Valentine Day

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Satoru inhaló el dulce aroma proveniente de la cocina, ansioso por ver qué le había preparado su novio antes de ir a la universidad. Al llegar a la cocina no pudo evitar sonreír, pues vio que en el horno había una nota pegada que decía: "Por favor, se un adulto responsable y come el curry primero, no los postres".

—Mi amado Yuuj, si quieres que coma algo más que dulces, entonces no deberías preparar los postres. —Pensó en voz alta.

El peliblanco abrió el horno para toparse con un aroma dulce que le despertó aún más el apetito. Allí, en la bandeja, estaba una tarta de queso recién preparada. Se apresuró a tomar unos guantes para sacar la tarta, procedió a sacar la mermelada del refrigerador y también tomó una cuchara.
Una vez enfrente de la tarta, untó la mermelada en la superficie de la tarta y comió como sino hubiera mañana. A cada mordisco sentía la mezcla de yogur y queso derretirse en su lengua, incitándolo a comer más hasta que masticó algo extraño.

De su boca sacó un pedazo de papel, que contenía un dibujo de Yuuji con un globo de texto diciendo: "Que mal adulto eres. Al menos tuviste la inteligencia de no tragarte el papel, glotón".
Satoru puso una mano en su frente, avergonzado de que su novio se adelantara a sus acciones sin equivocarse.

Escuchó el pitido del teléfono fijo y se preparó para el regaño.

—Sabes que llegarás tarde a tu trabajo por entretenerte con esa tarta, ¿verdad? —Dijo Yuuji.

—Sí, Yuuji-kun.

—Hazme un favor y lleva el curry para el trabajo. No te atrevas a engañarme, porque Suguru-san me dirá todo.

Satoru hizo un puchero, a sabiendas de que Yuuji podría imaginárselo porque eso hacía cada vez que lo regañaba por su consumo excesivo de dulces.

—Satoru... —Le llamó—. ¿Tanto te gustan los dulces?

—Sí, Yuuji-kun. —Respondió sintiéndose un poco culpable—. Debo irme o me despedirán, te amo.

—Y yo a ti.

Después de colgar, fue a toda prisa a su cuarto, vistiéndose con lo primero que le pareció decente y dejó su casa mientras rezaba para que su jefe se apiadara de él.
Al llegar al trabajo vio a Suguru negar levemente desde su escritorio y supo que estaba salvado.

—El viejo no ha llegado, ¿cierto? —Le dijo—. Me salvé por poco.

—Satoru, es la quinta vez que llegas tarde en este mes. Si el jefe estuviera aquí, ya estarías recogiendo tus cosas.

—Pero no es así.

—Tuviste suerte, pero nada garantiza que será así las próximas veces. ¿Sabes los problemas que le causarías a ese chico, Yuuji, si pierdes tu trabajo? Con el dinero de su beca no podrá mantenerlos a los dos.

—Lo sé. —Murmuró el peliblanco.

—Y si lo sabes, ¿por qué rayos sigues llegando tarde?

—No es culpa mía. Yuuji-kun siempre me prepara postres para traer al trabajo y... —Suguru le hizo una seña para que guardara silencio.

—Exactamente. Los prepara para que los traigas aquí y los comas durante el descanso, pero tienes tan poco autocontrol que llegas tarde por querer comerlos en tu casa. —Dijo Suguru con molestia—. Es culpa tuya, no de él.

—Se supone que deberías estar de mi lado, querido amigo de mi infancia. —Reprochó Satoru.

—No puedo estar del lado de un glotón. —Le dijo su amigo, quien comenzó a teclear en su computadora—. Me siento mal porque ese chico tiene que lidiar contigo todo el tiempo.

El resto de la jornada se quedó meditando sobre esas palabras hasta que llegó el descanso y supo que estaba jodido.

—¿Qué le darás a Yuuji? —Preguntó Suguru mientras destapaba un recipiente con yakisoba.

—¿Darle qué?

—Bromeas, ¿no? Es San Valentín, Satoru.

Dejó caer su vaso con agua al escuchar aquello. Pensando en que por eso su novio había preparado un postre más grande que de costumbre.

—No puede ser, Suguru. —Dijo preocupado—. ¿Qué hago? Yuuji me preparó esa tarta y yo olvidé por completo este día. Se va a enojar y no tendremos sexo.

El pelinegro golpeó su frente con los palillos.

—¿Es que sólo piensas en sexo y dulces?

—No... Bueno, tal vez.

—De verdad que no entiendo cómo Yuuji puede amarte. Siendo él más joven y atractivo, pudo tener a cualquiera y te eligió a ti, el hombre más glotón y pervertido que conozco.

—¿Es halago o insulto? —Preguntó Satoru con burla y Suguru volvió a pegarle con los palillos—. En vez de pegarme, deberías ayudarme a pensar en qué puedo hacer por él en este día.

—Llévalo al cine, le encanta ver películas ¿no?

—Imposible. Ya hemos visto todas las de la cartelera.

—¿Flores?

—Es muy cliché, ¿no crees?

—¿Chocolates?

—Me los comería en el camino.

—¿Una cena romántica?

—La última vez confundí azúcar con sal.

—¿Qué tal si... —Suguru hizo una breve pausa— ... piensas tú mismo? ¡Ya que estás descartando todas mis ideas!

Al final, Satoru no encontró algo que pudiera darle a su amado Yuuji y regresó a casa con tristeza.

.

.

.

Cuando llegó supo que había algo raro. La cocina olía a dulces, pero no había ninguno, ni siquiera en el refrigerador.

—¿Yuuji? ¿Dónde estás?

Satoru esperó una respuesta en vano. Mientras subía las escaleras, notó que había restos de betún y eso le pareció extraño, sobre todo porque a Yuuji no le gustaba que la casa estuviese sucia.

—¿Yuuji? —Volvió a llamarlo, pero otra vez no obtuvo respuesta.

A cada paso que daba, más dulce olía. Todo aquello le parecía una tortura, porque no podía encontrar la fuente de tal aroma hasta que estuvo frente a su cuarto, cuya puerta estaba abierta.
En la cama, estaba su novio desnudo con dulces cubriendo cada centímetro de su cuerpo.

—¿Satoru?

—Yuuji...

—Feliz San Valentín, Satoru.

—Yuuji... —Repitió al tiempo que se acercaba a la cama—. ¿Mi regalo... no era la tar-ta de esta... mañana?

El peliblanco trató con todas sus fuerzas de ocultar la emoción, pero su hablar lo traicionaba. Con su amado Yuuji cubierto de dulces, su imaginación voló casi sin querer.

—Yo... Yo no tengo un regalo para ti.

—¿Sabes qué sería un buen regalo, Satoru? —Le dijo Yuuji—. ¡Que te apresures a probar estos dulces, porque llevó diez minutos así!

—Feliz San Valentín, Yuuji-kun. —Canturreó—. Esta será una experiencia inolvidable.

Satoru sonrió al terminar su frase, desnudándose tan rápido como sus manos nerviosas le permitían. Pensó en que Suguru tenía razón, él era el hombre más glotón y pervertido que pudiera conocer, pero Yuuji lo amaba así y eso era todo lo que importaba. 

Antología GoYuuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora