DESTINO | Los Juegos del Hambre ❥

Capítulo 6

FAMILIA DE VENUS, DESPUÉS DE LA COSECHA

"¿¡Mamá, qué te pasa!?"

"¡No empieces, Loey!"

"¡No me lo puedo creer, que le hayas dicho eso!" exclamó con lágrimas cayendo por la cara

Raider abrazó a su hermana y la intentó calmar a pesar de sentirse igual que ella. Loey gritaba desesperadamente y lloraba el nombre de Venus. Raider le susurró algo en la oreja y empezó a tranquilizarse. Él se apartó y empezó a encararse con su madre.

"¡Eres horrible, la van a matar y tú te paseas con la cara más tranquila del mundo!" exclamó mientras se quitaba las lágrimas de los ojos "¡Van a retransmitirlo todo en directo!"

"¡Gracias a mí está preparada! ¡Sin mí no duraríais ni 10 minutos en esa arena!" remató subiendo las escaleras

"¡Te odio!" exclamó

"Raider, déjala. No sirve de nada." lloró el padre

Raider le dijo que nunca se lo iba a perdonar y se fue corriendo a su habitación sin parar de llorar. Loey siguió gritando esta vez tirada en el suelo del sufrimiento. El hombre la cogió y la sentó en el sofá aún dando patadas. Intentó que bebiera de un vaso de agua que tiró al suelo y rompió en mil pedazos, desistió y la dejó irse. En todo el distrito se podría haber escuchado el escándalo de esa casa y los ancianos ya estaban cotilleando de las familias de los tributos. Uno de sus parloteos era que su madre había hablado con el alcalde para que pusiera a sus hijos en los Juegos y que había conseguido meter a su hija más pequeña. Pero esos eran solo rumores y cotilleos que soltaba la gente como todos lo muchos que inventaban cada año con los nuevos tributos.

 Los mismo rumores los conocía la historia de Porter Tripp. En la que muchas malas lenguas afirmaban que en realidad era una descendiente de Rebeldes que habían puesto en los Juegos a propósito para castigar a sus antepasados, y otra de que había sido comprada para servir de espía al Capitolio después de su victoria. Las habladurías eran algo que venía implícito sobre los Vencedores legendarios como ella. Y tales iconos contaban con una base de admiradores incluso en los distritos, sobre todo en los de origen. Para ellos eran un símbolo de resistencia, aunque siempre parcial, porque siempre contaban con la pérdida del otro cosechado a su lado. Para Loey Almaz Porter Tripp era su ídolo, su ejemplo a seguir. Su nostálgico padre les a veces rememoraba que cuando él tenía 11 años, esa chica había ganado los Juegos y que el distrito la no podía estar más contento por haberles dado otra victoria más que suponía alimentos gratis por todo un año. Decía que recordaba haberla visto ser escogida en la Cosecha y cómo de elegante y segura de sí misma era, aún con lo que podía haberle venido encima. La joven se hizo con la victoria estrangulando a su último contrincante cuando este quiso clavarle un machete por la espalda. Por ello sufrió una lesión espinal en ese último enfrentamiento y tuvo que llevar collarín en toda la duración de su Gira, y nunca se deshizo de una pequeña placa de hierro en la nuca.
La mayor de los Almaz la adoraba, y no era algo raro encontrarla viendo las entrevistas grabadas de sus Juegos y su Gira de la Victoria. Era la única vez que Loey quería saber algo de los Juegos. Uno de las únicas cosas que adornaban su lado de la habitación compartida con su hermana eran los posters promocionales de su antigua Gira, aquellos que su madre había estado coleccionando de pequeña, del Vencedor de cada año.

Seguramente sabría que ella sería mi mentora en los Juegos. Cuando era pequeña le decía a madre que quería ser como Porter, pero por alguna razón ya no quería, aunque seguía admirándola. Porque si sobrevivieras a los Juegos esos recuerdos siempre te perseguirían durante toda tu vida. Algo que ya nunca podrías borrar de tu memoria, algo que a Porter seguro que le ocurría.