☽☆☾ 10: Se aceptan sonrisas ☽☆☾

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Al día siguiente, Luis y Aitana amanecieron abrazados, bajo las sábanas de la cama de aquel hotel que los recibió y resguardó durante las horas de pasión que se dedicaron, queriéndose un poco más que días anteriores, porque sin darse cuenta, lo que sentían, el uno por el otro, iba creando un lazo invisible e irrompible, donde cada hilo se fortalecía con sus valores, su confianza y lealtad hacia sus sentimientos. Tomaron el desayuno antes de abandonar el hotel y cuando salieron del mismo, Cepeda condujo hacia un supermercado para hacer algunas compras. Le apetecía comer las empanadas gallegas de su madre, así que le pidió ayuda a su novia para elegir los ingredientes. Al llegar a casa de los padres del gallego, los recibió una pequeña niña, feliz de verlos, de poder abrazarlos y besarlos.

—¿Cómo se portó? — Quiso saber Aiti, quien estaba muy al pendiente del comportamiento de su hija, en su ausencia.

—Muy bien, a principio se asustó un poco, supongo que en su pequeña imaginación creyó que la habíais olvidado acá, pero le expliqué que habíais salido a cantar, para que poco a poco vaya asimilándolo, y que pronto volveríais a buscarla, así que se tranquilizó, jugó, merendó galletas, me ayudó a regar las plantas, cenó, tocó la guitarra, hizo cantar al yayo y se dejó duchar, el único problema fue a la hora de dormir, que lloró un poco llamando a mami, pero finalmente se rindió, hasta esta mañana.

La catalana sonrió satisfecha y miró a su peque entre sus brazos —Que mi bebé se hace grande y se porta muy bien— Le dio besos en la mejilla y le hizo cosquillas para hacerla reír, luego miró a su suegra, sonriendo ampliamente —Gracias, de verdad muchas gracias.

Encarna negó, devolviéndole la sonrisa —Gracias a ti, que Luna es una inyección de vida.

Luis se asomó —Mamá ven un momento por favor— Se devolvió a la cocina y cuando la vio entrar, se apresuró a hablarle en susurros —Tenemos visita, es una sorpresa para Aitana, traje todo para hacer empanadas gallegas, te ayudaré a prepararlas, voy a ir cortando si te parece bien.

Encarna alzó las cejas y rio suave por toda la información recibida en tiempo récord —Vale, déjame ordenar algunas cosas y ya vuelvo para poner manos a la obra— Se retiró a hacer algunos pendientes en casa, rápidamente.

Aiti por su parte se fue a la habitación a sacar la ropa sucia, no le gustaba durar tantos días sin lavarla, especialmente la de Luna, así que estaba dispuesta a pedirle la lavadora a Encarna para hacer su tarea, solo que desde que había llegado, la niña no se había despegado de su lado ni un segundo.

—Luna, cariño, que mamá quiere lavar la ropa ¿Me lo vas a permitir?

Asintió —Ayudo mami.

Hizo un gesto con el rostro, conocía perfectamente esas ayudas de su hija, que consistía en querer meterse a la bañera con agua o meter a Copito.

—¡Ay Dios mío! Lo bueno es que están tu padre y yaya— Dijo cambiándose de ropa, por algo más cómodo, bajo la atenta mirada de la peque.

Luis apareció de repente, porque justo también se iba a cambiar la ropa. Notó cuando Luna corrió y se abrazó a la pierna de su madre, eso lo hizo arrugar el entrecejo —¿Qué te pasa bruja?

—¡Mía! — Respondió la pequeña sin soltar a su madre.

El gallego alzó las cejas por la sorpresa —¡Tuya! — Se acercó a su hija, tomándola en brazos y alzándola en el aire, robándole una carcajada —Tú eres mía— La bajó hacia su pecho, llenándola de besos, achuchándola —Eres una atrevida, no tienes la estatura para retar a tu padre— Besó su cabeza y la dejó en el suelo nuevamente.

—Papi— Le hizo ojitos y le arrojó un beso con su manito.

Luis sonrió embobado, derretido de amor por esa niña, hizo como que atrapó el beso en el aire y llevó la mano a su corazón —Guardado por siempre.

Mi LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora