Al cruzar de nuevo el patio para ir hasta nuestra clase, no pude evitar volver a fijarme en aquella cancha de Baloncesto y, particularmente, en esa canasta del tablero verde. Nunca había visto uno de ese color. Era curiosa. Ya me imaginaba con un balón entre las manos lanzando contra ella. En unos días, quizás, podría probarla en un partido.
Al llegar a la clase e ir acercándome hasta mi mesa, me di cuenta de que había una hoja de papel doblada sobre mi silla. No sabía qué podría ser. Y lo más extraño, ¿Quién lo había puesto allí?
- ¿Qué será? A ver, desdóblalo. - indicó Lewis señalando aquel papel.
Al desdoblarlo, en él podía leerse algo: "Mañana hay partido. Veamos de qué pasta estás hecho. ¿Acabarás llorando como una nenaza? Ja,ja,ja. T. P."En aquel momento, mi cuerpo quedó paralizado. No conseguía articular palabra. ¿Por qué a mí ese mensaje? ¿Se habría equivocado de destinatario? ¿Que significaba T. P.? Yo apenas conocía a nadie en el Instituto. Aún no tenía amigos, ¿ya iba a tener enemigos? Eran demasiadas preguntas.
Afortunadamente, apareció Lewis para disipar aquella tormenta emocional en la que me estaba viendo envuelto.
- No hagas caso. Seguro que serán algún graciosillo y su grupito de amigos. ¡Cómo odio cuando molestan a los nuevos! ¡Descubriré quién es ese cobarde que se esconde tras unas siglas!
- No, Lewis, por favor. No quiero problemas con nadie. Aquí no tengo amigos y podrían venir en grupo a por mí.
- ¡Claro que tienes amigos!
- ¿Sí? A ver, dime uno solo.
Lewis se recolocó apoyando su codo sobre la mesa y dijo:
- Yo. - un gran silencio se apoderó de la conversación durante unos segundos. - ¿Qué pasa, no te parezco buen amigo? - añadió con una gran carga cómica en sus formas.
Sonreí, y lo único que conseguí decir fue:
- Gracias, Lewis.
Aquello me salió del alma.
- ¿Gracias?, ¿Por qué gracias?
- Haces todo lo posible para ayudarme en mi adaptación y, ahora, me ayudas también en esto. No sé si merezco tanta atención... Al fin y al cabo, acabamos de conocernos.
- George, las buenas personas no necesitan conocer a alguien para ayudarle. Simplemente, lo hacen. A mí también me hubiese gustado recibir ayuda durante mis primeras semanas en este Instituto. Me he visto en tu situación y sé cómo te sientes.Aquel discurso fue más que suficiente. No hacían falta más respuestas. Nos sentamos, sacamos nuestros libros y volvimos a sumergirnos en las explicaciones de los profesores.
Al finalizar el horario de clase, mientras salíamos para volver a nuestras casas, Lewis dijo:
- Oye, George. ¿Quedamos esta tarde, te enseño un poco el barrio y jugamos un rato al Basket en una pista que hay cerca de aquí?
- ¡Buena idea!
- Pues a las 6 nos vemos en la puerta del Instituto, ¿de acuerdo?
- ¡Perfecto, aquí estaré!Nos despedimos chocando nuestros puños y cada uno tomó una dirección.
No había sido un mal comienzo. Había caído bien en clase y había hecho un amigo. Para ser el primer día, no estaba nada mal. Pero aquella nota me confundió. ¿De quién se trataría? ¿Qué buscaría con ese tipo de mensajes? Preferí no pensar demasiado y coloqué mis auriculares en el reproductor para después, continuar con la marcha hasta casa.
- ¡Oh, hola, George! - exclamó mi madre al oírme abrir la puerta. - ¿Qué tal el primer día de clase?
- ¡Muy bien! El Instituto es muy guay. Tiene cafetería, pista de Basket... Y he conocido a un chico, se llama Lewis. Esta tarde he quedado con él.
- ¡Pero, qué bien! - reaccionó mi madre con una desbordante ilusión. - Eso está muy bien, George. Anda, suelta tus cosas y vamos a comer.Preferí no decir nada de la nota. La conversación entre mis padres que oí la noche anterior, me hizo darme cuenta de que mi madre se preocupaba demasiado. No quería darle motivos para hacerlo.
Subí las escaleras y, al llegar a la puerta de mi cuarto, recordé aquel viejo trofeo que vi en el desván el día anterior. Me picaba mucho la curiosidad. Quería saber más sobre aquello. Quién era ese señor y por qué tenía ese trofeo. Y, aprovechando que mi padre estaba trabajando, y mi madre estaba en la planta baja, volví a subir.
Esta vez, la puerta estaba cerrada. Aunque, sólo necesité girar levemente el pomo para abrirla.
Allí estaba. En el mismo sitio en el que lo dejé el día anterior. Como si estuviese esperándome. Ayudándome de una linterna, comencé a acercarme. Y, a medida que lo iba haciendo, fui descubriendo un detalle que pasé por alto el día anterior: el tablero de la canasta era verde. Como el del patio del Instituto. Podría ser una simple casualidad pero, no era un color común en los tableros de Basket. Solían ser blancos o transparentes. Pero, no verdes. A pesar de ese detalle, no conseguía descubrir más acerca de aquel señor y, tras unos minutos intentando atar cabos sobre el trofeo, desistí.
Al dejarlo en el lugar en el que estaba cuando llegué, se me resbaló de entre las manos y cayó al suelo. Dado el peso del mismo, se formó un gran estruendo. Pero, en aquel momento, esa no era mi preocupación porque, al caer, el trofeo había quedado de lado, permitiéndome así, darme cuenta de que, bajo la peana que sostenía la canasta, había un mensaje escrito en un papel y pegado sobre la misma: «Si sueñas algo, sólo búscalo con todas tus fuerzas y se te concederá».
Aquel mensaje me dejó completamente perplejo. No tenía ni idea de qué querría decir. ¿Se refería a mí?, ¿Alguien habría dejado ese trofeo ahí para que yo lo encontraste, o sería una simple casualidad?En ese momento, el sonido de las zapatillas de mi madre subiendo las escaleras, me puso el corazón a 1 000. Sonaba demasiado cerca como para salir corriendo y que no se diese cuenta de que había estado ahí. Debía hacer algo. Agarré el trofeo y, a toda velocidad, lo guardé en la mochila que aún llevaba colgada. Entonces, llegó mi madre:
- ¿Qué haces aquí, George?
- Eh... nada. - Respondí sumido en un ataque de nervios. - Me picaba la curiosidad sobre qué habría en esta habitación. Pero ya me iba.
- Te dije que no podías subir aquí. Puede haber ratas. Nos lo dijo el señor Donovan.
- Lo siento, mamá. - dije agachando la mirada.
- Y, ¿Qué ha sido ese ruido? Me había parecido escuchar algo caerse.
- Eh... El reproductor de música. Se me ha caído el reproductor de música. Pero no le ha pasado nada. Está sano y salvo. - respondí intentando sonar convincente.
- Bueno, salgamos de aquí y bajemos a comer. Tu padre está a punto de llegar.Mi madre cerró la puerta y bajamos juntos las escaleras.
- Mamá, baja tú. Voy a soltar la mochila en mi cuarto. - dije mientras me apartaba del camino de las escaleras y entraba en mi cuarto.
Cuando oí que mi madre había llegado a la planta baja de la casa, saqué el trofeo de la mochila, abrí el armario y, tratando de esconderlo, lo coloqué al fondo del todo y lo tapé con una pila de camisetas.
Cerré sigilosamente la puerta del armario y salí rápidamente de la habitación para no levantar sospechas.Al bajar las escaleras, mi padre apareció por la puerta principal.
- ¡Hola, papá!
- ¡Hombre, George! ¿Qué tal ese primer día?
- Muy bien, papá. Cuando nos sentemos a comer, te cuento mi experiencia.Llegamos juntos a la cocina y nos sentamos todos a comer.
Tras explicarle a mi padre mis prematuras impresiones en el nuevo Instituto, terminamos de comer y nos sentamos en el sofá.
- Están repitiendo el partido de ayer de los Lakers. ¡Veámoslo!
- A ver, sube el volumen. - respondió mi padre.
Subí el volumen de la televisión y comenzamos a ver el partido.Justo al terminar el partido, el reloj marcaba las 17:45h. Había quedado con Lewis en la puerta del Instituto en 15 minutos. Me coloqué una camiseta para la ocasión, cogí una mochila para guardar las deportivas y enfilé la puerta de salida.
- Mamá, me voy ya. En 15 minutos tengo que estar en la puerta del Instituto. No vendré tarde.
- De acuerdo, George. Ten cuidado.Abrí la puerta y comencé a caminar hacia la puerta del Instituto. Aunque no se lo había dicho a Lewis, no sé si mi rodilla sería capaz de aguantar mucho movimiento. Pero, es que, lo único que ocupaba mi mente en ese momento, era que estaba ante mis primeras canastas en Indianápolis.
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La Nueva Vida
RandomRecién comenzaba el mes de Octubre del año 2017 cuando un chico tímido y fanático del Basket llamado George, junto con sus padres, se mudan a Indianápolis, dejando en Nueva York a todos sus familiares y amigos. ¿Conseguirá George adaptarse a su nuev...