Capítulo 18

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Decidí salir de los parámetros del bosque en busca de agua. Me puse los guantes que había en la mochila y seguí caminando hasta salir del bosque. Caminé por lo menos dos horas y seguía sin haber salido de ese conjunto de árboles y plantas. Me encontré con algunos animales, como ratoncillos, pájaros pequeños y distintos roedores inofensivos. No tenía sentido matarlos ya que no tenía hambre y seguro que habría más por ahí. No necesitaba cargar con nada más peso por ahora.

Finalmente empezaba a haber menos y menos árboles, que terminaron en otra llanura con más espesor de nieve. El cielo despejado dejaba a los rayos del sol reflejar en la nieve, dándole ese efecto brillante. Me di cuenta de sus reflejos en la nieve, cuando me percaté en las bandas reflectantes que portaba en la ropa y la mochila. Ese mismo efecto resplandeciente de la nieve también se aplicaba a ellas, por lo tanto sería fácil distinguirme desde lejos gracias al reflejo del sol. Decidí deshilachar los hilos cortándolos con uno de los cuchillos hasta arrancar las bandas de todos los sitios que pude. Por suerte fue bastante fácil y no causé ningún agujero. Seguí con mi camino por la llanura, alerta con el cuchillo en mano en todo momento. Caminé un rato cuando me topé con un pequeño lago congelado, justo lo que estaba buscando. Corrí hacia él, frenando al llegar y comprobando cuánto de profundo era el hielo. No parecía muy grueso así que me arrodillé delante de él con las rodillas en la nieve. Clavé el cuchillo en el hielo, trazando un círculo que después empujé con el pie. Llené la cantimplora del agua gélida del lago, prácticamente congelándome la mano. Me soplé las manos con el aire templado de mi boca para hacerlas entrar en calor y me volví a poner los guantes.

Después de sacudirme la nieve que se había quedado en los pantalones seguí caminando, no tenía rumbo fijo. Suponía que solo iría a explorar la arena. Me preguntaba dónde estarían Rea y Pandora, y si segurían vivas. Y Zád, después de todo lo que dijo en la entrevista ya no sabía si sería cierto que no me haría nada al encontrármelo. Aunque prefería encontrármelo a él mil veces antes que a los Profesionales, eso estaba claro. También volví a recordar lo que había acontecido en la Cornucopia. Rehan estaba muerto, se había ido para siempre. No era muy agradable, la verdad, pero de todas formas era de casa, del 5. Y pensar que le dije que no se metiera en el Baño de Sangre, si solo me hubiera escuchado. Pero y si lo hubiera echo, ¿y si nos hubiéramos aliado? ¿Cuánto tiempo habría pasado para que él se volviera contra mí o yo contra él? Lo que más me dolía era que su familia haya visto cómo moría, cómo se desangraba y cómo se desplomaba en el suelo su cuerpo sin vida. Los Juegos, implacables, y también una estupidez, pero de alguna manera tendría que salir de ahí. Y eso solo podía ser ganándolos.

Cuando estaba en una zona más abierta de la llanura vi algo sobrevolar el cielo. No era un aerodeslizador pero tampoco parecía un ser vivo, era como un pájaro biónico blanco. Caí en la cuenta de que era una de las múltiples cámaras que los Vigilantes distribuían por la arena, camufladas como fauna o flora, en este caso un dron. Se acercó ligeramente hacia mí por lo que supuse que me querría grabar más de cerca. Seguí caminando un buen rato y seguía siguiéndome. Ya me estaba hartando y conseguiría distraerme por si pasara algo en cualquier momento. No estaba haciendo nada interesante. ¿Quería decir eso que se avecinaba algún peligro que yo aún desconocía? ¿Venía alguien por mi espalda y estaban emitiendo los momentos precursores? No podía atacarlo, obviamente, pero me estaban entrando ganas de tirarle un cuchillo. Después de un rato se marchó, posiblemente para ir a grabar a otro tributo, lo que confirmaba un poco mi seguridad.
Me estaba entrando hambre así que pensé en ir a una zona más recogida para descansar. Llegué a una zona en la que había unos cuantos árboles juntos. Trepé a uno para no tener que sentarme en la nieve y me senté en una de las ramas más grandes, no muy lejos del suelo. Saqué la bolsa de nueces y me comí algunas cuantas. No me había dado cuenta del frío que hacía hasta que sentí mis labios congelados que casi ni podía abrir. Toda mi cara estaba igual que el hielo y me estaba empezando a doler la cabeza. La ropa que llevaba mantenía el calor pero no era lo suficientemente adecuada para un clima así de gélido.
Agarré el cuello de la chaqueta subiéndomelo hasta la nariz, intentando calentarme un poco la cara. Habría dado bastantes cosas por una bufanda o un pasamontañas en esos momentos.

Reanudé el viaje metiéndome de nuevo en el bosque. No había sentido ninguna presencia desde que me fui de la Cornucopia, pero algo me estaba haciendo tener los ojos más abiertos que antes. De pronto sentí un sonido de una rama rompiéndose detrás de mí, empuñé mi cuchillo y me giré lista para hacer frente a lo que fuera aquello. Para mi alivio lo único que había allí era una ardilla pequeña. Suspiré aliviada y me relajé, pero cuando me iba a girar de nuevo emitió un sonido de enfado. Comenzó a salirle espuma por la boca y hasta parecía que tuviera la rabia. Volví a coger mi cuchillo lista para matarla cuando empezó a agitar la cola, eso significaba que se iba a abalanzar sobre mí. De la nada un montón des nuevas ardillas aparecieron, de los árboles, de los arbustos. Estaban rabiosas y tenían pensado hacer lo mismo que iba a hacer la primera. Si mataba a una se echarían sobre mí antes y por si fuera poco perdería uno de mis cuchillos, necesitaba los que todos los posibles antes de hacerme con un grupo de cuchillos arrojadizos que ni yo sabía cómo conseguirlos. Solo se me ocurrió una cosa, correr. Más ardillas empezaron a emitir sonidos maquiavélicos, arañando la nieve. Retrocedí unos pasos lentamente, apuntándolas con el cuchillo. Y de repente, empezaron a correr hacia mí.

DESTINO | Los Juegos del Hambre ❥Donde viven las historias. Descúbrelo ahora