~Capítulo 2~

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Su hija, la hija que habían estado cuidando por diecisiete años hasta el día de su despertar, estaba preguntando por gente fallecida y por una realidad que ellos no comprendían

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Su hija, la hija que habían estado cuidando por diecisiete años hasta el día de su despertar, estaba preguntando por gente fallecida y por una realidad que ellos no comprendían.

Pero estaban al menos un poco más tranquilos de saber que su hija, quien junto con el resto de inconscientes despertó, no era la única que había estado soñando con una realidad diferente.

Todos afirmaban haber tenido una vida que, en realidad, no existía.

La Isla de Mema fue invadida años atrás, cuando la pequeña Astrid y el resto de su generación tenían no más de seis años. En el ataque, ella, sus viejos amigos y parte de los habitantes quedaron atrapados en un sueño profundo, el cual se denominaba como un coma. Tampoco entendían por qué todos los que cayeron inconscientes y no murieron en el acto fueron así de condenados.

Murieron varios soldados en su intento de proteger la isla. Protegieron a todos los aldeanos, incluidos los niños.

Sin embargo, no lograron protegerlos a todos y uno, solo uno de ellos murió.

En aquella realidad de la que su hija hablaba, un chico logró traer la paz a la isla y sellar un acuerdo con los dragones. Aquel chico con el que se metían y burlaban resultó ser la clave para poder vivir, y dejar de sobrevivir. Hizo nuevos amigos a los que llamaba también compañeros de batalla, conoció a sus enemigos, los enfrentó y derrotó y levantó una base desde cero en los confines del mundo. Conoció a su mejor amigo, perdió a su padre y una pierna, conoció a su madre presuntamente muerta y luchó hasta el final por proteger lo que más quería. Ese chico se enamoró, luchó por ese corazón hasta enamorarlo y finalmente se casó... tras una discusión algo incómoda sobre el matrimonio.

Eran unas personas totalmente distintas, habían cambiado y eran las maravillosas personas en las que se habían convertido gracias a aquel chico castaño de ojos esmeralda.

Era una rubia de ojos zafiro la que se había enamorado locamente de él, con la que se había casado y tenido una preciosa hija.

Esta ojiazul estaba orgullosa del camino que ambos habían tomado, de sus decisiones y del resultado de sus vidas. Con veintitrés años había dejado de creer en la tristeza y su vida, por fin, estaba completa. Sin embargo...

— ...¿Qué?...

La historia de lo que de verdad pasó la desorientó totalmente.

—Hija... todo ha sido un sueño. No te has movido de aquí en diecisiete años, te lo aseguro.

Su cabeza daba vueltas.

Todo había sido un sueño. Una realidad falsa, una realidad deseada.

La versión que sus padres la explicaron de la verdadera realidad, de lo que ocurrió el día de la invasión cuando tenían seis años dejó tan pasmada a la ojiazul que por un momento olvidó quién era ella misma. Tormenta, Desdentao, todos los dragones que habían conocido... nunca existió esa paz que Hipo trajo a los vikingos.

— ¿Dónde está Hipo? —insistía con seriedad— ¿Él también ha estado dormido? —a pesar de la dura noticia de que todo había sido un sueño, el amor de su vida y quizá su hija seguían ahí fuera.

Ambos adultos se miraron entre sí, indecisos de darle una respuesta.

Pero sabían lo que era mejor para ella. Si no se lo contaban ahora, tarde o pronto lo descubriría ella misma.

—El pequeño Hipo murió aquel día. Uno de aquellos invasores lo mató cuando abrazaba al cadáver de su padre.

De pronto, miles y miles de recuerdos atravesaron los ojos y mente de la chica con furia. De su pelo castaño, de sus verdes, profundos y sinceros ojos, de sus apenas notorias pecas, de su contagiosa sonrisa, de su voz llamándola contento...

Su mundo, toda la realidad, tanto verdadera como falsa se le cayó a los pies. Sus ojos desorbitados mostraron tanto la sorpresa por aquella información como puro horror.

Eso quiere decir... que... ¿Aquello que vio no fue una pesadilla?

Estaba confusa.

Todo lo estaba.

—No te preocupes, mi niña. Todos los que han despertado se encuentran igual que tú. Todos han estado soñando, pero os recuperaréis, ya lo verás...

—Dejadme sola —musitó rodeando sus rodillas con los brazos, aún con la mirada impactada.

Con pesar, abandonaron la habitación. Sabían que necesitaba tiempo para pensar.

Bocón, junto a sus amigos y su familia... eran las únicas personas reales que recordaba...y que sobrevivieron.

Murió aquel día.

Eso quería decir... Que todos sus recuerdos con Hipo... ¿eran falsos? ¿Productos de su imaginación?

Hipo está muerto, murió hace diecisiete años.

Era difícil asimilarlo. Muy difícil. Pero eso no significaba que no fuera cierto.

—Aaaaaaah —bufó con frustración escondiendo su cabeza entre sus brazos.

«¿Por qué... por qué me habéis hecho esto, dioses?»

Zephyr, Valka, Hipo, sus amigos, Heather, Bocón... todos habían estado actuando en su mente, proyectando una realidad completamente falsa.

...

«¿Por qué he visto a Hipo morir?»

...

«Hipo está muerto...»

...

Después de un par de horas intentando asimilar todo lo que estaba ocurriendo... y lo que ocurrió en el pasado, se levantó. No se molestó en prepararse, ni en limpiar su rostro lleno de lágrimas secas, ni en cambiarse de ropa.

Salió de la cabaña con la esperanza de encontrar aire fresco que respirar... de aire real. Pero todo lo que obtuvo fueron unas horribles vistas, otra vez.

El pueblo siendo fustigado por un grupo de invasores, que en su día fueron más fuertes que toda Isla Mema. Controlando cuánta comida se llevaban los aldeanos a sus casas, dónde estaban sus hijos, dónde descansaban las mujeres...

Estaba presenciando la cruda realidad. La verdadera realidad.

Vio a lo lejos a Mocoso, los gemelos y a Patapez saliendo de sus respectivas casas. La miraron, inmóviles por haber vuelto a ver a su vieja amiga. En cambio, ella arrugó la frente. No recordaba nada de su vida antes de aquel cambio de realidad. Solo recordaba que ellos fueron amigos desde los cuatro años, cuando se conocieron.

Y pensar que nadie, ni siquiera Bocón ni sus amigos habían conocido a Hipo como lo había hecho ella...

Veía todo el desastre en lo que el mundo se había convertido. Todo el desastre de mundo que era sin Hipo.

«Así que esto es un mundo sin ti...»

—Así que mi vida empieza... ¿ahora?

El Pequeño HipoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora