7. El partido

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Allí estábamos. Frente a frente. A escasos segundos de comenzar el partido. Miraba hacia mi lado y sólo veía a gente desconocida... Y a Lewis. Confiaba en él. Tanto, que ni si quiera entraba en mis planes perder aquel partido. Aunque, quizás, me apresuré demasiado al pensar eso.

- Te voy a machacar. - Dijo Tom, mirándome fijamente a los ojos antes del salto inicial.
- No tengas tanta prisa, estúpido. El partido acaba cuando suene la sirena. Hasta entonces, cualquiera puede ganar. - dijo Lewis, saliendo en mi defensa.

Tom lanzó el balón hacia arriba y comenzó el partido.

No comenzamos demasiado bien. Pasaban los minutos y no conseguíamos acercarnos a nuestros rivales en el marcador. Entre otras cosas, por el repertorio de patadas, manotazos, empujones... que estábamos sufriendo.

A duras penas, conseguíamos mantenernos 8 puntos por debajo por debajo a falta de 10 minutos.

Me acerqué a Lewis y le susurré al oído:

- No puedo más, Lewis. Mi rodilla ha dicho basta. Necesito el cambio.
- ¿En serio? ¿No puedes aguantar? - respondió Lewis, preso del pánico.
- Lo siento, Lewis. No puedo seguir.
- Bueno, saldrá Logan en tu lugar. Ganaremos este partido por ti, George. Te lo prometo. - dijo Lewis, poniendo una mano sobre mi hombro.

Choqué la mano de Logan y salí de la pista.

La entrada de Logan dio un soplo de aire fresco al equipo. Era un jugador rápido y desequilibrante. Los rivales temían el 1vs1 ante él. Podría servirnos de mucha ayuda.

Mientras tanto, en el público seguían sonando los gritos de: "¡Tom, Tom!". Aunque, aquel ambiente tan hostil, no consiguió romper nuestra concentración.

El partido siguió su curso y, a falta de un minuto para el final, el marcador lucía un igualado 30-28 a favor de nuestro rival.

Todos estaban muy cansados. Cualquier fallo podría decantar la balanza para uno u otro lado.

En aquel momento, pasó lo peor que podría habernos pasado.

- ¡Aaaah! - el grito de Lewis hizo enmudecer a jugadores y público.

Lewis había tropezado y parecía haberse hecho mucho daño. Sus gritos de dolor retumbaban en todo el patio.

Me levanté del banquillo y fui como pude hasta donde estaba Lewis.

- Lewis, ¿estás bien? - pregunté preocupado.
- Creo que me he roto el tobillo. - respondió Lewis, articulando las palabras a duras penas.
- Yo saldré por ti.
- George, tú estás lesionado. Podrías acabar mucho peor. Deja que el partido acabe, no merece la pena. - dijo Lewis, tratando de convencerme.
- No permitiré que estos matones ganen. El mal nunca debe vencer al bien. Aunque sea el último partido que juegue, tengo que ganarlo. Lo haré por ti, amigo.

Lewis asintió con la cabeza y sonrió.

Me levanté y me coloqué en el terreno de juego. Quedaba un minuto y sólo dos puntos nos separaban de nuestro rival.

- Venga, sigamos. - dije animando a los compañeros a seguir con el partido.

El balón volvió a ponerse en juego y, nuestro rival, trataba de consumir segundos pasándose el balón. Parecía nuestro fin. Si el partido terminaba así, tendría que cargar con el desprecio de Tom y sus amigos durante el resto del curso.

O eso pensaban ellos.

Cuando el partido estaba a escasos 10 segundos de morir, el balón llegó hasta mí. Conseguí regatear a un rival, me situé justo en la línea de triples y me dispuse a lanzar.

Todos me miraban. Compañeros. Rivales. Público. El silencio se apoderó del momento.

Quedaban 5 segundos.

Tenía una sola oportunidad de cambiar mi destino en el Instituto.

Mi reputación pasaba por aquel lanzamiento.

Conseguí mantener la mente fría y miré hacia la canasta.

Coloqué el cuerpo y...

4... 3... 2... Lancé.

La pelota comenzó a volar aproximándose al tablero mientras el tiempo se consumía.

- ¡Siiiii!

Fue el grito que salió de todo el equipo.

El balón había entrado.

En ese momento, sonó la sirena que daba por finalizado el recreo.

El público enloqueció.

Habíamos ganado.

Había superado el reto.

Podría pasar el curso tranquilo. Sin que ningún matón me molestase.

- ¡Joder! - gritó Tom, lanzando bruscamente el balón contra el suelo. - Esto no va a quedar así, Harrison. Te arrepentirás. - dijo Tom mientras caminaba furioso hacia las aulas.

- No le hagas caso. ¡Lo hemos logrado! - dijo Logan mientras me abrazaba.

Todos mis compañeros se acercaron a mí y comenzaron a mantearme.

Parecía un sueño.

No sabía qué hacer.

Rebosaba emoción.

Tenía la sensación de que todo el mundo me quería.

Varios alumnos, a los cuáles no conocía de nada, se acercaron a darme la enhorabuena.

No cabía en mí de alegría.

Tras aquel momento de éxtasis, la profesora Jasmine se acercó hasta donde nos encontrabamos y nos mandó a todos a clase.

Camino al aula, el conserje del Instituto se acercó a mí. Aquello me confundió. No le conocía de nada. Nunca había hablado con él.

- Hola, ¿eres George Harrison, verdad? - preguntó aquel hombre. - Un señor con una larga barba blanca ha dejado esto para ti. No me ha dicho su nombre.

Me entregó un papel bastante arrugado y se marchó.

Desdoblé el papel y en él pude leer: "No ha estado mal, chico. Eres bueno. Te espero esta tarde a las 18h en la cancha del parque junto al Instituto.
A. D."

- ¿A. D.? ¿Quién es A. D.? No entiendo nada. ¿Qué no ha estado mal? ¿El partido? - me pregunté confuso. - Un señor con una larga barba blanca... ¡Sí. El señor Donovan! ¿Qué querrá? Y, ¿por qué tanto misterio?

Traté de asimilar lo que acababa de leer y me dirigí hasta la clase.

Al llegar, vi a Lewis con el tobillo vendado, cojeando hasta su pupitre.

- ¡Lewis, amigo! ¡Hemos ganado. Te lo dije! Te dije que lo haríamos por ti.

Fui corriendo hacia él y nos fundimos en un gran abrazo.

- Si no fuese por ti, no habríamos ganado. - dije señalando su tobillo. - ¿Cómo estás? ¿Te duele mucho?
- No te preocupes. Sólo lo tengo un poco hinchado, nada grave. - respondió con un leve sonrisa en su rostro.
- ¡Me alegro!

Le ayudé a sentarse en su asiento y saqué el papel que me había dado el conserje.

- Oye, Lewis. Mira esto. - dije desdoblando el papel.
- ¿Qué es?
- Acaba de dármelo el conserje.
- A ver, déjame leerlo.

Lewis leyó el papel y preguntó:

- ¿A. D.? ¿Quién es A. D.?
- Creo que es Arthur Donovan. El dueño de la casa donde vivo aquí en Indianápolis.
- Y, ¿qué es lo que quiere?
- No lo sé. Creo que está un poco chiflado. Aunque, ayer encontré un viejo trofeo de Baloncesto en mi desván. Tenía muchos años, y llevaba su nombre en una placa.
- ¿En serio? ¡Qué guay!
- Pero, no sé, tío. Me da un poco de miedo.
- Iré contigo.
- Lewis, tu tobillo no está bien. Debes descansar.
- No te preocupes, usaré muletas. Puede que nos hagan falta para defendernos de ese viejo chiflado.
- Ja,ja,ja. De acuerdo, nos vemos a las 17:55h en la puerta del Instituto.

Tras concluir la conversación, sacamos nuestros libros y comenzamos con la clase.

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⏰ Última actualización: Feb 20, 2021 ⏰

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