🗡 GLAVA I 🗡

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BRATISLAVA, ESLOVAQUIA. 



Angustia.

Fue lo primero que sentí al recordar sus miradas depravadas sobre mí. ¿Qué estaban tramando?

Confusión.

Fue lo segundo que sentí. ¿Por qué me estaban haciendo esto?

Y luego... vino el maldito dolor.

Ellos me desgarraron en cuerpo y alma.

Tic, toc. Las agujas del reloj se movían hacia la hora en donde mi desesperación me hundía en un abismo sin retorno... Y solo una cosa corría en mi mente: Debía ser rápida.

Pasos a lo lejos. Y luego nada.

Mi corazón se disparó de angustia y nuevamente me pregunté cómo es que había llegado a esta situación en tan solo un par de días. Una real mierda. ¿Mis padrinos se habrán dado cuenta de mi ausencia? ¿Me estarán buscando? ¿Qué hay de papá? ¿Qué hay de mí Sapfirovyye glaza? No... Él no tiene modo de saber en dónde estoy...

Ojos azul zafiro.

Rápidamente guardé la carta que estaba haciendo debajo de mi almohada cuando escuché pasos acercarse. Me detuve en silencio y escuché nuevamente esos mismos pasos, pero esta vez alejándose. ¿Y ahora? ¿Se habrán arrepentido? No se oyó nada más. Joder... mi ansiedad se incrementaba aún más ante el crudo silencio. Mis pasos me llevaron a pasearme de un lado a otro en la pequeña y descuidada habitación. O mejor dicho, la habitación que ellos hicieron en el ático para mí. Estaba nerviosa, ya pronto darían las tres de mañana y era la hora exacta en donde los cerdos aparecían...

—No creo que lo hagan —susurré mientras veía el viejo reloj de pared—. El vejestorio está aquí. No se atreverían... ¿Verdad?

El pomo de la puerta se movió y las sombras de sus cuatro figuras aparecieron por el rabillo de la puerta. Mierda. Corrí hasta el colchón y me metí bajo las colchas, tapándome hasta la cabeza y rogando para que la traba que le había puesto a esa puerta funcionara.

Ding dong.

Dieron justo las tres de la mañana.

Todo mi cuerpo entró en tensión cuando la puerta estaba siendo abierta de forma silenciosa para después oír el fuerte sonido de la tabla cayéndose, dejando la puerta sin protección alguna. Uno de ellos soltó una maldición ante el ruido, y después se oyó el sonido imperceptible de cuatro pares de zapatos ingresando en la habitación. Maldición. Sentí como unos cautelosos pasos se acercaban lentamente hacia mí, y cerré mis ojos con fuerza en una vaga ilusión de que creyeran que estaba dormida para que se fueran, pero mis esperanzas se vinieron abajo cuando sentí un cuerpo meterse dentro de las cobijas junto a mí.

Resiste. Después de esta noche no los volverás a ver... A menos a que sea para contarles las putas cabezas. Sigue el plan, solo aguanta por estos minutos... Así te escapas para ir con...

—Lilith.

Adam.

Odio mi nombre viniendo de ustedes, en especial de ti. Suena tan... asqueroso y sucio.

LA FLOR DE LA MUERTE © #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora