban categorizados para hacerlo, lo cual a pesar de que sonaba como "menos" realmente había demasiados estudiantes todavía.
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Como si merecieramos el mundo
FanfictionHabía un café en aquella esquina, escondido y algo maltratado. La pálida pintura amarilla se aferraba a la madera gastada de manera uniforme, a pesar de ser un lugar viejo, alguien lo había alquilado recientemente al parecer, e incluso había ido lo...