Capítulo V

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Había caído la noche en Grecia donde Nashira salió del cine molesta, ¿la razón? La película no fue mucho de su agrado y había perdido 3 horas de su tiempo ahí sentada en la sala, no solo sus amigos estaban solos, sino que había un escándalo en la sala como niños gritándose y arrojándose palomitas de maíz y no era todo, sino que podía escuchar susurros lo suficientes audibles de unos tipejos que había atrás que estaban comentando sobre la película, ya que esta estaba basada en un cómic, era tan irritante que tenía ganas de salir corriendo de ahí, pero no pudo hacerlo ya que como era una chica que no se rebajaba de esa manera a sus impulsos, tuvo que tomar una decisión, aguantar.

Sus amigos salían tras de ella tratando de perseguirla, pero esta se detuvo en seco y de un movimiento rápido se giró para encarar a su par de amigos:

–Solo les diré que nunca iré a ese sitio en mi vida, perdí tres horas de mi tiempo– dijo con tono de voz molesto a la vez que les dio la espalda para reanudar su camino.

–Nashi-chan, espera, no seas amargada– dijo Jinmen.

–Hermano es en vano–

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En otra parte, Aioria estaba preparando la cena mientras que sus hijos miraban la televisión sobre una serie infantil que daban a esas horas, en eso la puerta se abrió bruscamente, era Saga que extrañamente no venía ebrio donde se sentó en una silla del comedor y los niños de forma disimulada se retiraron a su cuarto:

–Saga, viniste temprano, ¿te sirvo?–

–A veces jajajajaja...–noto un incómodo silencio:–Era una broma, sírveme– dijo molesto ya que su broma no sirvió para aligerar el ambiente.

–Toma– dijo dejándole el plato en la mesa.

–¿No les vas a servir a nuestros hijos?– pregunto al ver que va a comer solo.

Aioria no dijo nada, pero estaba a punto de hablar cuando Saga hablo de nuevo:

–Llama a nuestros hijos y de paso sírvete, ¿acaso no puedo comer con mi familia?–

–Si... en un momento– dijo para irse a buscar a sus hijos.

Aioria fue a la habitación de sus gemelos y en cuanto abrió, encontró a sus hijos en un rincón:

–Niños, su padre los llama porque quiere cenar con nosotros, vamos– dijo con tono comprensible y maternal.

–No tenemos hambre mama– dijo el menor.

–Niños, por favor, vayan a cenar con su padre o si no se enojara– dijo entre severo y miedoso.

En cuanto el hijo mayor iba a protestar fue interrumpido por la voz de su padre Saga:

–¿A qué horas va a cenar? ¡NO VOY A ESPERAR UNA ETERNIDAD EN ESPERARLOS!–

–Se los dije, niños, vayan por favor– dijo Aioria retirándose, seguido de sus hijos.

En silencio, Cosme y Damián se sentaron en lo que su madre les servía, no levantaron la cabeza para nada y mucho menos dirigirle una palabra a su padre. La familia comía con una enorme tensión en el ambiente y en un silencio sepulcral hasta que la voz del peliazul era cortado como si fuera una navaja:

–Aioria, ¿Cómo va mi hijo en tu vientre?–

–Bi... bien, tiene 2 meses y 2 semanas– respondió.

Abre los ojos, AioriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora