Tal y como dije antes, yo estaba embobado. Un día, todo terminó para mí en esa burbuja de una manera abrupta, traicionado y culpado por cosas que no había hecho. Estaba completamente destrozado, pero al mismo tiempo algo "enorgullecido" de no haber cometido errores de los que me arrepintiera y demostrando ser mejor que aquella persona.
Empecé a salir con alguien queriendo "sacar el clavo con otro" pero sólo hice las cosas peor. No obstante, en ese periodo hubo un día en que, sin quererlo, Angélica y yo tuvimos un momento de química aún más grande.
Un día bastante común en ese trabajo en el que no me gustaba estar, le envié un mensaje a Angélica para vernos. Me dijo que se sentía mal y le dije que fuéramos a comer algo.
Cuando por fin salí, pude verla sentada. Se veía normal y de pronto, rompió en llanto. Como aquella vez de la fiesta. No recuerdo bien que me comentó, salvo que se sentía mal por lo que había vivido durante la separación (cosa que yo entendía muy bien).
La llevé a comer Ramen a mi sitio favorito. Imaginé que algo calientito y llenador le vendría bien para el corazón, y así fue. Durante la comida hablamos un poco y le enseñé también un poco sobre cultura japonesa. Luego, para bajar la comida decidimos caminar y terminamos paseando camino a su casa.
Mi memoria debe ser un asco, porque no recuerdo mucho de lo que hablamos, pero recuerdo que hubo un momento en que nos detuvimos y nos abrazamos. Química 2.0, hermosura máxima. Ese día terminó cuando la dejé cerca de su casa.
Desearía poder decir que ahí empezó todo entre nosotros y terminó lo malo, pero... no. Unos días después, aún en negación con esa primera persona y saliendo con la segunda, me rompí.
Sentía que no cabía en ningún lugar, me sentía atrapado a hacer algo que detestaba toda mi vida solo por la necesidad de "gustarle" a esa primera persona, de "recuperarla". No podía ser más estúpido. Las cosas se pusieron peor y al final, luego de un mal día, rompí en llanto de la nada, solo.
No sabía quién era, no sabía dónde estaba ni a dónde iba, no sabía qué hacer, así que solo me senté a llorar en una banqueta. No pude hacer mucho más y unos días después de ese episodio, decidí dejar ese empleo y decidí apartarme de ambas personas. Las dos con bastantes problemas, algunos por mi culpa y otros por el sentimiento de responsabilidad que comía a alguien.
Luego de eso, estuve flotando, queriendo sanar. Así que tomé unas semanas para atenderme psicológicamente y relajarme, buscar nuevos horizontes en actividades personales y volver a estar en control de mi vida.
Cuando por fin pude soltar todo, curiosamente, Angélica estaba ahí de tal manera que todo parecía mágico o... destinado. Pero, no quería dejarme llevar, tenía miedo de arruinarlo, de no ser suficiente.
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No todo es perfecto...
RomanceUna novela corta sobre cómo se construyen cimientos fuertes aún con mucho en contra.