5. El entrenamiento

11 2 0
                                    

Al aproximarme a la puerta del Instituto, me percaté de que Lewis ya estaba allí para recibirme.

- Hey, ¿Qué tal? - saludé cuando ya me encontraba a escasos metros de él.
- ¿Listo para machacar el aro?
- ¡Por supuesto! - Respondí convencido.
- Por cierto, bonita camiseta. - dijo señalando mi camiseta de los Lakers.
- ¡Gracias! La reservaba para un día como hoy, ja,ja,ja.
- Vamos, la cancha está aquí al lado.

Tras escasos minutos andando, llegamos a un pequeño parque con una cancha de baloncesto en el centro.

- Es aquí. - anunció Lewis.

Al lado de la pista, había unos pequeños bancos que nos sirvieron para dejar nuestras mochilas y enfundarnos las botas.

- Toma, he traído el balón. - dijo Lewis lanzándome la pelota. - A ver, lanza algún tiro que vea qué tal lo haces.

Acabé de ponerme las botas y me situé justo al límite de la línea para lanzar un triple, y lancé.
El balón entró como una gota de agua cayendo en un vaso. Completamente limpio. Sin llegar si quiera a rozar el aro.
Lewis quedó boquiabierto y exclamó:

- ¡Guau! Es increíble lo que acabas de hacer, George.
- No ha sido para tanto. - respondí mientras una pequeña sonrisa nacía de mi boca, a sabiendas de que había logrado un gran canasta.
- A ver, déjame probar a mí.
Le pasé el balón a Lewis y se dispuso a lanzar.

Se colocó a escasos centímetros de donde yo lo había hecho y lanzó.

Tras tocar ligeramente en el tablero, el balón volvió a colarse entre las redes.

- ¡Muy buena! - Exclamé. - Eres bueno, eh.
- Llevo muchos años practicando al Basket. Mi padre me apuntó de pequeño en el equipo del barrio.
- ¡Yo también juego desde pequeño! - respondí emocionado. - Un año, en mi antiguo colegio, fui elegido como el mejor jugador de la clase. A todo esto, tengo que contarte algo.
- ¿Qué pasa? - respondió preocupado.
- Ese tal "T. P.", me retó a un partido mañana, pero tengo un problema en la rodilla. De pequeño, me lesioné jugando, y jamás he sido capaz de jugar un partido completo. Puedo jugar unas canastas durante un rato, pero sin hacer demasiado esfuerzo. No sé si seré capaz de jugar... - Afirmé.
- No te preocupes. Cuando no puedas seguir, pide el cambio. En los partidos del Instituto jugamos 5vs5, y tenemos siempre a un jugador en el banquillo. Si lo necesitas, él jugará por ti.
- Vale. De acuerdo. Me quedo algo más tranquilo.
- Los amigos están para ayudar - me miró y sonrió Lewis, recordando aquel comentario que hice sobre que no tenía amigos. - Vamos a jugar un 1vs1 hasta que sientas alguna molestia en la rodilla.
- Buena idea. Eso me servirá para comprobar cómo está.

Nos colocamos para jugar y Lewis lanzó el balón hacia arriba para hacer el salto inicial.

Tras 10 minutos jugando, el resultado era de 15-15. Pero mi rodilla no podía más. Comencé a sentir un fuerte dolor que me imposibilitaba dar una mínima carrera. Decidimos parar.

- Lewis, ¿cuánto duran los partidos del Instituto? - pregunté mientras andaba cojeando hacia los bancos.
- El partido comienza cuando salen al patio los dos equipos completos, y acaba cuando suena la sirena que marca el final del recreo. Unos 25 minutos.
- Pfff... - Suspiré. - Mi rodilla no aguanta más de 15 minutos. ¿Qué haré?
- Ya te he dicho que no te preocupes. Si necesitas que alguien te sustituya, así lo hará.
- Pero Lewis, me han retado a mí. El duelo debe ser entre ese tal "T. P." y yo. Si yo no estoy, ¿qué sentido tiene el partido? - pregunté confuso.
- George, somos 5vs5. El partido es entre dos equipos, no entre dos jugadores. Si ganamos, ganas. Si perdemos, pierdes. Nunca un jugador, él sólo, ganó o perdió un anillo de la NBA. Ni un Mundial. Ni nada. El Basket es un juego de equipo.
- Bueno, tienes razón. - asentí.
- Anda, marchémonos. Esa rodilla debe descansar para mañana.

Cambié mis zapatos, me coloqué la mochila en la espalda y, a duras penas, comencé a andar para salir de aquel parque.

Al llegar de nuevo a la puerta del Instituto, paramos.

- Bueno, George, ¿tengo que acompañarte a tu casa o sabrás llegar tú solito? - preguntó un irónico Lewis.
- No te preocupes, sé llegar llegar solo. - respondí soltando una carcajada.
- Cuida tu rodilla, mañana la necesitaremos en plena forma.
- ¡Eso haré. Hasta mañana! - respondí mientras caminaba de vuelta a casa.

Al llegar a casa, seguía sintiendo aquel fuerte dolor en la rodilla y, ayudándome de la barandilla, conseguí subir las escaleras hasta mi cuarto y solté mi mochila. En ese momento, mi madre apareció en la puerta de mi cuarto:

- ¡Hola, George! ¿Qué tal te ha ido?
- Bien, mamá. Hemos jugado unas canastas en un parque cerca de aquí.
- ¡Cuánto me alegro! Por cierto, necesito que subas conmigo al desván un momento.

Al decir eso, tragué saliva. ¿Se habrían dado cuenta de que me había llevado el trofeo? Espero que no. De lo contrario, podría llevarme una buena bronca. Además, no quería que mi madre se diese cuenta de mi cojera, ya que, si al día siguiente me llevase al Hospital y no fuese a clase, quedaría como un cobarde delante de todos por no presentarme al partido. Eso no podía ocurrir. Tenía que ocultarlo.

- De acuerdo, mamá. Ahora subo.

Mi madre salió del cuarto y comenzó a subir las escaleras. Al oír cómo abría la puerta del desván y entraba, comencé a subir las escaleras como pude, ayudándome nuevamente de la barandilla.

- Necesito que me ayudes a mover estas cajas. Vamos a hacer limpieza en el desván y necesitamos despejarlo un poco.

Suspiré. No se habían dado cuenta de nada. Menos mal. Le ayudé a mover las cajas intentando que no se percatase de mi lesión y, al terminar, mi padre llegó para limpiar con mi madre aquel habitáculo. Disimuladamente, bajé hasta mi cuarto y me puse a hacer las tareas de clase.

Pasados unos 15 minutos, mi teléfono comenzó a sonar.

- ¿Quién es? - respondí a la llamada.
- ¿George? Soy Lewis. Tengo algo importante que contarte.
- ¿Lewis?, ¿cómo has conseguí mi número de teléfono?
- Eso ahora no importa. ¡Ya sé quién es T.P.!
- ¿Sí?, ¿quién es?
- Tom Parker.
- No me dice nada ese nombre.
- Es un chico de la clase de al lado. Un estúpido. Pero es el mejor jugador de Basket del Instituto. Su equipo lleva 40 recreos consecutivos sin perder. ¡40! Estamos perdidos, George. Nos van a machacar. - sentenció Lewis al borde del llanto.
- Lewis, tranquilo. Como dijo Kobe Bryant: "Si tú no crees en ti. Nadie más lo hará" - respondí intentando tranquilizarle.
- Déjate de frasecitas, George. No es momento.
- No nos metamos más presión de la que ya tenemos encima. Mañana saldremos a ganar y veremos qué pasa.

Incluso a mí mismo me estaba sorprendiendo aquella reacción. Pero no podía permitir que el miedo se apoderase de mí. Y menos aún, hacérselo ver a mi compañero.

- Tú sabrás, George. Tú reputación es la que está en juego.
- Asumiré las consecuencias. - respondí. - Por cierto, no me has dicho cómo has conseguido mi número. - remarqué.
- Lo he cogido de tu perfil de Facebook.
- Ah, vale. Lo dicho, tranquilidad y confianza. - Recordé mientras colgaba la llamada.

Intenté no pensar demasiado en aquella conversación y terminé las tareas.

La Nueva VidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora