3. Un comienzo inesperado

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Nada más entrar, una mujer que calzaba unos altos tacones se me acercó:

- ¡Hola!, Tú debes ser George Harrison, ¿Verdad?
- Eh... Sí. - respondí percatándome de que todos me miraban en aquel recibidor.
- Mi nombre es Jasmine. Desde hoy, seré tu nueva profesora de Artes. Acompáñame.
Asentí con la cabeza y sin despegarme mucho de ella, comencé a seguirle.
- A ver, chicos. Hoy os presento a un nuevo compañero. Él es George. A ver, George, cuéntanos un poco sobre ti: de dónde vienes, cuáles son tus aficiones...
- Eh... - titubeé. Pero, finalmente, me lancé. - mi nombre es George Harrison, y vengo de New York.
Un gran "¡Oh!" retumbó entre mis nuevos compañeros.
- ¡Vienes de la gran ciudad! - interrumpió una compañera.

Indianápolis era una ciudad pequeña en comparación con New York. Pero yo, al estar acostumbrado a mi antigua hogar, no era tan consciente de ello.

- ¡Qué va! - respondí restándole importancia. - New York es una ciudad como otra cualquiera. Sólo es más grande. Indianápolis también está muy bien. - sentencié intentando causar buena impresión entre los compañeros.
- ¡Sigue, George! Cuéntanos un poco sobre ti. - recordó la profesora.
- A ver... - dudé sobre si abrirme tan pronto ante mis nuevos compañeros. Temía parecer un bicho raro. Finalmente, arranqué: - me gusta mucho el Basket, y mi equipo favorito
... son Los Ángeles Lakers. Soy de New York, pero LeBron James, es LeBron James. - dije mientras se me escapaba una pequeña sonrisa.

Mi comentario cayó en gracia entre los compañeros, y una gran carcajada inundó la clase entera. Incluso, un chico del fondo, levantó su puño en señal de acuerdo con mis gustos.

- Muy bien, George. Puedes sentarte donde quieras. - concluyó la profesora.

Todo estaba saliendo bien. Pero, ahora tenía otro problema. ¿Dónde me siento? No conocía a nadie. Y me avergonzaba ir, compañero por compañero, preguntando si podía sentarme a su lado. Tras 10 largos segundos buscando un asiento con la mirada, la suerte se puso de mi lado. El chico que un momento antes había levantado el brazo me indicó que, a su lado, había un asiento libre. Me acerqué.

- ¡Hola, yo soy Lewis Brooks. Encantado de conocerte! - dijo el chico mientras me sentaba a su lado.
- ¡Encantado, Lewis!

Se le veía buen chico. Había sido el único en ofrecerme un asiento a su lado, y eso era de agradecer. Vestía de una forma parecida a como lo hacían mis amigos de New York. Un chándal azul y unas deportivas blancas. Y, en su cabeza, portaba una cinta como la que llevan algunos jugadores de la NBA. Parecía deportista.

- ¿Cómo es que has acabado aquí? - preguntó el chico.
- La empresa de mi padre cambió su sede. Tuvimos que mudarnos. Llegamos ayer.
- ¿Ayer? - preguntó un extrañado Lewis- Sí, ayer por la tarde.
- ¡Vaya, entonces aún no conocerás la ciudad!
- La verdad es que apenas he visto poco más que unos pocos rascacielos desde el coche. Hoy he venido hasta el Instituto ayudándome de Google Maps.
- Ja,ja,ja. - rió Lewis. - Si quieres, podríamos quedar esta tarde y te enseño un poco el barrio. Mi casa está a un par de manzanas de aquí.
- ¡De acuerdo! - Respondí emocionado. - Me parece una buena idea.

Por fin conocía a alguien en Indianápolis. Pensaba que jamás volvería a recuperar un ápice de la felicidad que disfrutaba en New York. Y, aunque aquello aún no tenía comparación, era un buen comienzo.

- A ver, chicos. Silencio, por favor. Basta ya de cháchara. Continuemos con la clase. - llamó nuestra atención la profesora.

Fueron sucediéndose aquellas interminables clases teóricas. Y yo, cada vez me sentía más cómodo dentro del ambiente de clase. Algunos compañeros se acercaron entre clases para interesarse sobre mi adaptación a la ciudad. Me sentía bien. Nada parecía tan oscuro como yo había pensado en un primer momento.

Llegó el recreo. Y cuando me disponía a quitarle el envoltorio a mi bocadillo, Lewis dijo:

- ¿Bocadillo? ¿Dónde vas con eso? ¡Aquí tenemos una gran cafetería llena de golosinas!, ¿Has traído dinero?
- No. Yo siempre he comido bocadillo en el recreo. En mi anterior Instituto no había cafetería. - respondí.
- No te preocupes, por hoy, te invitaré yo. Pero, no te acostumbres. - dijo Lewis guiñándome un ojo.

Me estaba dando cuenta de que, efectivamente, era un gran chico. Daba la sensación de que nos conocíamos de toda la vida. Yo no estaba acostumbrado a eso. En mi anterior Instituto, nadie te trataba tan bien como él lo hacía. Y menos sin conocerte de nada.

- Anda, ven conmigo. - dijo Lewis mientras me hacía un gesto para que le acompañase.
Al salir al patio, camino a la cafetería, observé que había una pista de Baloncesto.
- ¿Soléis jugar? - pregunté a Lewis.
- ¡Sí! Los días que hay partido, suelen anunciarlo en el tablón del pasillo que lleva al despacho del director. Justo al lado del pasillo de nuestra clase. Son partidos entretenidos. Hay alumnos que juegan muy bien.
- ¡Guau, me encantaría jugar!
- En el próximo partido, estarás en mi equipo. - dijo Lewis mientras posaba su mano sobre mi hombro derecho.

Llegamos a la cafetería y, Lewis, me invitó a sentarme:

- No te preocupes, yo traeré todo.
No habían transcurrido ni 2 minutos cuando apareció con las manos llenas de todo tipo de golosinas.
- ¿¡Todo esto?! - exclamé sorprendido.
- ¡Claro! Lo que nos sobre, nos lo comeremos en clase a escondidas.
- Ja,ja,ja, buena idea.
- Toma, un refresco. Es típico de aquí.
Al darle un trago no pude evitar abrir los ojos como platos y decir:
- ¡Madre mía, qué bueno está!
- ¿Crees que aquí beberíamos algo malo? Ja,ja,ja. - respondió un irónico Lewis.

Todo estaba saliendo a pedir de boca. Me gustaba este colegio. Los compañeros eran amables y se interesaban por mí. Y, ¡ya había hecho un amigo!

- Oye, Lewis, ¿cuál es tu equipo favorito de la NBA?
- ¡Los Indiana Pacers, son el equipo de la ciudad! Juegan en el Conseco Fieldhouse. No tenemos el nivel de los Lakers pero, en nuestro equipo, también hay grandes jugadores. Podríamos ir a ver algún partido.
- ¡Me encantaría ir! - respondí emocionado. - Yo nunca he visto jugar a mi equipo desde la grada. Siempre he sido de los Lakers pero, al jugar tan lejos de New York, nunca he podido ir a verlos. - sentencié cabizbajo.
- Pero, ¿Has ido a algún partido de la NBA, no?
- No, siempre los veo por la tele...
- Pues ¡ha llegado el momento! En unos días juegan los Indiana contra los Pistons, vendrás con mi padre y conmigo.
- ¿En serio? - mi cabeza se levantó como un resorte y abrí los ojos como platos, dirigiendo mirada directamente hacia Lewis. - ¿De verdad que puedo ir con vosotros?
- ¡Claro!
- Pero... No sé... Quizás no sea buena idea... - rectifiqué. - Vosotros llevaréis toda la vida yendo juntos. Estorbaría...
- ¡Bobadas! - restó importancia Lewis. - Cuantos más seamos, mejor. En compañía se disfruta más de los partidos. - apuntilló. - Además, un amigo de mi padre trabaja en el club, podríamos intentar que conocieses a la plantilla.
Casi me atraganto. ¡Me estaba diciendo que, quizás, podría conocer a una plantilla de la NBA!

En ese momento, sonó la sirena que daba por finalizado el recreo.

- Oh, vaya. Se acabó el recreo. Vamos, George, volvamos a clase.

Nos levantamos y abandonamos la cafetería.

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