Prólogo

63 3 3
                                    





Sin importar que tan hundido estés, si te estas ahogando bus- cas la superficie para respirar. Aun cuando te sea posible vivir ahogado, dedicarás tu vida entera para buscar el aire.

Yo llegué a esta ciudad 3 días después de cumplir los 14, hace poco más de 2 años. Papá eligió esté lugar principalmente por dos razones. 1) Acá se encuentra el instituto «más seguro» del estado, y 2) El índice de esperanza para la formación de una familia está por encima del 0.01 %, lo que es bastante decente considerando el resto de las ciudades del país de Venezuela, y del mundo.

Antes de mi llegada e incluso antes de la década del 20 (2020), Ciudad Tovar no era más que una hermosa colonia alemana ubicada en la parte más alta de una extraordinaria montaña, a la que se podía acceder a través de una empinada, angosta y serpenteante carretera que daba vértigo a morir. Ahora, esta pequeña colonia es no menos que una hermosísima postal que contrasta la magia de los bosques que la rodean, con un arrecife formado por edificios imponentes, y justo en el medio, cinco enormes rascacielos que se elevan sobre las nubes como inmensas piedras de cuarzo, de hecho así las llaman, las torres de cuarzo.

Desde cualquier punto de esta ciudad, se pueden ver los silenciosos helitaxis surcando el cielo como pájaros que preceden la llegada de una tormenta. Solo en completo silencio, puedes escu- char el ligero silbido que provocan cuando están en el aire, mientras en las calles todo luce menos futurista, aun cuando la tecnología está hasta en los cestos de basura. El futuro ahora busca más llevarnos hacia el pasado, busca mantener simple las cosas simples, como un libro, un lápiz, una mochila, un suéter de lana o un árbol. La tecnología actual no pretende detener los avances ni desecharlos, solo busca abrirse camino sin perder contacto con lo que siempre fue la verdadera tecnología del ser humano: La naturaleza. Llegar a este pensamiento ha sido el mayor avance en la historia de la humanidad hasta los momentos, pero alcanzarlo ha tenido un precio muy alto, uno que parece fue pagado con la humanidad misma, o por lo menos con una parte de ella, una parte tan importante como la esencia de la vida.

Antes de que todo sucediera eran otras cosas las imprescindibles; se daba por sentado que nunca iba a faltar lo que hoy no tenemos.


Podíamos vivir la misma rutina todos los días, pero siempre, sin importar que tan distintos fué- ramos unos con otros, al final del día todo se resumía en cinco puntos elementales: salud, amor, dinero, personas y ser felices –¡sobre todo ser felices!–, esa era la palabra que lo englobaba todo, ese era el lugar a donde queríamos que fueran todos nuestros caminos, pero ahora, en este mundo absurdo ya no hay caminos habilitados hacia la felicidad: todos se han cerrado y debemos reinventarnos, debemos buscar una nueva manera –no de ser felices–, sino de vivir sin necesidad de serlo.

Desde que nací, o por lo menos desde que tengo uso de razón, mi vida ha estado bajo la sombra de pregunta que da vueltas en mi cabeza y flota en cada lugar por el que paso. La busque o no, esa pregunta está presente en cada rostro que veo, en cada intento de sonrisa, en todas las mi- radas perdidas que intentan fingir que todo está bien, mientras en su interior una voz nos repite una, y otra vez:

–¿Por qué?

Esa es la pregunta con la que amanece todos los días este mundo en el que vivo, esta fría ciudad, y desde luego, es la misma pregunta con la que comienzo cada una de mis mañanas. Despierto en muchas ocasiones incluso antes de despertar, así que no es la luz del sol, ni los pasos de papá bajando las escaleras para preparar el café, no es ni siquiera el ya trillado sonido de los pájaros en el jardín lo que me hace volver a la realidad una y otra vez cada mañana ¡No! Es solo una desgraciada pregunta que aun con los ojos cerrados, parece adelantarse a cualquier otra cosa que pueda percibir de afuera de la calle, de mi casa o de donde sea que pueda venir algo que me despierte y reclame mi atención solo por unos segundos.

Aun cuando hubo una época en la que cada quien tenía un por qué personal, uno que supondría un origen distinto al de otra persona, esto ya no es así, –o al menos no según como veo las cosas–

.

Papá por ejemplo, piensa que estoy equivocado, para él cada quien tiene una razón distinta a la de otros para hacerse esta pregunta, pero si hay algo que estoy seguro papá no sabe, es cómo se siente vivir la vida siendo yo, –o por lo menos uno de nosotros–, cómo se siente vivirla desde ahora: sin poder amar, sin poder darlo todo por una madre, una hermana, una novia o una amiga, vivir sin llevar contigo por lo menos un recuerdo de ese mundo de donde provienen muchos adultos. Estoy seguro que cada mañana junto a mí, en cada hogar de este mundo complejo y aburrido, cada niño y cada adolescente se pregunta lo mismo, no solo al despertar o al ir a la cama, sino también a cualquier hora del día; lo hace porque no es una respuesta lo que buscan, lo que esperan en realidad es que esta pregunta nunca se hubiese hecho, que jamás hubiese existido. Al igual que yo, lo único que quieren es vivir al menos un día sin tener que preguntarse:

–¿Por qué a nosotros? ¿Por qué nos tocó vivir en un mundo sin mujeres?


La última vez que se vio a una transitar por la ciudad, fue en la India hace 10 años atrás, ocurrio exactamente un 27 de septiembre del 2087, fue atacada por un tumulto de hombres que estu- vieron a punto de matarla. Para entonces ya era extraño encontrar a una mujer, pero después de lo sucedido, jamás volvieron a ser vistas en público, y este hecho se repitió poco a poco en todo el mundo.

De allí en adelante todo se detuvo. Fue como si la vida ya no hiciera suceder nada más, como si el mañana llevara a todos los hombres de vuelta al día anterior. Solo unos pocos, tan pocos como para dudar de su existencia, mantienen la firme convicción de que en algún momento llegará por fin el día siguiente, ese en que podamos ver de nuevo a una chica entre nosotros, pero de esto no hay siquiera esperanzas de que suceda. No por lo menos hasta ahora.

Más allá de míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora