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—Ah, no, —fue lo primero que dijo Sicheng una vez que entró a su habitación. —no te voy a permitir hacer eso, levántate.

Yangyang hizo una especie de sonido de queja, enredándose entre las cobijas de su cama y fingiendo que su mejor amigo no estaba en su habitación reclamándole.

Sicheng chasqueó la lengua y tomó un extremo de la cobija para jalarla y deshacer al tacoyang, haciendo que Yangyang rodara por su cama con rapidez hasta aterrizar en el suelo con un golpe seco.

Afortunadamente, toda la casa de los Liu tenía el suelo alfombrado, de lo contrario eso habría sido muy doloroso.

Yangyang, todavía en el suelo, no hizo ningún sonido, como muerto y Sicheng se vió obligado a dar la vuelta a la cama de su mejor amigo, sólo para encontrarlo acostado en el suelo en posición fetal.

El mayor suspiró, sentándose en el filo de la cama para mirar a su mejor amigo, que se autocompadecía a pesar de haber sido él el causante de su propio mini cuadro depresivo. Yangyang se sentía como un idiota y, ¡hey! No es como que no lo sea o no sepa que lo es, pero odiaba ser así, es decir, ¿no podía ser una de esas personas normales que frente a su crush sólo se pone nervioso y ya? ¿A fuerzas tenía que ser tan idiota como para tratarlo mal?

—Fuiste tú quien le dijo que no querías ser cercano a él, —Yangyang lanzó un quejido lastimero, como de perrito, Sicheng le dió una patada y el menor se quejó más fuerte. —¿o me equivoco? Te dije dile que quieres ser su amigo, no aléjalo más y mándalo a la mierda.

Yangyang volvió a lloriquear, todavía en el suelo, Sicheng rodó los ojos y tomó una de sus almohadas para golpearlo en la cabeza.

—¡Levántate, imbécil!

—¡No me llames imbécil! —Yangyang se puso de pie para regresarle el golpe.

—¡Pues no te comportes como imbécil! —Sicheng volvió a golpearlo y entonces comenzó una guerra de almohadas, una sin fundamento alguno, pero que ayudó a que Yangyang desquitara su frustración.

Le dió un último golpe a Sicheng antes de caer sentado en su cama, en completo silencio, el mayor suspiró y se sentó junto a su mejor amigo, poniéndole una mano sobre la espalda, mientras Yangyang temblaba y sollozaba un poco.

Era difícil para él expresar sus sentimientos y lo odiaba muchísimo. Había tantas cosas que le gustaría poder decirle a Kunhang, como el que ama su cabello y su sonrisa, que le parece adorable cuando muerde los bolígrafos, que su sonido favorito en todo el mundo es su voz, que adora sus ojos y que desearía poder acunar su rostro entre sus manos y besarlo hasta perder el oxígeno.

Que está enamorado de él. Pero es difícil, sobre todo porque sabe que será rechazado, aunque no está seguro de que la razón por la que jamás se declara es porque tenga miedo al rechazo. Ha sido rechazado antes, varias universidades le dijeron que “lamentablemente no podemos aceptarlo porque no cumple con nuestros requisitos” y tuvo que buscar empleos, en todos le dijeron que no hasta llegar con su padre, que obviamente lo aceptó, así que sabía de los rechazos, aunque dudaba seriamente que se pareciera en algo.

Si apareciera un genio que le concediera tres deseos, probablemente pediría poder confesársele a Kunhang.

Después un lamborgini y tal vez una mansión en Dubái.

—Iré a trabajar, —respondió Yangyang finalmente, poniéndose de pie y caminando hacia su clóset para sacar el estúpido uniforme de marinero. Sicheng suspiró. —gracias por venir, Winko.

—Oh, no. —Sicheng se colgó de su brazo y luego le sonrió. —Iré contigo.

—¿Para qué?

Sicheng no respondió, pero una vez que llegaron a la heladería resultó evidente lo que haría. Kunhang estaba limpiando el mostrador y ya llevaba puesto su uniforme. Yangyang también quisiera poder decirle que se ve guapísimo, aún con ese estúpido uniforme de marinero.

Sicheng se rió a su lado al verlo babear y luego corrió a sentarse en una silla de la mesa del área de sólo personal, que tenía la puerta abierta porque Kunhang la había trabado con otra silla.

—¿Qué harás? —Preguntó muy a su pesar, recargándose frente a su amigo en la mesa. No quería que Sicheng se quedara, no tendría sentido que primero se quejara de los amigos de Kunhang y después dejara que su amigo se quedara.

—Hay una técnica milenaria que nunca falla, —Sicheng miró por el rabillo del ojo como Kunhang al fin se daba cuenta de su presencia, mirándolos con la intención de saludar, sin embargo se detuvo cuando Sicheng tomó una de las manos de Yangyang con un gesto muy... Coqueto. —así que ahora, sonríeme, yo sé que tú sabes cómo.

Yangyang se rió. En serio lo hizo, sonrió como Sicheng le dijo que lo hiciera.

¿Acaso estaba intentando darle celos a Kunhang?

Candy ⇢ HenYangDonde viven las historias. Descúbrelo ahora