Capitulo II

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Han pasado 14 años y las cosas han cambiado, una de ellas es que una chica de cabellos castaños largos estaba peinado en una coleta y a la vez adornado con un moño de color rojo y vestida con un traje de entrenamiento de color morado, pero a la vez su rostro estaba cubierto con una máscara plateada con motivos morados, se encontraba entrenado en el coliseo con 4 aprendices de santo femenino mientras era observada por sus padres, el patriarca Kiki, Saori Athena y los demás santos de viejas generaciones, pero de distintos rangos.

Ella no era la única entrenando ya que algunos hijos de los santos dorados y bronces entrenaban igual desde las 5 a.m. hasta a las 9 a.m., hora en que la diosa Athena decidió poner fin al entrenamiento.

La chica de cabellos castaños estuvo de acuerdo:

–Bien, descansen y mañana continuaremos con el entrenamiento, pero les advierto que será severo, así que prepárense– advirtió colocando ambas manos en sus caderas.

Las aprendices solo se limitaron a darle una respetuosa reverencia y se retiraron para irse al campamento de santos femeninos, ya que ellas entrenaban para ser aspirantes a santos de bronce y estas estimaban mucho a su maestra, ya que ella es una santo de oro y eso les daba una inspiración para seguir con sus severos entrenamientos.

En cuanto se fueron, dos hombres de cabellera castaña oscura con tez color canela y otro de cabellos negros con reflejos verdes con tez pálida se aproximaban hacia la castaña:

–Bien hecho Nashira– felicito el de cabellos negros con una pequeña sonrisa a lo que la adolescente asintió.

–Pero debes moderarte, apenas esas chicas seguían tu ritmo– dijo el castaño.

–Padre, estoy comprobando si ellas merecen estar en las filas de Athena o por el contrario solo ellas están aquí conmigo obligadas o por mero capricho–

–Hija, aunque lo veas de esa manera, estoy seguro que ellas están haciendo lo posible para obtener sus armaduras siguiendo cada una de tus reglas, del cual yo estoy orgulloso que seas una santa leal a nuestra diosa–

–Gracias padre, tratare de no ser tan dura– dijo comprensiva.

–Bien, es hora de que nos vayamos a desayunar, necesitan energía para mañana– dijo el pelinegro con tono maternal.

–Está bien madre/ Como digas Shura– dijeron al unisonó para después retirarse de la arena.

Como Nashira es una santo de oro, tenía todo el privilegio de ir a desayunar con sus padres sin necesidad de ir al campamento de los santos femeninos, ella llego al templo de Capricornio para asearse mientras que sus padres se establecieron en el templo de Sagitario. La muchacha se despojó de su máscara revelando un hermoso rostro de facciones femeninas con un par de berilos por ojos, heredados de su padre Aioros.

Se despojo de sus ropas de entrenamiento revelando así un cuerpo delgado y tonificado con una piel morena sin rastro de cicatrices debido a sus entrenamientos a una edad temprana para obtener la armadura de Capricornio, cosa que hizo y "destrono" el puesto de su "madre", donde este se mudó al templo de Sagitario y ella paso a ser la guardiana del templo de Capricornio.

Cuando termino de bañarse, se vistió con una blusa amarilla de tirantes y unos pantalones cortos verde oscuro hasta los muslos para después calzarse unas sandalias de color café y después peinar su larga cabellera marrón y dejarla suelta para después adornarla con su distintivo moño rojo que antes era la banda de su padre.

Salió del templo fresca no sin antes colocarse su máscara y después irse al templo de Sagitario, en cuanto llego sus fosas nasales captaron el aroma a tortilla española que había hecho su "madre":

–Hola Nashira, aquí esta tu desayuno, sé que es tu favorito– dijo Shura.

–Gracias madre– dijo sentándose quedando de espaldas de la puerta principal, para después despojarse de su máscara y degustar de su desayuno a lado de sus padres.

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En otro lugar, en una casa demasiada apartada del santuario, vivía un castaño claro que hacia el desayuno para su esposo que se encontraba dormido en el sillón debido a la ingesta de alcohol, cuando termino se dirigió a despertarlo haciendo que este se despertara de forma brusca:

–¿QUÉ QUIERES AIORIA?– grito.

–El desayuno ya está listo Saga– dijo con voz temerosa.

–Ya era hora– dijo con tono molesto para después levantarse, pero le embargo un mareo que lo hizo tambalearse.

–Déjame ayudarte...–

–¡Apártate, no me toques!– exclamo empujándolo y haciéndolo caer al suelo:–Yo puedo hacerlo solo– dijo para después irse al comedor.

Aioria se levantó del suelo no sin antes frotar con delicadeza su vientre de 2 meses que se encontraba inquieto:

–Tranquilo mi niño, tu papa está un poco cansado, todo está bien– susurro con los ojos vidriosos para después irse al comedor con su marido.

Así era la vida de Aioria donde ninguna persona en su sano juicio desearía, ya que el se había enamorado perdidamente del peliazul y haciéndolo enceguecer de amor sin escuchar las advertencias que sus amigos y de su propio hermano que le decían, haciendo que el castaño claro se hiciera de oídos sordos y alejarse de ellos para siempre e irse con el amor de su vida.

En esos 14 años muchas cosas habían pasado, al principio Saga era una persona muy atenta hacia el león, dándole presentes y muchas salidas por distintas partes de Grecia, incluso afuera. Cuando se casó, fue el día más feliz de su vida, pero a la vez el inicio de su pesadilla ya que el comportamiento de Saga comenzó hacer irritable y a la vez agresivo, salía por las noches sin el consentimiento del menor donde a la mañana siguiente regresaba ebrio siendo el menor el punto de ser el blanco de las golpizas que el mayor le propinaba.

Un día como cualquiera, Aioria había quedado encinta y eso lo había puesto feliz pensando que un hijo cambiaria la vida de ambos, pero una tarde cuando Saga había llegado algo temprano de lo habitual y algo ebrio, era el momento de contarle la buenas nuevas.

Cuando se lo conto, Saga se había quedado en shock, pero después reacciono dándole un feroz puñetazo en el vientre haciendo que Aioria se retorciera de dolor en el suelo, Saga poco le importo su estado y se fue devuelta a la calle dejando al menor en el suelo con una hemorragia que escapaba de su entrepierna, había perdido al bebe.

No era el primer aborto que había tenido en su vida, sino tres abortos, pero Saga le perdono el cuarto embarazo donde nacieron unos gemelos varones idénticos a Aioria, pero ellos también se convirtieron en el blanco de Saga y los pobres niños preferían permanecer escondidos de su padre por el temor de golpearlos.

Volviendo a la realidad, Saga había terminado su desayuno y se dispuso a dirigirse a la puerta de salida:

–¿A dónde vas Saga?– pregunto el león.

–¡Qué te importa!– escupió para después dar un fuerte portazo.

Triste, Aioria se levantó de su lugar para dirigirse al cuarto que compartían sus pequeños, abrió la puerta encontrando a sus angelitos despiertos con sus pequeños rostros llenos de miedo:

–El... ¿Ya se fue?– pregunto temeroso el hermano mayor.

–Ya... pueden salir a desayunar–

–Mami, por favor, quiero irme de aquí– dijo el niño más pequeño con lágrimas en sus ojos abrazando a Aioria.

–No mis niños, verán... su padre está un poco estresado y dentro poco estará bien– dijo con una falsa sonrisa.

Los niños solo pudieron asentir, su "madre" siempre les decía lo mismo, pero siempre terminaba igual, a pesar de tener 5 años, eran muy inteligentes y sabían que Saga jamás, jamás de los jamases cambiaria.

Y así era la vida de Aioria y sus hijos a lado del hombre de la casa más toxico del mundo en un infierno llamado hogar.

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Abre los ojos, AioriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora