Narradora Aura
Llevaba casi veinte años viviendo en New Orleans, era una joven bruja que trataba de recobrar el orden en la ciudad, de recobrar el honor tras la partida de la familia Mikaelson. Nunca los había conocido, más allá de las historias que me contaban mis padres y abuelos sobre lo maravillosos que eran y fueron, sobre sus hazañas. Mis compañeros de clase no opinaban lo mismo, muchos venían de Mystic Falls, aquel pueblo tan lejano en el que las criaturas sobrenaturales no tenían la misma consideración que aquí. Siempre me dieron mucha pena, y esperé que tal y como ayudaron aquí, la familia original apoyara allí.
Un día como otro cualquiera, me desperté temprano para ayudar a mi padre en el taller, pero toda la ciudad estaba en pie. Al parecer debido a un acontecimiento sucedido en la familia Mikaelson, volvieron al pueblo, pero estaban cambiados. Parecía que ocultaban algo, y no ayudaba en absoluto el secretismo de toda la ciudad y la actitud infantil de Marcel. El resto de brujas querían terminar con la familia e incluso me llamaban para ser yo una parte de ellas, pero no quise. Los Mikaelson deben respetarse.
- Aura, es un caso perdido. Están esperando un bebé trihíbrido. No podemos dejar que salga a la luz. - Me dijo una de las brujas, a mí me daba un poco igual lo del bebé - Tenemos que matar a la señorita Marshall, junto al bebé.
- No, en ningún momento voy a hacer eso. ¿Sabéis lo mucho que hizo la familia Mikaelson por esta ciudad y por todos vosotros? Si quieren volver, que así sea. No me voy a poner en contra de alguien que ayudó tanto y fundó mi ciudad. Espero que lo lleguéis a comprender algún día.
- Si no, habla con Elijah. Cuéntaselo. Dile que estás con ellos, necesitamos a un topo ahí dentro.
Le hice caso, aunque yo sabía perfectamente que no iba a ir de topo. Había oído hablar de Elijah, parecía el más serio de todos los hermanos, el más calmado. Me decían que era un hombre de palabra, serio, regio, así que tenia algo de miedo por quedar con él, los hombres así me suelen imponer muchísimo.
Elijah apareció en la habitación de traje, con su mirada siempre bien alta, y su cara de seriedad. Se acercó a mí y me dio la mano, nunca sin dejar de mantener la compostura, en ese momento pensé todo lo que no debería pensar sobre él. ¿Era atractivo?, sí, lo era, y mucho.
- Señorita Murphy, usted y yo tenemos un tema pendiente del cual hablar en esta velada, por favor, tome asiento. - Se sentó a mi lado, su forma de hablar me parecía tan de hombre antiguo... - ¿Algo que deba conocer?
- No, no, o sea, sí - No sabía ni hablar, pero intenté explicarme - Hay un grupo de brujas que quiere terminar con su familia. En especial con el niño que están esperando. Por favor, anden con cuidado.
- Somos conscientes de la enemistad de nuestra familia con las brujas que usted menciona. Sería conveniente que en este momento usted me diera un motivo para creerla y no pensar que vaya a traicionarnos. Usted también es una bruja.
- A diferencia de ellas, soy consciente del legado que su familia dejó en el pueblo - Le dio la mano - Hagamos un trato. Si promete no matar a mis compañeras, les ayudaré a terminar con ellas.
- Me parece óptimo. Espero que no me defraude, señorita.
Ese fue el primero de muchos tratos que hice con Elijah y su familia a medida que avanzaba el tiempo. Poco a poco fui trabando amistad con él, conociendo más su mundo interior. Poco a poco dejaba ver más allá de su coraza de formal, sus motivaciones vitales, su corazón. Y en ambos empezó a surgir un pequeño sentimiento de amor, aunque en ese momento Elijah estaba con Hayley. Y se casó con otro hombre, dejándolo completamente destrozado aunque lo tuvo que aceptar, no le quedaba otra.
Con el tiempo se empezó a juntar más conmigo y olvidarse de su ex pareja, olvidarse de esos momentos, querer crear momentos nuevos. Y veía en mí alguien con quién poder experimentar sus gustos más profundos. Siempre dije que estaba abierta a todo, pero no sabía a qué se referiría Elijah con todo...
Y así, el día en el que nos preparábamos para nuestra primera vez tras un tiempo siendo pareja, abrió la puerta de mi habitación y se sentó a mi lado, con cara de afligido, como quién estuviera ocultando algo.
- ¿Cariño, ocurre algo? - Le pregunté, siempre confiábamos mucho el uno en el otro, pero parecía que aquello era algo que no se podía contar - Si no te apetece hacerlo, no pasa nada.
- Es que me he cansado de hacer el amor. - Puse cara de sorpresa - No, no en ese sentido, sigo disfrutando del sexo, pero...
- Podemos experimentar - Respondí, me sonrió, y me cogió de la mano para llevarme a otra sala - ¿A dónde me llevas?
- A mi secreto mejor guardado. Espero que después de esto no haya cambiado tu perspectiva sobre mí.
Abrió la puerta del cuarto y había todo tipo de cuerdas, corbatas, esposas, lazos, cintas... Todo lo que una persona se pudiera imaginar. Me miró con una mirada pícara y entré en la habitación, tiré de su corbata y comencé a besarlo.
Me sacó la camiseta y comenzó a jugar con mis pechos con su lengua, mientras sus manos se deslizaban poco a poco por mi espalda hasta agarrar mi trasero. Me cogió en brazos y me puso encima de una mesa, mientras empezaba a deslizarse poco a poco con su lengua por todo mi cuerpo para llegar al bajo vientre. Desabrochó el botón de mi pantalón con la boca y arrancó rápidamente mis pantalones, para comenzar a lamer mis partes íntimas por encima de la ropa interior, provocando que yo emitiera un gemido sonoro, que tapó con su mano.
Me sacó la ropa interior y empezó a hacer círculos con su lengua por mi intimidad, cada vez más rápido, parecía que este hombre tenía un talento especial para este tipo de actividades, porque madre mía, es la mejor que me habían hecho en mi vida.
Decidí llevar yo la iniciativa, lo empujé contra la pared y saqué su camisa rápidamente, así como su pantalón, y me agaché, para hacer lo mismo que él me había hecho, lamer su miembro por encima del calzoncillo, notando como se iba poniendo más y más dura, como se iba excitando cada vez más. Parecía que estaba pidiendo que por fin lo sacara de ahí, y eso hice, para, entre mi mano y mi boca, darle placer. Ahora era él quién gemía, decidí aumentar el ritmo para que lo hiciera más y más. En ese punto, ya nos daba igual que la gente nos oyera, que no estuviéramos solos en casa.
Me cogió en brazos y me llevó hasta la cama, en dónde cogió unas esposas del cajón y me ató una mano a cada lado de la cama, dejando mis piernas libres. Él se colocó encima mía y comenzó a entrar en mí, mientras yo estaba indefensa y atada, esa sensación me parecía tan excitante, que no me importaba probar cosas nuevas con él, me sentía a salvo a pesar de estar totalmente sometida a él.
Sacó del cajón una mordaza y me la colocó en la boca, para seguir penetrando y que yo no pudiera gritar, cada vez más y más duro, se notaba que de verdad estaba disfrutando, y yo con él. Después de la mordaza vino una cuerda, para la cual me sacó las esposas, y la ató por todo mi cuerpo, me colocó de rodillas en frente a la pared de la cama, de espaldas, y comenzó a entrar en esa posición, mientras tiraba de mi pelo, el cual tenía recogido en una coleta. Ambos terminamos a la vez.
Tras un par de horas de descanso, ya era bastante tarde en la noche, pero nosotros queríamos seguir, queríamos probar más cosas, no era suficiente con las bridas y las cuerdas, había más, esta vez era yo quién tenía que probar cosas nuevas con él, quién debía hacerle todo lo que él me hizo a mí, o más. Abrí el cajón y saqué todo lo que había dentro, y me encontré con unas cadenas, las cuales utilicé para atarle las extremidades a las esquinas de la cama y dejarlo en la cama completamente atado y amordazado, así como le puse su corbata, para tirar de ella.
Me senté encima de él y comencé a cabalgar, él al principio hacía el rol de no dejarse, de intentar salir de la cama, pero yo tiraba de su corbata para avisarle de que no se moviera. De vez en cuando sacaba su mordaza de la boca para besarlo mordiéndole el labio, o sacaba más cuerdas del cajón para atarlo cada vez que se intentaba salir, cuantas más restricciones le ponía, más le excitaba.
Y así pasamos toda la noche, probando todos los objetos que tenía en su cajón, experimentando con cosas nuevas, pensando incluso en otro día invitar a más personas, compartir nuestros gustos con más gente, con la mente abierta. Se sintió liberado a mi lado, y yo también, pues al fin pude conocer el secreto de Elijah Mikaelson.