𝐃𝐈𝐄𝐂𝐈𝐍𝐔𝐄𝐕𝐄

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El corazón de Soonyoung latía a gran velocidad. Intentaba volver a comunicarse con Mínghào, mientras aguardaba sentado en el porche de su casa a que sucediera algo, sin embargo, nada pasaba y el alfa no contestaba.

Todavía seguía sin comprender qué era lo que había ocurrido o cómo era que habían llegado a esa situación. Todo era tan confuso.

Y los nervios le carcomían por dentro al pensar en que Mínghào llegaría en cualquier momento creyendo que, quizás, el corría peligro. Cuando, en realidad, el único tipo de peligro que corría era el de atraparse una gripe por estar afuera de su casa en pleno invierno, esperándolo. O al menos, eso aseguraba Soonyoung.

El omega no tenía ni la menor idea de las razones de Mínghào.

De pronto, el silencio sepulcral del desastroso barrio se vio afectado por el sonido de un par de motores rugiendo. Soonyoung se paralizó, y en cuestión de segundos el rastro de neumáticos quedó grabado en el asfalto por las bruscas maniobras de aquellos vehículos al frenar.

Soonyoung quiso reírse, porque habían armado semejante escena totalmente en vano, mas no lo hizo. No ansiaba que los tipos pensaran que había sido una broma de él y que lo acabaran fusilando por querer hacerse el chistoso.  

Así que se mantuvo serio, y sólo se puso de pie cuando diviso a Mínghào bajarse de uno de los autos. Llevaba puesto uno de sus típicos trajes, los cuales anunciaban con gracia a que clase social pertenecía. El alfa comenzó a acercarse a él al tiempo que observaba con precisión a su alrededor, tal vez buscando la pieza que faltaba para entender el por qué Soonyoung estaba suelto allí, en vez de estar maniatado y amordazado en contra de su voluntad.

—No hacía falta todo esto, Mínghào. No es lo que, por alguna razón, creíste — le aclaró Soonyoung desde las escaleras de su porche.

El alfa lo escuchó, pero no pareció del todo convencido, pues continuó indagando con la mirada el sitio, e hizo una señal con una de sus manos para que sus hombres bajaran de los vehículos.

—¿Hay alguien adentro? — preguntó.

—Mi mamá. Pero escúchame, no hay nadie que me quiera hacer daño, ni nada por el estilo. No sé por que has armado todo esto —comunicó nervioso mientras observaba a los matones de Mínghào acercarse.

—¿Por qué habrías llamado entonces? —cuestionó el alfa, parándose frente a él, mirándolo con especial atención. Le tomó las muñecas despacio para examinarlas, advirtiendo que no habia rastros de magulladuras en ellas.

Soonyoung se quedó sin aliento cuando Mínghào se aproximo aún más hacia a él, olfateándolo. Su pulso volvió a descontrolarse, y sin poder evitarlo aspiró profundo, absorbiendo el encantador aroma del alfa por instinto. Él sabía que Mínghào tan sólo lo habia olisqueado para detectar el olor de algún otro alfa impregnado en su piel, y por primera vez en su vida Soonyoung agradecía no haberse acercado a ningún otro en tanto tiempo. 

支配: 𝘀𝘂𝗯𝗹𝗶𝗺𝗲 𝗱𝗼𝗺𝗶𝗻𝗮𝗰𝗶ó𝗻 |𝙝𝙖𝙤𝙨𝙤𝙤𝙣Donde viven las historias. Descúbrelo ahora