Fallen Angel

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Estoy de pie en el balcón de nuestras inseguridades, donde el eco de tus risas aún no acaba y me recuerda lo mal que me va sin ti. Las fotografías con las que tapizamos nuestro escondite están desgastándose lentamente, igual que mi corazón ante tu ausencia.

Mi abuelo solía decir que somos instantes. Pequeños momentos maravillosos de la vida que nos enseñan a saborear la libertad, justo como tú hiciste conmigo. Las lecciones que me brindaste han sido tatuadas en mi corazón con la tinta-sangre que lloré por ti.
Si cierro los ojos ahora, seré capaz de sentir el último beso que le dedicaste a mi frente junto con la calidez que me hizo fundirme en tus brazos hasta dormir; esta es nuestra casa, todos nuestros sueños siguen esperándote.

Te amo. Este sentimiento me mata a cada segundo. La soledad es aún más dura cuando estás enamorado, ahora lo tengo claro. Muchas de las cosas que hice contigo fueron mis primeras veces, mis primeras experiencias... Debí percatarme de que eras un maestro de la vida, así habría aprovechado más tus enseñanzas.

Tu alma incauta está sentada en el balcón de nuestras inseguridades. Me sonríe con descaro, mostrando los perfectos dientes que siempre me hacen suspirar; creo que estoy alucinando.
Me acerco con sigilo y busco a ciegas un tacto que no debería existir, pero allí está. Las manos de tu alma se entrelazan con las mías, con la calidez que sólo a ti te pertenece. El hueco de tu ausencia se está llenando lentamente, dime, ¿es esta tu aparición final?

El cielo nocturno se empaña con mis lágrimas, las nubes también te extrañaban.  Pongo el oído en tu pecho y juraría que escucho el latir de tu corazón, deseo con todas mis fuerzas que no me sueltes porque si te vas una vez más, ya no sabré qué hacer.
Entre todo este acto producto de mi imaginación, recuerdo el último día en que te vi de verdad. Fue un día antes de tu cumpleaños, tenías que visitar a un cliente que te llamó con urgencia; me prometiste que volverías antes del anochecer, pero lo único que volvió fue el polvo del ser que alguna vez fuiste.

Te dije que no fueras, cariño. Por lo menos esa vez debiste hacerme caso. Siento las manos de tu alma acariciar mi cabello, trayéndome de vuelta a la realidad. Lo hacen con dulzura, acunándome sin necesidad de cantar y antes de rendirme por completo decido observar el cielo.

Cuando apenas estábamos conociéndonos solía mirar el cielo y decirte que ese era tu hogar, porque para mí, siempre fuiste un ángel. Sin embargo, en aquella fatídica noche, tus alas te fueron arrebatas y caíste en un destino cruel donde me abandonabas.
Pienso que Dios le concedió a tu alma una última oportunidad para estar conmigo, con alguien que claramente no merece tu amor. Veo cómo te desvaneces y con ello mi alma también, porque ha decidido abandonar este cuerpo que se niega a avanzar sin ti.
Mis párpados cada vez son más pesados y mi temperatura desciende drásticamente, pero tu voz sigue llamándome "Yuuji-kun", tan lindo como siempre.

Siento tu alma brillar contra mi cuerpo, engulléndome lentamente. Sé que mi hora ha llegado y no puedo evitar sentirme la mar de feliz, ya que pronto seré un ángel caído junto a ti, Satoru. 

Puede que esta historia carezca de sentido, pido perdón por eso

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Puede que esta historia carezca de sentido, pido perdón por eso. Decidí narrarla de una manera que la muerte pareciera bella, espero que lograran comprenderla. 

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