CAPITULO VI

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El mentón de mi abuelo aun reposaba sobre el hombro de mamá cuando abrió los ojos, siendo papá lo primero que vio al hacerlo: él estaba recostado un lado del carro. Él abuelo separándose de su hija lo llamó sin decir una sola palabra, en un idioma que al parecer solo los hombres entienden. Mi padre subió los escalones y se incorporó al encuentro. Tras un breve silencio y un corto abrazo con el abuelo, todos pasaron adentro. Papá subió para darse un baño, al igual que mamá. 45 minutos más tarde, el sonido de una camioneta acercándose desde la entrada, llevó a mamá a correr las cortinas de su antigua habitación: era mi tío Alejandro. Papá estaba recostado sobre la cama hablando con mamá segundos antes de que se escuchara la camioneta acercarse, pero ya mamá corría escaleras abajo para recibirlo, mientras que mi padre se incorporaba sobre la orilla de la cama para ponerse sus zapatos. Mi tío al igual que el 99% de los tíos del mundo, tenía el sueño de tener una sobrina; todos los hermanos de mamá al igual que todos los padres del mundo habían concebido hijos varones así que ese más que un sueño, había sido una utopía. Para cuando mi tío abría la puerta, mamá ya estaba frente a ella esperándolo, justo después del último escalón que daba hacia la entrada. Ambos tenían 20 meses que no se veían, lo que era demasiado para los dos. Al abrir la puerta de par en par ella se abalanzó sobre él riéndose, y lo abrazó. A mi tío le asustó el impacto de la sorpresa, pero aun así, pudo reconocer a mamá cuando se iba hacia él. Mi madre abrazaba a su hermano de brazos y piernas riéndose, mientras que papá arribaba desde las escaleras, y el abuelo llegaba desde la cocina. Mi tío parecía creer que su reencuentro era la razón del júbilo, por lo que, cayendo de nuevo al suelo, mamá lo miro, aun sonriendo.

-He cumplido tus sueños, serás tío de una hermosa niña.

La sonrisa de mi tío Alejandro desapareció. Miró a papá, luego al abuelo, y después a mi mamá. Sonrió por unos segundos, pero luego, volvió a verlos a todos haciendo el mismo recorrido. Sus caras permanecían igual: era real la noticia, él iba a tener una sobrina. Mi tío se arrodilló frente al vientre de mama y comenzó a llorar. La abrazó, la cargó y la hamaqueó al punto que debieron acercarse papá y el abuelo para recordarle que mamá estaba embarazada. Mi tío retrocedió sobresaltado para apoyarse del marco de la puerta de la entrada, mientras observaba a papá, mamá y él abuelo reunidos. A penas vio esa imagen supo que debía guardar ese momento, por lo que sacó su teléfono del bolsillo e inmediatamente les tomó una foto. Esa foto me salvaría la vida tantas veces, y me mantendría con vida por tanto tiempo, que no dudé nunca que mi tío me salvó la vida ese día. Esa tarde, el abuelo y papá hicieron las pases, y todos se reunieron para celebrar como más le gustaba a mamá, sentados frente a la fogata. La casa del abuelo estaba rodeada de pequeños arbustos de mandarina y naranja, y un sembradío de maíz que se extendían más allá de donde la vista pudiera llegar. El interior era todo de madera pulida, con dos enormes alfombras, una de color rojo sobre el piso de la sala y otra en la cocina, justo debajo de la mesa redonda de alcornoque. Los muebles, las vitrinas y las mesas eran antiguos diseños de pino fabricados por el abuelo, mientras que las escaleras eran de roble pulido. Allí las montañas también estaban arropadas por una extensa cubierta de pinos que, ya caída la tarde, las nubes parecían querer tocar. Era algo que solo veías estando allí, cuando el oeste del cielo se pintaba de naranja y el este comenzaba a tomar un azul cada vez más oscuro. Nada podía llevarte a lo hermoso de los recuerdos como esas cosas. Esa noche, todos tomaron el chocolate bajo la sensación de tranquilidad que otorgaba estar unidos, se sentaron frente a la chimenea y conversaron por varias horas sobre a donde debían huir papá y mamá. Mientras los hombres discutían sentados ente el sofá y las sillas, mi madre se perdió en el crepitante fuego que salía de las brasas. Estaba lanzada sobre la alfombra, hipnotizada por el fuego que era como la vida fuera de allí, en otro lado igual de real pero también tocada por la magia.

Más allá de míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora