Plan de venganza

732 43 7
                                    

—Te amo. —Al escuchar esas palabras Edward detuvo en seco las embestidas, mientras los recuerdos llegaban a su mente.
                    ******

Te amo. —Las palabras de Edward salieron de su boca sin previo aviso.

Elizabeth soltó una carcajada.

—No seas ridículo, ¿sabes qué? Mejor me voy... "Te amo", que maricón eres. —Elizabeth reía como desquiciada.

Tomó su ropa y salió de la habitación sin dejar de reír.

                *******

Error 1.

«Mierda, ¿por qué has dicho eso?» Se regañó Jane al darse cuenta de su error.

—Lo siento —susurró una disculpa. Sabía que Edward estaba enojado, él había sido muy claro con ella cuando le dijo que su relación era meramente sexual. Incluso había puesto reglas a lo que ellos tenían:

—Nada de celos; nada de sentido de pertenencia; nada de llamadas o mensajes de amor, salvo si yo llamo para que vayas a mi apartamento; cuando llegues tendrás una venda y no te la quitaras hasta que yo me vaya; jamás duermo con nadie, así que después que acabe me iré —Esa era una de las reglas fundamentales de Edward, él jamás dormía con las mujeres con las que follaba (Así era como él lo denominaba). Jamás las llevaba a su casa, para él eso significaba que no formaba parte de ellas, de esa forma no se sentía tan miserable y ruin—; no dirás nada en toda la noche mientras estemos juntos, sólo lo harás si yo te lo pido; tendrás también las manos vendadas, no permito que me toquen; harás todo lo que yo te ordene. —Hubo una pausa.

» Ahora escucha bien y no lo olvides: están prohibidas las palabras te necesito, te extraño, te quiero o te amo, si te escucho decirlas me levantaré sin decir nada y me iré. No importa que esté a la mitad de la relación sexual, simplemente me levantaré y no sabrás nada de mí. Si llegas a cambiar de opinión sólo debes decirlo, no te obligaré a hacer algo que no quieras, ¿aceptas mis condiciones? —Jane asintió, ¿qué tan difícil debía ser? Después de todo era sólo sexo, ¿no? Podía soportarlo, ella tampoco quería tener una relación amorosa.

«¿Yo amarrada a un hombre? No, que va, yo no nací ese día. Eso no es lo mío» Ese siempre había sido su pensamiento.

Tal y como había prometido, Edward se levantó sin decir nada y comenzó a vestirse. Jane no podía verlo, ya que el antifaz de seda que tenía en los ojos se lo impedía, pero podía sentir sus movimientos.

—¿A… Don-Donde… Vas? —El nudo que tenía en la garganta le impedía hablar con claridad.

—Soy un hombre de palabra, creí ser claro cuando te di las reglas. —El tono frío en la voz de Edward la hizo estremecer.

Jane no supo como lo hizo, pero se quitó las vendas que inmovilizaban sus manos, para así poder quitarse el antifaz. Sabía que eso enfurecería más al señor de hierro, sin embargo ya no le importaba, ya había roto la regla más importante.

Error 2.

Él, al darse cuenta de lo que Jane había hecho, giró la cabeza y la miró fríamente.

—No te he dado permiso de quitártelos. —Su voz era casi un gruñido.

Todo el tiempo que había estado con Edward Cullen, Jane había aprendido a adaptarse a las peculiaridades de su carácter, sin embargo se sentía indefensa bajo aquella poderosa mirada y aquel brillo intimidante de sus ojos.

—Ya he roto la regla más importante, ¿qué importa romper otra? Al fin y al cabo tú igual te irás y me dejarás sola —respondió, encogiéndose de hombros, fingiendo indiferencia.

El Acuerdo. (En Pausa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora