Sin importar los riesgos que implicaba bajar a la tierra para ofrecerle compañía y que sus sentimientos crezcan en contra de todo.
Era algo que valía la pena pasar.
Y mientras pueda escuchar su voz junto a la lira, no había de que preocuparse.
♡ #6...
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—Muy bien, pequeña, ahora ve con tus papás.
Antes de que la niña hiciera caso a lo que la ángel dijo, alzó sus brazos, haciendo que la castaña la cargara y una vez lo hizo, la abrazó con fuerza.
—Cuídate y dile hola a tu novia.
Jennie sonrió con ternura y la abrazó de vuelta.
—Con gusto lo haré, princesa.
Finalmente, bajó a la niña y corrió dentro de la cafetería, viendo un lindo encuentro entre ellos.
Estuvo viendo sonriente a la familia, adentrándose a sus pensamientos de que daría todo por estar igual que ellos.
¿Que pasaría cuando sus alas dejaran de funcionar por completo?
¿Y si le pasaba lo mismo que a NaYeon?
Eso no podía ser posible, su sentencia ya estaba definida y no podían ocultar algo más sobre éste.
¿O si?
¿Por qué se estaba preocupando por algo así?
Sonrió con tristeza y se devolvió a la terraza.
Algo en ella se estaba saliendo de las manos y era el no sentirse afectada por su destierro. Tal vez en el fondo tenía la esperanza de que algo en el cielo cambiase y que su castigo fuese reversible.
Que tontería es pensar eso.
Después de años, se dio cuenta que el castigo se basaba en que las cosas sean tan lentas, con tal de que sea tortuoso, aun sin aplicar el dolor.
No pensó que perder sus alas le afectaría a tal punto.
Y lo que había decidido tampoco estaba yendo como quería.
Estaba contra viento y marea en plena tormenta, donde no sabía ya como llevar las cosas y sentirse completamente segura sin depender de la rubia.
Depender...
¿Que haría si la rubia no estuviese?
Probablemente nada.
Jennie realmente se sentía bien cuando estaba junto a Roseanne, nadie lo podía negar, aquella rubia era la luz y la chica de sus ojos, su otra mitad.
Y como si la hubiese llamado, las manos de la rubia cubrieron sus ojos.
—Hay un ángel por ahí que me gustaría ver, ¿Sabes donde está? Es que me enamoré y necesito decírselo.
La castaña rió con ternura y se dio la vuelta, quitando con delicadeza las manos de su cara.
