Todo era tan confuso que no sabía ni por dónde empezar a analizar.
Su bebé se había desvanecido; su vida está retrocediendo en lugar de avanzar y, por si fuera poco, parecía que solo ella era consciente.
Después de una silenciosa cena en la sala común, los jinetes se marcharon a sus respectivas cabañas. La mayoría ya se habían dormido. En cambio, una ojiazul no era capaz de pegar ojo.
—Zephyr... Mi pequeña... —lamentaba entre sollozos, convirtiéndose en una bolita en aquella cama en la que tantas noches pasó.
Lo único que pudo levantarle mínimamente el ánimo fue Tormenta, su vieja amiga. Volver a verla había hecho que se sintiera en casa, aunque no del todo.
Por primera vez en demasiados años, estar con Hipo ya no se sentía como estar en su hogar.
A lo largo de la tarde-noche él había estado intentando hablar con ella... en vano. Estaba distanciada. No quería mirarle, ni hablarle, ni mantener cualquier tipo de interacción con él.
Tenía miedo de volver a escuchar que ya no se acordaba de nada. Que todo en lo que Hipo se convirtió se había suprimido. Que... que ni siquiera recordaba a su querida Zephyr.
—¿Astrid?
La chica se incorporó de golpe.
—¿Quién te ha dado permiso para entrar? —sí, estaba desquiciada... y furiosa. Y odiaba ser así de cortante con el hombre que amaba... pero ya no sabía distinguir entre lo real, irreal, bien, mal...
—Pues... me he tomado la libertad de creerme con el derecho de pasar sin llamar —se recargó en el marco de la puerta—. Es una de las ventajas de ser tu favorito —dijo con arrogancia.
Sonrió. Por un momento, por una milésima de segundo, sintió que de verdad había regresado... y que él era real.
Y ese era el efecto Hipo, algo que amaba de él: da igual las circunstancias, él siempre la hacía sentir mejor, la animaba con su mera presencia.
—En realidad —caminó hasta ella y se sentó en el borde de la cama—, he venido porque estoy preocupado.
—¿Tú? ¿Preocuparte? Imposible —bromeó con la expresión teñida de melancolía.
Aun así, le sacó unas carcajadas al chico.
—Vale, ahora en serio, Astrid. Te noto rara, estás... diferente —ella apretó los puños, casi haciéndose sangrar—. Quiero saber qué te pasa, no me gusta verte así —apoyó una mano sobre su hombro.
Pero esta inmediatamente fue apartada de un manotazo.
Sorprendido, miró a los ojos inundados en lágrimas de su amiga. Y esta miró a los ojos preocupados de él.
—No eres real...
—¿Qué?
—¡No eres real! —ladró descargando su ira y frustración a puñetazos en el pecho del chico, dolida por la verdad de esas palabras— ¡No lo eres! ¡No eres mi Hipo! ¡Si lo fueras, no te habrías olvidado de todo! ¡¡No habrías olvidado a nuestra hija!!
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El Pequeño Hipo
FanfictionAbre los ojos. Vuelve a tu realidad o te quedarás atrapada en esta. ~~~~~~~~ Hay una fina línea separando la realidad de tu mente. Puedes cruzarla, pero asegúrate de que luego regresas. ~~~~~~~~ Los dioses castigaron aquellos que no murieron, aquell...