Alcohol

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En el interior de una cabaña vieja y olvidada se escuchaban a diario lamentos, gritos y cosas que se rompían. Los árboles y animales eran los únicos testigos del dolor que la persona viviendo allí padecía.

—¡Sentimientos de mierda! —Se escuchó un grito desde la cabaña—. ¡Estoy harto de verte cada que cierro mis ojos, Itadori Yuuji!

El sonido de un vidrio rompiéndose se hizo presente y luego llegó un llanto interminable. Aquel hombre dentro de la cabaña se llamaba Gojo Satoru, quien era un leñador solitario sufriendo por la persona que más amaba en el mundo.

Llevaba aproximadamente un año en tan lamentable situación. Antes de perder a Itadori Yuuji, Gojo Satoru era un leñador excelente, siempre bajaba al pueblo para vender la madera recién cortada y entablaba conversaciones divertidas con las personas a su alrededor. Sin embargo, una vez que la desgracia sucedió; trabajar, alcoholizarse, llorar y destruir las cosas de su cabaña se había convertido en su nueva rutina.

—¡Aún te amo! ¡Te amo más de lo que amo a mi trabajo! —Volvió a gritar—. Pero no puedo, Yuuji. ¡He intentado con todas mis fuerzas asquearme del recuerdo de tus besos y hartarme de repetir tu risa en mi mente!

Se escuchó claramente otro cristal roto y finalmente, Gojo Satoru salió de la cabaña. Tenía el cabello enmarañado y grasoso, signo de que no había tomado una ducha en bastante tiempo; los ojos rojos e hinchados, en sus manos apretaba los fragmentos de un vaso de cristal mientras que un líquido oscuro goteaba.

El peliblanco finalmente soltó los fragmentos de cristal y se tiró al suelo, quedándose completamente dormido en posición fetal. Para cuando despertó, estaba limpio y acostado en lo que parecía ser su cama.

—¿Pero qué...? —Musitó Satoru, tallándose los ojos.

—Finalmente despiertas, Gojo Satoru. —Habló un hombre desde el rincón más oscuro de la habitación—. Por un momento creí que estabas muerto.

—Sería mejor así. —Respondió—. ¿Por qué estás aquí, Ryomen?

—He recibido quejas, Satoru.

—¿Quejas? —Repitió burlón—. ¿De quién? ¿De los animales que habitan este bosque?

—De los vecinos del pueblo. Me han dicho que cuando llegas a entregar la madera, les gritas y que, además, apestas a alcohol.

—Mi trabajo no te incube, Ryomen.

El hombre llamado Ryomen salió del rincón y Satoru deseó que no lo hubiera hecho. En apariencia era completamente igual a Yuuji, con el cabello rosa palo y los ojos marrones, incluso casi medían lo mismo.

—Tienes razón. Tu trabajo no me incumbe, pero estoy aquí porque Yuuji me lo pidió.

—Yuuji...

—Dime, ¿de verdad has gastado tus días emborrachándote y maldiciendo a mi hermano? ¿Cómo crees que él tomaría todo esto?

—Tú no lo entiendes, Ryomen. No puedes comprender mi dolor.

—No, no puedo. Porque tú perdiste a un novio y yo perdí a un hermano, la magnitud de nuestros pesares jamás será igual.

Satoru bajó la mirada, avergonzado de sus palabras.

—Yo... quiero volver a estar con él, Ryomen. —Habló—. Quiero regresar a los días que compartíamos en esta cabaña, quiero besar su espalda y que me pateara porque odiaba eso. Y por eso lloro cada día, arrepentido de no haberme dado cuenta de lo que le sucedía.

—Nadie lo sabía, ni siquiera yo. —Le dijo Ryomen—. Yuuji era un poco egoísta con sus asuntos porque no le gustaba preocupar a los demás, así que, decirnos sobre lo poco que valoraba su vida, no estuvo nunca en sus planes.

—Cada segundo que paso en este lugar es una tortura. A donde quiera que vea, él está. ¡Ni siquiera soy capaz de ir al sótano porque fue ahí donde se quitó la vida!

Satoru apretó la sábana de su cama al tiempo que lloraba tan fuerte como lo había hecho durante un año, sólo que con la diferencia de que no estaba consumiendo alcohol.

—Alcohol. Necesito alcohol, Ryomen.

—Ya no hay, Satoru. Me deshice de todo.

—¡¿Lo tiraste?! ¿Cómo pudiste hacerlo? —Exclamó el peliblanco—. ¿Sabías siquiera que ese licor de café lo preparó Yuuji? En cada trago sentía como si él estuviera conmigo. ¡No tenías derecho a tirarlo! Lo preparaba con tanta dedicación, Ryomen. Se levantaba temprano cada día para moler el café y poder preparar el licor.

Satoru observó un punto vacío de la habitación. Ante sus ojos estaba Yuuji tomando su rostro entre sus manos que olían a café, mientras él sonreía y le decía que amaba ese aroma. Entonces Yuuji lo besaba y susurraba el procedimiento para hacer el licor porque a Satoru le parecía sexy escucharlo hablar de algo en lo que era experto.

Merecías a alguien mejor, Yuuji. A alguien que se percatara de lo más profundo de tus pensamientos. —Pensó—. Y en su lugar me tuviste a mí, un leñador idiota que se excitaba al escucharte explicar una receta.

—Satoru, no puedes seguir viviendo así. —La voz de Ryomen lo sacó de sus pensamientos—. A él no le gustaría verte sufrir de esta manera.

—¿Y qué puedo hacer? ¿Fingir que nada de esto sucedió?

Ryomen negó con la cabeza.

—Avanzar y vivir por él. Si tanto te gusta el licor de café, lo haré para ti.

—Incluso si todo esto es por Yuuji, estás siendo muy amable. —Le dijo Satoru con una media sonrisa.

—Créeme que tengo ganas de golpearte en la cara.

Satoru se carcajeó, limpiándose las lágrimas y pensó en que vender el licor de café no sería mala idea. Al fin y al cabo, era una idea que había tenido con Yuuji cuando aún estaba vivo. Entonces, por un segundo, le pareció ver a su novio abrazando a Ryomen mientras hacía gestos burlones y Satoru supo que aprobó sus planes.

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—¡Bienvenido a la Licorería Itadori, donde la cafeína es nuestra especialidad! —Exclamó Satoru—. ¿En qué puedo servirle?

—Me gustaría probar el licor de café, pero descafeinado. —Contestó una mujer de cabello celeste—. ¿Cómo se llamaba?

—Ah, ¡quiere un licor without Yuuji! ¡A la orden! —Exclamó nuevamente Satoru—. ¡Ya oíste, Ryomen! ¡Quieren probar tu especialidad!

Ryomen que estaba en la barra de licores levantó el dedo medio y rió. Aquel nombre le parecía ridículo, pero quedaba extrañamente bien con la bebida, porque para ellos la vida sin Yuuji era como una vida sin cafeína: extremadamente aburrida. 

Antología GoYuuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora