—Me demostrarás de lo que eres capaz tú sola.
Miré a Papá y le sonreí ladino, mirando hacia cierto pasillo delante de nosotros en donde venía un joven pelirrojo caminando con bastante rapidez de una forma furiosa. Estábamos frente al despacho de mi Sapfirovyye glaza, él tenía la puerta abierta para que pudiéramos ver toda la escena.
—Ahí viene mi primera jugada, Otets.
Papá observó cómo el joven entró al despacho de Seth y sonrió ladino al deleite del teatro que nos mandaríamos el día de hoy.
Hoy comienza la cacería de cerdos.
—¡¿Por qué mierda no me dijiste que sacaste a mi hermana de Atwood?!
Seth se encontraba tranquilamente sentado detrás de su escritorio, le dio una mirada furtiva al pelirrojo y siguió con sus papeles.
—Buenos días.
Dylan enfureció aún más—. ¡Contesta, cabrón! —gritó—. ¡No tienes ningún puto derecho!
Seth se levantó de golpe y apoyó ambas manos en el mesón del escritorio, haciendo que Dylan retrocediera asustado. Solo un imbécil con ganas de morir se atrevería a provocar a semejante hombre. Mi hombre. Uff. Qué orgullo me da decirlo.
—¿Qué no tengo derecho? —preguntó Seth peligrosamente bajo—. Yo soy el único de la familia que de verdad quiere protegerla. Así que no me vengas con mierdas.
—Soy su hermano —siseó Dylan entre dientes—. De sangre.
Seth tensó la mandíbula y sacó una carpeta blanca para ponerla frente a él, sin decir una sola palabra. Dylan lo miró extrañado y tomó la carpeta en sus manos, leyendo el historial médico de Anette, que él mismo modificó incontables veces, cambiando las dosis que le daban los médicos a unas más altas, dejándola completamente dopada. Cambió los resultados de los exámenes, dando cifras negativas en vez de positivas. Cambió los reportes de los psicólogos, ocasionando que Anette recibiera más tratamiento del que recibía.
—Anette debió salir de aquí hace años —dijo Seth tenso—. Pero tú te encargaste de que no fuera así. Confié demasiado en ti y dejé a Anette en tus manos dentro de Atwood. Mi puto error.
Dylan apretó la carpeta en sus manos mientras sus ojos se volvían rojizos y vidriosos.
—Mi pregunta es, ¿por qué?
—¿Por qué va a ser? —preguntó de vuelta Dylan sombrío—. El único lugar donde puedo verla y tenerla es aquí. Si Anette salía de aquí... Se iría con Caym.
Papá me miró y sonrió ladino, como diciéndome "si, labios de cereza se iría conmigo si eso sucedía".
—¿Y qué tiene de malo? Es su vida, Dylan. Anette ya es mayor de edad, puede decidir qué hacer con ella —dijo Seth frío.
—Es esquizofrénica, Seth —apuntó tenso—. Tiene que estar a cargo de alguien por el resto de su vida. Y esa persona tengo que ser yo. Soy su hermano.
—Un hermano que estuvo de acuerdo en venderla. Vaya... —rió—. Sí que la quieres, cabrón.
Dylan enfureció—. ¿Dónde está? ¿Dónde la tienen?
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LA FLOR DE LA MUERTE © #1
Mystery / ThrillerMuertes. Es lo único que quiero. Quiero destruir. En mi sangre llevo el arte de asesinar. No quiero perdonar. No quiero dar misericordia. No quiero una maldita tregua. Quiero que se arrastren en mi Infierno. Mi Sed de Sangre me exige venganza...