Comenzó la guerra

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¡Buenas buenas! ¿A que no adivinan quien vino a visitarlas? Sí,el señor de hierro esta de vuelta!!!
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El primer mes de convivencia entre Edward y Bella fue un desastre para ambos. Nada había cambiado, sus peleas seguían siendo igual que siempre. Discutían por todo, hasta llegar al punto de pelear por cosas absurdas e infantiles, como quién tenía la razón o quién era más irritante. Edward comenzaba a maldecir en italiano, haciendo que Bella se enfureciera y lo llamase infantil, saliendo de la habitación vuelta una fiera, azotando la puerta.


Esto se repetía casi diario, Isabella salía furiosa, prometiendo que llamaría a su abogado y terminaría con toda esa tontería del contrato. Pero como siempre sucedía, la desacreditaba su voz interior, que era como su pepe grillo personal, recordándole una y otra vez que no debía ser débil.

«Piensa como campeón» Le recuerda.

«Eres fuerte» Le grita.

«Tú puedes» Le anima.

«Da lo mejor de ti» Le aconseja.

Y así, convencida de que era una campeona, salía a luchar con la vista al frente y daba lo mejor de sí misma.


A pesar de la distancia Jacob y Bella nunca perdieron la comunicación, se escribían a diario. Él, como siempre, le recordaba que estaría para ella si lo necesitaba, lo extrañaba un montón. Jacob se había convertido en alguien muy importante para ella. Cada broma, cada consejo, cada palabra de aliento le hacía sentir que no estaba sola. Lamentablemente tenía que volver a la realidad.

En la casa se podría decir que todo estaba en bien, tenían empleados que mantenían todo en orden. Estaba Carmen, una mujer de mediana edad quien llevaba años trabajando para los Cullen, y que se encargaba de administrar todo en la casa. Por oposición de caracteres, Edward y Bella administraban a Carmen.
Al lado de Carmen y acudiendo a sus órdenes de estado mayor, estaban tres chicas (Éstas llegaron un par de días después de que Bella y Edward se mudaran a la casa) María, Camila y Manuela, ellas se encargaban de todos los quehaceres del lugar.
En la cocina, con un delantal azul prendido en la cintura, una malla en la cabeza y siempre de mal humor, estaba Teresa.
Por fin, más allá de la cocina, la casa y el misterioso mayordomo -Jackson- se encontraba el jardinero, quien se ocupaba de mantener el jardín majestuosamente hermoso, donde hermosos árboles, coloridas flores, bellas mariposas, el agradable sonido del río, los horribles sapos y muchas más cosas que sería largo enumerar, mantenían con vida el lugar.

Volviendo a Bella y Edward, dormían en habitaciones diferentes, pero estando ellos juntos, las cosas no podían estar en orden por mucho tiempo.

-¡Edward! -chilló a todo gañote desde el baño.

-Bingo -susurró el cobrizo victorioso, para luego reír a carcajadas.

Habían tenido, como siempre, una discusión la noche anterior, así que como venganza, se levantó temprano, se duchó y se le ocurrió que sería divertido jugarle un pequeña broma a Bella por haberlo llamado "Estúpido ogro", "Cretino sin sentimientos" y "Hombre de hojalata".


No podía negar que verla salir de la habitación azotando la puerta, refunfuñando y maldiciendo, le resultaba divertido, lo que hacía que terminara en el piso riendo a carcajadas. Bajó al sótano para desactivar la calefacción del agua antes de que Bella se duchase.

Como se había imaginado, no pasaron ni cinco minutos cuando unos fuertes golpes se escucharon en la puerta.

-¿Qué necesitas? -preguntó abriendo la puerta y poniendo su mejor cara de póker.

Quería parecer indiferente, sin embargo no puedo evitar que sus ojos recorrieran el cuerpo de Isabella de arriba abajo. ¡Y, joder, vaya que le gustó lo que vio! Aquella mujer parada frente a él tenía el cuerpo perfecto. Imaginó esas bonitas piernas rodeando su cintura...Intentó recuperar el aliento.

El Acuerdo. (En Pausa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora