VII.-Un mal recuerdo

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No logro callarme, no sé por qué no logro callarme dije histérico casi gritando mientras me paseaba por cuarta vez en el pasillo de la planta superior, desde que Esmeralda se había ido era en lo único que podía distraerme la muy desgraciada prefirió huir de las deudas arrojándose desde aquel puente que veo cada jueves al mediodía, pero hace más de una hora que intento quedarme callado, sin éxito.

Quizá debería llamar a Rosali, no, no puedo, ella está muy lejos igual no acudirá a mis súplicas. ¿Demian estará libre hoy? Tal vez el hablar con él me ayude.

El viejo tocadiscos del bisabuelo sigue intacto en el living al lado del sofá preferido de la malagradecida de Esmeralda procedí a colocar lo primero que encontré no había mucho de donde escoger de cualquier manera. Ah el grandioso Jean Luc Ponty y su característico violín quizá ayuden a calmarme. Mire el sofá por un par de minutos pero el duro suelo fue mi opción final, recorrí el living un par de veces antes de por fin sentarme es una buena canción aunque hace años ya no causa lo mismo en mí, en su momento iluminaron mi ánimo a decir verdad no creí que ese viejo aparato serviría de nada mientras intentaba ponerme de pie, pude ver una foto de Esmeralda en la pared tras el sillón. Esto no está funcionando, no puedo disfrutar la música, ¡todo esto es culpa tuya! , ¿por qué?, ¿acaso no había otras alternativas?, ¿ya no querías estar conmigo?, ¿qué pasó con el famoso, en las buenas y en las malas? —cuando logré ponerme de pie camine directamente hacia esa fotografía ¡Debí deshacerme de todo recuerdo tuyo!

—Eso te habría hecho peor —me respondió con algo de reproche.

—¿Cuánto más daño me harás? —al no recibir respuesta, de mis ojos comenzaron a brotar frías lágrimas que congelaban mis mejillas adormeciéndolas mientras más caían en ellas. Intenté mirarla nuevamente pero no puede distinguir más por el incipiente dolor de cabeza— debo llamarlo no podré resistir más yo solo. Estando ya completamente de pie me tambalee hacia el teléfono y marque al Despacho de Demian, lo hice no porque pudiese aliviar el dolor que (ni siquiera las pastillas) me invadía si no porque olvide todo lo que había ocurrido alguna vez.

—¿Hola? —escuche su cansada voz al otro lado y me apresure a contestar.

—Demian —el intentar controlar mis emociones, me complicó el hablar claro.

—¿Es en serio viejo? Ahora estoy ocupado revisando todo este papeleo, no es fácil.

—Llevo una hora así o más, no puedo parar, ¿cuándo fue la última vez? No respondas, prefiero no saber, Antes de que digas algo, Rosali no está, solo necesitaba alguien con quien hablar, esto me esta torturando, hace un rato alguien me respondió una mujer, temo que pueda ser ella, temo que solo haya vuelto para atormentarme...

—Viejo tengo cosas que arreglar, pero quizá pueda ir contigo en una hora —estaba por colgar así que lo detuve.

—Ven cuanto antes y deja de llamarme viejo.

—Si claro —alcance a escuchar que soltó una maldición y antes de colgar una risa burlona me hicieron dudar de si vendría en mi ayuda. Imaginaba fuego en su mirada como tormento en la mía, no sentía humanas mis decisiones ni reales las consecuencias. Era más que insoportable cada segundo después de la última decisión real

... Antes de los medicamentos.

Demian no es más que un sujeto que quizá después de todo me odiaba y sin motivo hacía caso a un pobre hombre atormentado por la soledad, tal vez solo sea por lastima, me siento condicionado a alguien por mi bienestar y eso me aterra más de lo usual, pues que pasará cuando él se harte de mí, cuando decida que es mejor retirarse de un tipo inestable y altamente volátil con sus sentimientos. Qué haré cuando Rosali ya no pueda asistir a mis aterrados gritos de desesperación provocados por un recuerdo lejano con un impacto inminente, acaso tendré un plan b para cuando olvide tomar mis pastillas o tome demás olvidando que ya lo había hecho. Mis palabras entrecortadas por el llanto y la falta de aliento opacaban la hermosa melodía que emitía mi viejo aparato, sentía el deseo de tomarlo y romperlo en miles de partes pues evocaba miles de recuerdos que picaban en mi memoria como ardientes brasas de un amor pasado de una vida que jamás pude tener y a estas alturas dudo mucho tenerla.

Subí el volumen del aparato hasta el máximo necesitaba una forma de cómo callarme no sólo lo que decía también lo que pensaba; lo que ahora salía del tocadiscos era una distorsionada melodía, había más de una voz que cantaba desafinado, entraba por mis oídos y retumbaba en mi interior pero parecía casi imposible que alcanzará a mi cerebro por momentos parecía que solo eran susurros lentos, más voces de las que deberían; más agudas o más graves cada minuto. Gire sobre mis pasos sin saber a donde ir, me sentía como un niño temeroso de lo que se oculta en la oscuridad, de lo desconocido incapaz de llamar a sus padres de nuevo por el inminente regaño; tenía una tentación enorme de volver a llamar a Demian, ¡al demonio! Estaba por marcar el número pero me detuve mi vista comenzó a nublarse sentía que todo daba vueltas todo me era lejano y extraño, el sofá que estaba a mi costado no parecía aquel que Esmeralda trajo consigo el día que nos mudamos juntos, el tocadiscos parecía solo una caja de la cual emanaba ruidos estridentes, risas y leves sollozos, las pinturas y fotos solo eran manchas en la pared. Antes de caer completamente al suelo derribado por mis emociones pude verla al otro lado de la puerta de cristal tan esbelta e inmóvil como un árbol, radiante como en sus mejores días, parecía divertida como si el verme en ese estado le concediera paz. Intente arrastrar mi patético ser hacía ella pero me fue imposible, el suelo que momentos atrás era frío quemaba en mi piel, quise moverme pero la madera se había adherido a mis brazos como si el barniz se hubiese fundido formando una plasta pegajosa debajo de mí, deje de intentarlo y solo me recosté vencido por el dolor de la perdía, enseguida rompí a llorar estrepitosamente.

—¡Sebastián! ¿Te encuentras bien? —la voz de Demian se confunde con mi llanto— ¡hombre vamos dime algo!

—Ayúdame por favor, necesito que...— No termine de decirlo pues me distrajo una figura en el marco de la puerta era ella de nuevo

—Hombre vamos no puedes ser más patético —tenía el ceño fruncido parecía que apretaba la boca. Fui recobrando la vista de a poco y lo primero que note fue que no había ruido alguno ni siquiera el canto de las aves, Demian estaba sentado en el sofá mirándome conteniendo las ganas de darme una patada.

—Yo, yo... —intenté contestar pero no tenía una respuesta.

—Has olvidado tomar el medicamento eso a pasado —sentencia, se notaba aburrido— o tomaste demasiados ¿No? ya veo, no fueron los medicamentos, fue tu propia soledad de nuevo.

—Sería un alivio olvidar aquel día aquel en que esa maldita... —el llanto volvía esta vez picaba en mi garganta, oprimía mi pecho a tal punto que esperaba escuchar mis huesos quebrarse— lucía más radiante que nunca con ese hermoso vestido azul claro.

—¿Aja? —esta vez su tono denotaba que estaba distraído, mejor dicho desinteresado en el tema.

—Ella salió de casa diciendo que no tardaría, esperé que saliera de casa pero luego la seguí hasta el puente que se encuentra en la carretera 67 a 3 km de aquí, al llegar ahí creí que se vería con alguien pero no fue así ella solo salto.

—¿Estás seguro?

—Sí joder yo la ví arrojarse, no es fácil olvidar algo como eso, el ver como tú amada te abandona de tal forma.

—Jajaja —sus carcajadas, eran graves no pude asimilar porque. El llanto de nuevo se agolpa en mi garganta, mis ojos se habían nublado de nuevo pero no había más lágrimas, sólo el dolor y falta de aire.

—No es asi como paso, no intentes jugar a la víctima. Sabemos que mientes.

—Mira a tu alrededor, no estás a salvo.

—Señor soy la agente Méndez y mi compañero Venegas, se encuentra aquí porque se reportaron disturbios en su propiedad y se encontró el cuerpo de un hombre sin vida y respecto a su mujer...

—En realidad la atacaste —el hombre junto a ella la interrumpió— antes de que pudiera salir de tu casa la pobre no lo vio venir luego arrastrar su maltrecho cuerpo hasta ese puente y lo arrojaste.

—¡Eso no es verdad!, jamás le haría daño a mi amada Esmeralda, yo jamás... jamás.. 

Relatos de un aficionadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora