Capítulo 3

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Capítulo 3: Giovanni Bianchi

Layla

A la mañana siguiente me enfundo en mi ropa deportiva y salgo hacia el gimnasio. Thia ya me está esperando cuando llego. Apenas he dormido. No me fui a la cama hasta que Oliver llamó para informar de que Will estaba estable y cuando logré alcanzar el sueño me desperté por varias pesadillas. Todas ellas protagonizadas por bodas.

La jaqueca está presente desde ayer y los fármacos no hacen milagros si los tomas con alcohol. Lamentablemente, es la única forma que tengo hoy en día para sobrellevar todos los problemas que cargo sobre mis hombros. Sé que no es la mejor solución, pero no tengo otra que sea más efectiva.

Thía se sube a la bicicleta estática y yo me coloco en la máquina de correr. No es que sea la que más me guste, pero es la única libre. El ejercicio hace que mis pulmones se expanden y como efecto beneficioso mi cabeza se centra en seguir corriendo. Ignoro las punzadas en el pecho y ese recuerdo que lucha por salir a la superficie y, que finalmente, lo consigue.

Estoy jodida.

Decida lo que decida quien acabará sufriendo seré yo.

Al menos, sé que puedo contar con mis hermanos. Porque si dependiera de Eva...

Eva Stratford fue la mujer que nos llevó en su vientre durante nueves meses, en mi caso ocho, y ahí acaba su papel de madre. Jamás tacharé a una mujer por negarse a dar el pecho a su hijo o por contratar a otra persona para que le ayude, lo que sí echaré en cara es lo de ignorar a tus hijos por preferir viajar o dedicarte, gran parte de su infancia, a recordar todos los defectos que tienen. ¿Para que decidió tenerlos si su instinto materno es como el de Cruella de Vil?

Es doloroso saber que tu propia madre te considere un peón al que sacrificar por el bien de la familia. Lo intentó con Merina y fracasó. Lo volvió a intentar con Oliver y el resultado no puede considerarse bueno si tenemos en cuenta que no hace vida de casado. Nate y yo somos las dos últimas balas en el cartucho, dos posibilidades para que el apellido Stratford recupere la gloria que tuvo al inicio de Castellar.

Para ella el amor es algo secundario y eso me hace pensar cuán enamorada debía haber estado de mi padre al principio de su relación. Ellos aguantaron juntos porque apenas se veían en casa, pero para que una pareja funcione debe haber amor, respeto y confianza y sé que, si me caso con Ambrose, no habrá nada de eso.

Ambrose tiene veintisiete años y es el cuarto de seis hermanos. Licenciado en marketing y director de la empresa familiar hacen su currículum. Para Eva es más que suficiente, ya que, según ella, me aseguro tener un buen marido y un colchón donde dormir en un futuro.

Su físico es perfecto, no lo puedo negar. No es muy alto, pero sí lo suficiente como para que deba usar tacones en la Iglesia sino quiero parecer un minion a su lado. El pelo negro lo lleva peinado hacia atrás con gomina. La primera vez que lo vi me recordó al villano de James Bond. Y lo más llamativo son sus ojos azules, tan cristalinos como el agua. Un atractivo de 10.

Sin miedo al amor #2.5 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora