Capítulo 25

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Un rato después empezó a atardecer. Ya teníamos todo preparado para pasar la noche, acomodando las necesidades básicas.
Cuando oscureció del todo empezamos a colocar las ramas para hacer una fogata en condiciones, y apartamos la nieve como podíamos. Saqué las cerillas del bolsillo del pantalón y encendí una con éxito, no me podía permitir perder ninguna tontamente. Las ramas empezaron a arder con una fuerza débil y baja, soplé para avivar la llama todo lo que pude, pero se estaba empezando a consumir.

"La madera no está lo suficientemente seca." exclamó Zád buscando en su mochila "Ten."

Me tendió la camiseta de repuesto que le habíamos quitado al del 6, sin pensarlo la rajé con el cuchillo en varios trozos desiguales que fui echando al fuego. Cuando la llama se volvió estable sacó la lata de sardinas, clavamos varias en un palo y las empezamos a cocinar. Habíamos encendido la hoguera al lado de los asientos que Zád había preparado con trozos grandes de madera. El calor del fuego reconfortaba por lo menos un poco y el sonido de las llamas al arder tranquilizaba el tenso ambiente.

"¿Seguro que es seguro hacer la hoguera aquí?" pregunté

"Confía en mí, confía en ti mejor, porque sabes que estamos a salvo. Peinamos la zona hace un rato y no encontramos indicios de nadie." contestó "Estamos a salvo. Estás a salvo."

"Eso espero." suspiré girando el palo con sardinas y soltando un escalofrío 

"¿Tienes mucho frío?"

"Bueno... En el 5 no estamos muy acostumbrados ningún clima, más bien todo lo contrario. Hace calor la mayoría del año, y en invierno cambia drásticamente. Al final nunca te acostumbras a ninguno de los dos extremos." le expliqué "Aunque en invierno suele nevar bastante, pero no tanto en la ciudad." sonreí "Me gustaba pasar esos días, en los que nevaba, viendo caer los copos desde tejado de mi casa, salgo por la ventana y trepo por unas escaleras que construyó mi padre. Me encantaba mirar las estrellas hecha una bola del frío, incluso empapaba los calcetines en las tejas mojadas. Mi madre me regañaba y mis hermanos se me unían llevando mantas y bebidas calientes."

"Hala..." me sonrió "Ojalá yo tuviera ese tipo de historias. En el distrito 7 se pasa bastante frío durante todo el año, un frío húmedo, y yo ya estoy acostumbrado a ello. Llevo trabajando como leñador desde que tenía nueve años, y el clima no es una excepción para el trabajo. Los bosques son fríos e inmensos, sobre todo en invierno. Tenemos unos horarios interminables y nos pagan una basura," rio para quitarle hierro al asunto "pero es lo que tiene ser de los distritos ¿no?" exclamó serio de nuevo

"Yo no sabría contestarte, obviamente soy de los distritos, pero no creo que sea lo mismo. Yo creo que tengo una posición privilegiada, incluso en el 5. La falta de recursos no es que sea algo muy presente en mi vida. Pero creo poder comprenderlo, a mi alrededor, aunque no sea uno de los distritos más pobres, sigue habiendo faltas de muchas cosas" dije comiendo las sardinas "Ay, una espina."

Rio "Me caes muy bien, Venus. Ojalá nos hubiéramos conocido en una situación distinta, habríamos sido muy buenos amigos."

"Yo también lo creo, Zád. ¿Pero quién dice que no nos hubiéramos caído mal?"

"Bueno-"

"A mí al principio me parecías un absoluto creído." le interrumpí burlándome

"Mejor no digo lo que yo pensé de ti." exclamó

"¡Oye!" reí "Te recuerdo que fuiste tú el que decidió meter las narices en mi manejo del hacha."

"Y deberías agradecérmelo. ¿Tú te has visto? Parecía que estabas ahuyentando mosquitos." rio "Me habría encantado verte defenderte pegando hachazos al aire en televisión nacional."

"¡Eh!"

Acabamos las sardinas al momento. Estaban decentes, aunque casi me tragué algunas espinas sin querer. Después, nos quedamos un rato delante de la fogata, contemplando la madera arder junto a los trozos de tela. No dijimos una palabra, parecíamos estar tan fascinados por la hoguera que no creímos tener que decir nada, solo mirar al fuego.
Al rato empecé a sentirme cansada, Zád seguía hipnotizado con los ojos clavados en las llamas. Estábamos sentados más cerca uno del otro de como estábamos al principio, nos fuimos acercando inconscientemente. Me arrimé un poco más a él, dejando unos pocos centímetros de separación entre los dos. Apoyé el lateral de mi cabeza en su hombro derecho, cuando sentí que se percataba de mí. Yo seguía mirando a la hoguera, aunque pude sentir sus ojos observándome por unos segundos, pero después giró su cabeza y siguió contemplando la fogata. No recordaba  cuánto tiempo más estuvimos así, solo hasta que la hoguera se consumió del todo junto a mis párpados.

ZÁD

Lo único que pude sentir a continuación fue su cabeza posarse contra mi hombro, yo aún sin quitar la mirada de la madera ardiendo. Al principio me asombró, y giré la cabeza contemplando su pelo castaño apoyado en mi chaqueta. Si pudiera describir el sentimiento que sentí solo podría ser afecto. Volví mi mirada a la hoguera, hasta que esta se apagó. Aún con un poco de claridad debido a las pupilas dilatadas por la oscuridad pude comprobar que Venus se había quedado dormida. Aparté su cabeza lo más delicadamente que pude, la llevé en brazos hasta su asiento y la recosté en el resto del tronco. Saqué su manta roja de la mochila y se la puse por encima, tapándola hasta el cuello. Le coloqué un mechón de pelo detrás de la oreja y me agaché delante de ella, viendo cómo dormía plácidamente. Me acerqué y le di un pequeño beso en la mejilla, no supe bien por qué. Eso hizo que me arrepintiera todo el tiempo que me quedaba en la arena, de no haberle confesado lo que sentía después de aquello.
Le coloqué el cuchillo al lado y volví al otro tronco. Me recosté, mirando hacia arriba. No podía ver ninguna estrella, aunque sí que pude ver algo. A continuación empezó a sonar el himno de Panem y se proyectó en el cielo una única imagen, la del 6. Pude ver a Venus fruncir el ceño sin despertarse, y verla mover el brazo derecho debajo de la manta, como en busca de algo. Probablemente un cuchillo, casi no la había visto soltar uno en todo el día. Se notaba que no estaba bajando la guardia, incluso en situaciones relajadas. Me acerqué de nuevo y le puse el cuchillo en la mano tapada por sus guantes negros, dejándola sobresalir por la manta y tocando el suelo. Volví a mi tronco y me puse a dormir también con el hacha en la mano.

DESTINO | Los Juegos del Hambre ❥Donde viven las historias. Descúbrelo ahora