~Epílogo~

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— ¡Astrid! —protestó cuando la dragona de su amiga le lanzó espinas en mitad de una carrera

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— ¡Astrid! —protestó cuando la dragona de su amiga le lanzó espinas en mitad de una carrera.

—Ooh... perdón, ¿te has hecho daño? —se burló tomando la delantera.

— ¡Eres una tramposa! —rio, para luego bajar el talón y hacer que la cola de Desdentao les permitiera coger velocidad.

Era una más de las típicas carreras que a las que se retaban mutuamente de vez en cuando en el Confín. No tenían nada que hacer mientras Viggo no diera señales de vida, así que no encontraban mejor forma de divertirse y pasar el tiempo.

Por supuesto, no había nada más satisfactorio que ver la sonrisa victoriosa de la rubia cuando estaba en cabeza, de verla reírse y divertirse y de ver cómo su trenza volaba al ritmo del viento.

Por otro lado, ella no hacía más que mirar hacia atrás y ver a Hipo volando siempre el último.

— ¡Abadejo! ¡¿Acaso me estás dejando ganar?! —se quejó deteniendo a Tormenta para emparejarla con su dragón.

—No sé de qué hablas.

—Sabes perfectamente que odio que hagas eso.

—No, no. Es solo que... Desdentao está algo perezoso hoy, ¿verdad, amigo? —él le gruñó enfadado en respuesta.

—Oye, no le eches la culpa al dragón —rio la chica—. Lo que pasa es que estás empanado, vaya sorpresa.

— ¡¿Ah, sí?! —esbozó una sonrisa maliciosa para, instantes después, acelerar de golpe y continuar la carrera.

— ¡¡Hey!! ¡¿Ahora quién es el tramposo, eh?!

—Jajajaja —rio a carcajada limpia.

Su risa. Esa risa.

Fue lo último que escucho antes de abrir los ojos de golpe... de nuevo.

Soltó un suspiro cansado mientras se incorporaba en la cama y se frotaba la frente.

Ya era la octava noche que se despertaba. Y estaba agotada porque, una vez se despertaba, ya no podía conciliar el sueño otra vez.

Salió de la cabaña para caminar un rato y despejarse. Su transición a esta realidad estaba siendo más dura de lo que jamás había pensado. Sobre todo por la dolorosa pérdida de aquellas personas a las que amaba. Era incapaz de pensar un solo segundo en Hipo, pero a la vez tenía miedo de olvidarlo para siempre y perder todos sus recuerdos...

Porque, literalmente, él vivía en ella.

— ¿Insomnio? —preguntó una no muy grave voz desde atrás.

Otra vez, un recuerdo la vino a la memoria.

Soltó un suspiro.

—No hay una sola noche que no sueñe con él —respondió rendida.

El Pequeño HipoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora