Un día como cualquier otro, en alguna isla de algún punto del Grand Line, después de 22 años de la ejecución de su maestro y antiguo capitán, una figura enigmática despertará y comenzará con un nuevo viaje a fin de cumplir con una vieja promesa.
No...
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Cayó con fuerza, estrellándose contra el agua y hundiéndose rápidamente hasta que el pitido que comenzaba dañarle los oídos la hizo reaccionar.
Con brazadas amplias se impulsó camino a la superficie y una vez allí se limpió el agua de los ojos antes de inspirar profundamente.
— ¡Que te parta un rayo!
A la par que balanceaba uno de sus brazos en dirección al capitán del Oro Jackson, truenos bruscos y salvajes parecieron llover sobre él, pero a pesar de lo aparatosa de la situación, a este no le costó trabajo esquivarlos.
— Aún te falta. —se burló, juguetón.
Ella se crugió el cuello y los nudillos antes de gruñir y comenzar a levitar sobre el agua.
Su pelo retorciéndose y volando como si tuviera vida propia, sus ojos volviéndose rojos y su cuerpo moviéndose con rapidez hacia el mayor, dándole un puñetazo en la mandíbula.
Roger tardó unos segundos en recuperarse de la sorpresa según se acariciaba la barbilla y la pateaba a ella en el estómago para apartarla de nuevo, arrojándola otra vez al agua.
— ¡Vas mejorando niña! —carcajeó.
Ann se esforzó en salir a la superficie.
— ¡Pues yo no lo creo!
Aquel de cabello azabache dejó salir una sonrisa de su boca, mientras observaba a su joven aprendiz escupir agua y flotar sobre las olas espumosas de un océano sin fin.
— Otra vez. —ordenó.
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