Había una pequeña historia, una que hablaba de un hilo rojo y almas gemelas; una que decía que por más que ese hilo se enredará, por más que estuvieran lejos, ambas personas destinadas: almas gemelas se encontrarían.
" ¿Y tú crees en las almas geme...
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Gon movía sus pies con impaciencia, de un lado a otro, sentado en aquel banco. No sabía porque su mamá y papá le habían dicho que se quedará ahí, pero bueno, él sería buen niño y se quedaría sentado ahí.
Pronto vio del otro lado de aquel jardín a una cabellera... Roja,
¡Woooow!
Eran tan roja como la sangre o como esas rosas rojas que a su tía tanto le gustaban. Miro con curiosidad que aquella niña con vestido verde lo veía con esos ojos llenos de curiosidad y ahí se sorprendió aún más.
Sus ojos eran de diferente color, mientras que uno era totalmente azul el otro era de un color rojo camersí. Vio como la niña miraba de un lugar a otro como si buscará algo al no verlo sonrió y corrio hacia la banca dónde estaba sentado.
- ¡Holaaa! -habló con una sonrisa de oreja a oreja que hacía cerrar sus ojos formando media lunas.
- Hola -hablo algo tímido.
- ¿Tú eres el hijo de Meisho -sama, verdad? -la niña se acercó a él con evidente emoción.
- Si -respondió.
- ¡Lo sabía!, ¡lo sabía! -dio saltitos en su lugar mostrándose feliz, Gon no pudo dejar de mirar sus ojos que formaban media lunas o esos hoyuelos en los cachetes -. Kurapika me deberá esas galletas, oye, oye -la niña lo miro está vez seria.
- ¿Por qué estás aquí solo?, ¿no tienes frío? -preguntó con duda, puesto que ahora mismo estaban en inviernos y aunque no eran inviernos tan feroces aún así se sentía la brisa fría, la nariz roja de aquella niña era una prueba de ello.
- Algo -respondió.
- Oh, oh -la niña tomó la muñeca del pequeño jalandolo para que caminara con ella -. ¡Entonces vamos a adentro!, ¡te llevaré a la cocina, ahí hacen ricas galletas!
- N-no puedo -el niño de cabellos en punta la veía sorprendido, no podía irse -. Mamá dijo que debía quedarme aquí.
- ¿Meisho -sama? -la niña lo miro con el ceño fruncido -. Iremos solo un ratito -la niña hizo una seña con los dedos juntando el índice y el gordo.
- Pero -
- No te preocupes, yo cuidare de ti -la niña se mostró orgullosa de si misma sin embargo el pobre moreno lo sabía que hacer.
- No me has dicho tu nombre -dijo.
La niña se comenzó a reír, Gon no sabía que era lo gracioso pero de verdad que le gustaba cuando sonreía. Era una niña muy tierna.
- Tienes razón, soy Mizuki -la niña sonrió.
- Soy Gon -el niño sonrió, y como si esto hubiera sido una invitación la niña lo jalo consigo para esto el pequeño Gon se dejó hacer entrando al palacio de aquel Reino.