☽☆☾ 06: La belleza está en el corazón ☽☆☾

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Los días que siguieron, sirvieron para que Aitana comprobara que su hija no se apartaría de ella de una manera tan abrupta, como temía. La pequeña no se estuvo precisamente quieta, si su madre iba al salón, al salón iba a parar, si iba al baño, al baño iba a parar, si iba a la cocina, a la cocina iba a parar, si se proponía lavar y tender la ropa, allí estaba Luna intentando ayudarla, a saber, Dios qué, pero sin apartarse de ella ni de su amigo el cordero, que, en un fugaz descuido de la catalana, casi acaba sumergido en agua de jabón.

—¡Madre mía Luna! Un segundo, me giré solo un segundo— La detuvo antes de que cumpliera su objetivo —Aún no es hora de su baño.

Achul— Dijo señalando el agua, iba a meter la mano, pero su madre la detuvo.

—Azul, sí, pero no metas la mano hija mía— Pensó en cuanta falta le hacía Luis, en ese momento —¿No tienes sueño?

Negó con su cabecita y señaló el agua.

—Que no vas a meter la mano ahí— Le dijo por segunda vez. Vació la cubeta porque ya había terminado su labor y sabía que a Luna no se le iría esa idea de la cabeza —Vamos— Le extendió la mano para que se la tomara —Directo a la bañera.

La pequeña tomó su mano y se dejó guiar, en la habitación colocó al cordero sobre la cama, mientras su madre la desvestía para llevarla al baño. Ya en el baño, disfrutó de jugar un rato en la tina, entre espuma, juguetes y la imaginación de la mayor.

—¿Cómo se llama esto? — Le mostró el patito de hule.

Cua.

—Cua no, se llama pato, di pato.

—Pa-to

—¡Muy bien! ¿Cómo se llama?

Cua—Dijo con inocencia.

Aitana soltó una carcajada y sin parar de reír, dijo —Pato, se llama pato.

Cua, cua, cua... pato cua— Dijo melodiosamente moviendo su cabecita y un poco su cuerpo.

La catalana no hizo más que seguir riendo y negar con la cabeza —Eres terrible.

Luna esbozó una sonrisa amplia, dejando ver sus pequeños dientes, pero luego reclamó su patito de hule, lo llenó de agua, lo apretó y agitó, salpicando a su madre.

—Pequeña bruja, como dice tu padre, no me mojes.

La niña volvió a salpicarla y a reírse por la mueca divertida que vio en su rostro, pero en medio de esa travesura, a su mente, vino algo que, sabía que podría reemplazar su chiquillada por algo más bonito, así que, aprovechando que mamá la miraba, inclinó el rostro hacia ella y le ofreció un beso, poniendo la típica boca de beso, de las fotos.

—¡No se puede ser más mona! — Se inclinó y dejó que la besara, dándole, ella, más besos —Te quiero mi amor— Se dejó mojar más, por la pequeña, que se aferró a su cuello —¿Nos salimos ya? — Vio el asentimiento —Vale— Le dio más besitos mientras tomaba la toalla para envolverla y secarla, posteriormente —Vamos a vestirte para que te comas el puré y luego dormimos un ratito la siesta.

Pero las intenciones de Luna no eran las que mamá tenía en mente. Entre mimos y besos se dejó secar, poner loción, vestir, peinar, cuando supo que estaba lista y la mayor la dejó en el suelo, caminó hasta el gran espejo que tenía la habitación de sus padres, allí se miró y sonrió, se giró y corrió a buscar el cepillo redondo de Aitana, lo tomó y volvió a correr al espejo, donde comenzó a cantar una canción de sus dibujos animados.

Cuando Aiti, en medio de recoger las cosas, se dio cuenta de lo que su hija hacía, sonrió ampliamente e intentó descifrar la canción, pero justo a la niña se le cayó el cepillo y rompió la magia del momento.

Mi LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora