Esa noche, ni Anna ni yo pudimos parar de llorar. Estuve en la cajuela por más de 45 minutos mientras ella lloraba sin poder detener el auto: no podíamos. Yo solo abracé a mi madre, anhelando regresar el tiempo para estar de nuevo con ella en el Ce-CELN. Ella perdido su vida por sacarme de allí y eso, me destrozaría para siempre. Se suponía que los guardias no dispararían. Dispararle a una mujer podía implicar años en la cárcel, e incluso la pena de muerte si esta fallecía, aun así, nada se comparaba con matar a una enfrentante. Sin importar las razones alrededor de la muerte, eso ponía en riesgo a toda la directiva del Ce-CELN. Quizás la muerte de mamá nos dio ventaja suficiente para escapar: no había sirenas ni naves sobrevolando el cielo. Sin duda la situación se había tornado más compleja y por ende, debían manejarla con extrema discreción. La persecución se convertiría en una misión secreta, y también voraz. Ellos debían impedir que tocáramos el exterior. Los chips implantados en todas las reclusas del Ce-CELN median los niveles de hormona, temperatura corporal y por supuesto, sus signos vitales. Anna, unas semanas atrás, nos había implantado un segundo chip que se activaría ese día a las 20:00 horas, anulando así la señal del transmisor, por lo que para ese entonces, nadie sabía nada sobre la muerte de mi madre. Luego de 18 kilómetros de camino, Anna debía adentrarse a una vía de tierra que daba hasta una parte del muro, donde se suponía nos esperaría papá del otro lado. Anna me limpió de toda la sangre, y vendo una herida superficial que tenía en mi brazo derecho. Yo estaba en shock, inerte como una muñeca cuando me colocó el traje antitérmico, que ocultaría el calor corporal de las cámaras nocturnas. Una vez lista tuvimos que dejar a mamá dentro del maletero. Anna le retiró el chip que le había colocado semanas atrás, y empujó el vehículo dentro de la maleza, justo debajo de un enorme árbol. Por momentos no me importó huir, ni vivir, solo quería quedarme con ella. Me negaba a dejar allí, sin embargo lo hice, Anna me hizo entender que si volvían a atraparme, su muerte iba ser en vano, quedarme allí era quitarle sentido a todo. Luego de secar mis lágrimas, ella me guío hasta el muro, justo por donde pasaba el ducto de una pequeña quebrada. De cerca la pared era imponente: como un edificio. Ambas nos adentramos en ella, mientras a lo lejos, comenzaban a escucharse sonidos en la maleza, como de personas caminando, por lo que decidimos apresurarnos hasta llegar a la reja en medio del muro, la cual Anna abrió fácilmente con una llave que sacó de su chaqueta. Ya del otro lado, caminamos 2 kilómetros más. Era la 1 y 20 de la mañana y estábamos agobiadas y exhaustas. Ambas nos sentamos unos minutos para rehidratarnos y comer algo; aunque no teníamos hambre lo necesitábamos. Yo lloraba mientras mordía un pequeño trozo de la barra energética, al igual que Anna, aunque ella intentaba disimularlo. La adrenalina no era suficiente para calmar el dolor que sentía, si lo era para mantenerme en movimiento cuando caminaba. Luego de 30 minutos, Anna limpio un poco mejor mi herida y decidimos continuar. Caminamos entre un sembradío de maíz por al menos siete minutos cuando de pronto, de la nada, dos hombres uniformados salieron de la maleza. Llevaban lentes nocturnos y linternas. Inmediatamente nos apuntaron con sus armas, por lo que Anna se puso delante de mí para protegerme. Uno de ellos comenzó a hacer preguntas sobre si veníamos de Bejuma "la ciudad prohibida", o si algún hombre nos acompañaba. Ellos sin duda no eran guardias del Ce-CELN ni policías de Bejuma, no obstante, estaba claro que ya sabían de nosotras. A la pregunta de si veníamos con un hombre, Anna por supuesto les dijo que si, que mi padre estaba en algún lugar del sembradío y que, a mí, simplemente se me hizo tarde, por lo que debieron salir a buscarme. Ellos desde luego no creyeron nada de la historia, allí fue cuando Anna comenzó a hablar en otro lenguaje. Algo había escuchado sobre un dialecto interno de LA NACIÓN, pero nunca antes lo había oído, así que la miré sorprendida mientras se comunicaba con ellos delante de mí. Luego de una conversación un tanto tensa, Anna me pidió que esperara unos segundos dentro de una camioneta que ellos tenían estacionada a unos metros de allí, en un camino de tierra. Ya dentro de la patrulla policial, ella me puso una venda en los ojos y su chaqueta, y me pidió que no me quitara ninguna de las dos. Anna bajó los seguros y cerró la puerta, y al instante dejé de escucharla. Yo levanté inmediatamente la venda y vi el interior de la camioneta: era oscura y amplia, con muchos controles dentro, luego eché un vistazo afuera y la vi a ella quitándole la ropa a uno de los guardias, yo de inmediato me tapé nuevamente los ojos con la venda, intenté clamarme. Ver eso me asusto y me hizo sentir horrible. A los 7 u 8 minutos la camioneta comenzó a moverse un poco, por lo que intrigada levanté la venda una vez más: Anna estaba contra el capó de la patrulla frente a mí, mientras ambos sujetos la penetraban desde atrás. Había poca luz pero aun así pude ver sus rostros observándome mientras la violaban. Yo me fui rápidamente a la parte de atrás y me oculté entre el espaldar y el asiento trasero. Luego de pocos segundos, comencé a escuchar un forcejeó: Anna les gritaba. Yo levanté la mirada desde abajo y los vi golpearla y lanzarla contra el piso. Se fueron contra la puerta donde yo estaba mientras, aterrada, retrocedía sobre el mueble. Ellos intentaron entrar, pero no pudieron, al parecer ella les había quitado algo que no les abrir la camioneta. Anna, inmediatamente se levantó y se colocó entre ellos y la puerta donde yo estaba. Por ese momento dejé de ver a través de ella y la ventanilla, pero de reojo, por la compuerta trasera vi pasar al otro sujeto en dirección a la segunda puerta. Yo me volqué al otro lado intentando alejarme de él. Estaba de espaldas a la otra puerta cuando acercó su rostro para observarme. Pude ver su respiración sobre el cristal, mientras me observaba como a una presa. Sonriendo intentó abrir halando violentamente la manilla, pero no pudo; lo intentó sin éxito repetidas veces a medida que se le iba desapareciendo la sonrisa, hasta que, sin más, se alejó. No parecía importarles nada. Para un hombre conseguir una mujer lo valía todo. Yo me levanté un poco para ver a donde se había ido. Tras de mí, el otro sujeto estaba violando a Anna de nuevo. Ella tenía su rostro contra el cristal observándome, mientras me acercaba a la otra ventanilla para ubicar al sujeto, pero estaba muy oscuro y no podía ver nada. Recién en ese instante me percaté que la camioneta se movía nuevamente, por lo que volví la mirada a la puerta donde estaba Anna; ella al verme, uso una de sus manos para separarse un poco del cristal y señalarme la chaqueta con sus ojos. Estaba muy golpeada y asustada, pero aun así, alcanzó a pedirme que la tomara, por lo que inclinándome la alcancé y de inmediato volví a verla; al instante me pidió que huyera moviendo sus labios, pero yo, a punto de llorar le dije que "no", por lo que ella, golpeando su frente con el cristal, me repitió una vez más que huyera; lo hizo con más firmeza que antes: "quita el seguro" –gesticuló con sus labios mirando la chaqueta. Yo la observé también y luego a ella, pero para ese momento, Anna miraba tras de mí, en dirección a la ventanilla. Su semblante había denotaba pánico. Yo voltee de inmediato para ver a segundo sujeto que me apuntaba con un arma desde afuera. No titubeó demasiado, al verme el simplemente comenzó a disparar, lo hizo una y otra vez contra el cristal pero este ni se inmutó. Esa parecía ser una camioneta blindada. Resignado, el sujeto bajó el arma y vio a Anna por encima de mi hombro. Sonriendo bordeó la camioneta hasta llegar a donde estaba Anna, y de un solo movimiento le colocó el arma en la sien, aun así el otro hombre no paraba de violarla. Anna me miro y sonrió, luego dijo a media voz: tranquila, no van a matarme. El hombre al escucharla comenzó respirar profundo, sus ojos se llenaron de ira mientras yo, desde adentro, comencé a gritar y a suplicarle:
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Más allá de mí
Teen FictionEs el año 2097 y ya no hay mujeres en las calles, sin embargo Jota, un chico abnegado a rendirse, ha visto pasar a una chica a bordo de un auto justo por la calle que rodea el campus de su instituto, ese fugaz encuentro lo llevará a esperarla sentad...